Un sentido tr¨¢gico del baile y de la vida
Cuando el productor Emiliano Piedra me dijo que la versi¨®n teatral de Bodas de sangre, dirigida y coreografiada por Antonio Gades, era una posibilidad para hacer una pel¨ªcula, y me convenci¨® para que asistiera con ¨¦l a una audici¨®n que nos iba a preparar el propio Gades -que por entonces dirig¨ªa el Ballet Nacional, cuya sede estaba al final de la calle Atocha, detr¨¢s del hospital de San Carlos-, no pod¨ªa imaginar que ese d¨ªa iba a ser el comienzo de mi intensa dedicaci¨®n al cine musical y mi amistad con Emiliano Piedra y con el propio Antonio Gades.
Debo reconocer que iba cargado de prevenciones. Me imaginaba la obra de Federico Garc¨ªa Lorca bailada por gitanos vestidos de riguroso negro sobre inmaculadas paredes encaladas de deslumbrante luz... Me encontr¨¦ con todo lo contrario: Gades hab¨ªa preparado para nosotros un ensayo general, casi como una clase, y lo que vi fue un espect¨¢culo sobrio y fascinante. Dos amplios ventanales iluminaban las paredes de la amplia habitaci¨®n del vetusto edificio, acondicionado ahora para el ballet. Una de las paredes estaba cubierta de espejos en donde se reflejaban los alumnos que hac¨ªan ejercicios y calentaban m¨²sculos. Hab¨ªa all¨ª un piano vertical y las imprescindibles barras para los ejercicios. La obra se desarrollaba en medio de la clase y los participantes, una vez terminada su actuaci¨®n, permanec¨ªan all¨ª como espectadores. Hago hincapi¨¦ en ello porque el hecho de que todos los que participaban en la obra, actuaran o no, permanecieran en la sala reflejados por los espejos, me pareci¨® una propuesta est¨¦tica y escenogr¨¢fica muy interesante para hacer la pel¨ªcula. Una est¨¦tica que ten¨ªa que ver con mis experiencias de fot¨®grafo profesional en el Festival de Granada cuando con 20 a?os observaba los ensayos de las compa?¨ªas de baile.
El movimiento preciso, ese giro, los brazos en su justo comp¨¢s, la expresi¨®n de su rostro...
Sal¨ª impresionado de la representaci¨®n: Gades hab¨ªa conseguido una prodigiosa y dificil¨ªsima integraci¨®n entre la coreograf¨ªa, la m¨²sica inspirada en temas populares y el relato de los acontecimientos, que hab¨ªa escrito el dramaturgo Alfredo Ma?as siguiendo las noticias en las que Lorca se hab¨ªa basado para escribir el texto. Pero lo que m¨¢s me impresion¨® fue la sobriedad y la elegancia de la coreograf¨ªa de Gades y la calidad de una compa?¨ªa en donde Cristina Hoyos era la primera bailarina.
Tuve la oportunidad de observar d¨ªa tras d¨ªa el trabajo de Gades en su estudio mientras prepar¨¢bamos nuestra segunda pel¨ªcula, Carmen, y m¨¢s tarde El amor brujo, que complet¨® la trilog¨ªa, y mi admiraci¨®n por su talento, si eso era posible, aument¨®. Es de justicia reconocer que fue ¨¦l quien me ense?¨® lo que s¨¦ del baile flamenco.
Me pareci¨® que Gades ten¨ªa un sentido tr¨¢gico del baile, y quiz¨¢ de la vida, una vida que no fue f¨¢cil. Gades siempre tuvo esa apariencia d¨¦bil y fr¨¢gil, y un cierto desvalimiento de quien necesita protecci¨®n. El milagro se produc¨ªa cuando bailaba, entonces se transformaba y su cuerpo fibroso y sin un gramo de grasa se deslizaba con elegancia por el entarimado: sus gestos eran rotundos, severos, y cuando taconeaba lo hac¨ªa con una limpieza y perfecci¨®n fruto de interminables sesiones de ensayos.
Antonio Gades, que era inteligente y voluntarioso, trat¨® de salir del anonimato y de la pobreza. Quiso ser ciclista, boxeador y torero, trabaj¨® en un estudio fotogr¨¢fico, para terminar, por suerte para el baile, en el ballet de Pilar L¨®pez. All¨ª se encontr¨® y nos encontr¨®.
He pasado muchas horas observando y estudiando los ensayos para nuestras pel¨ªculas al lado de quien ha revolucionado el baile flamenco. Heredero de la m¨ªstica de Vicente Escudero, sigui¨® las rigurosas reglas del maestro evitando lo superfluo y buscando la esencia: el movimiento preciso, ese giro, los brazos en su justo comp¨¢s, huyendo del braceo femenino, los dedos recogidos hacia el interior, la expresi¨®n del rostro... Cuando Gades bailaba su farruca -aquella que heredara de Los Pelaos, con esa apertura de piernas que tanto me sorprendi¨® cuando la vi por primera vez a los propios Pelaos-, se daba por entero, y su dramatismo trascend¨ªa porque no hab¨ªa all¨ª la m¨¢s m¨ªnima frivolidad: ninguna concesi¨®n a la galer¨ªa, ning¨²n taconeo m¨¢s de lo necesario; una energ¨ªa concentrada en cada m¨²sculo de su cuerpo y un rigor y exigencia que le llevaba a la perfecci¨®n.
Es hora de que todos reconozcamos su descomunal aportaci¨®n al BAILE con may¨²sculas, al baile espa?ol, y al baile flamenco en particular. No es f¨¢cil hacer lo que los dem¨¢s no hacen y mantener con entereza una postura ¨¦tica y moral en la vida. Gades, consecuente con sus ideas y con una austeridad cercana el despojamiento de los eremitas, elev¨® el baile flamenco a alturas jam¨¢s alcanzadas.
No soy amigo de las necrol¨®gicas, es demasiado f¨¢cil escribir una loa del amigo desaparecido, y pienso con tristeza que estas palabras me hubiera gustado dec¨ªrselas en vida. Ahora que ya es tarde es de justicia reconocer que algunos seres privilegiados, como Antonio Gades, dejan tras s¨ª la impronta de su talento, y que su forma de bailar -¨²nica por supuesto- ha marcado a las nuevas generaciones de "bailaores". ?l cambi¨® el modo y la forma de entender un baile flamenco con reglas y normas, baile aprendido frente a los espejos en academias y estudios en laboriosas sesiones de trabajo, un baile "trabajado", codificado, pautado, sin que ello impidiera al artista -antes al contrario- expresar su creatividad.
He visto trabajar a Gades hasta la extenuaci¨®n -doy fe de ello-, obligando a los bailarines de su compa?¨ªa a un esfuerzo al l¨ªmite de sus fuerzas. (Hay un ejemplo de ellos en nuestra pel¨ªcula Carmen.) Le he visto inventando nuevos pasos con su aliada de entonces, la maravillosa bailaora Cristina Hoyos, ¨²nica a la que con su actual marido, Jos¨¦ Antonio, escuchaba y respetaba. Le he visto iluminando el escenario del teatro con la sabidur¨ªa del mejor experto, con un sentido de la luz que para s¨ª quisieran muchos grandes iluminadores y fot¨®grafos; estudiando el sonido; dando indicaciones precisas sobre cada uno de los peque?os detalles... Detalles que hacen que una obra se aleje de la improvisaci¨®n para formar parte de las cosas bien hechas.
Me contaron que cuando Emiliano Piedra present¨® el proyecto de Bodas de sangre en el Ministerio de Cultura, le preguntaron que c¨®mo se hab¨ªa decidido a hacer una pel¨ªcula con tres comunistas: Lorca, Gades y Saura. As¨ª andaba entonces el patio, y eso que hac¨ªa tiempo que Franco hab¨ªa desaparecido del mapa... Con esos tres comunistas -yo nunca he pertenecido a ning¨²n partido- se hizo la pel¨ªcula Bodas de sangre, que fue proyectada en una sesi¨®n especial dentro del marco del Festival de Cannes, con un ¨¦xito que sorprendi¨® a todos. Record¨¦ entonces las palabras de algunos amigos, que cuando les coment¨¦ que iba a hacer Bodas de sangre con Antonio Gades me aconsejaron que desistiera y que no prestara mi nombre a una espagnolade. Gracias a esa "espa?olada", al productor Emiliano Piedra y a Antonio Gades, se abrieron para nosotros nuevos caminos de investigaci¨®n dentro del apasionante mundo del cine musical a la "espa?ola".
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