La Casa de Campo acapara a¨²n el gran mercado de la prostituci¨®n
Cientos de mujeres siguen en la zona tras un a?o de restricciones al tr¨¢fico
La escena contin¨²a: filas interminables de coches circulando despacio para poder elegir a alguna de los cientos de mujeres que se les ofrecen, semidesnudas o completamente desnudas, en los m¨¢rgenes de la carretera. La Casa de Campo sigue siendo, un a?o despu¨¦s del comienzo de las restricciones al tr¨¢fico impulsadas por el alcalde, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, uno de los mayores centros de prostituci¨®n callejera de Madrid. Las reyertas, los peque?os robos, los atascos e incluso alg¨²n conato de incendio son las im¨¢genes cotidianas de las madrugadas en el pulm¨®n de la capital.
Una mujer pasea a su beb¨¦ en un carrito por los chiringuitos contiguos al lago de la Casa de Campo. Las mesas de las terrazas siguen llenas de p¨²blico en torno a las 0.30 del s¨¢bado. A escasos diez metros, una prostituta negocia por se?as con un cliente, que no habla espa?ol, el precio del servicio. El hombre, un joven rubio que ronda los 20 a?os, saca unos billetes del bolsillo. Ella se apresura a tomarlos y se separan apenas otros diez metros de los chiringuitos. All¨ª, junto a la valla del lago, semiescondidos en unos matorrales, se entregan a lo pactado.
Entre las 0.30 y la 1.30, los establecimientos del lago van echando el cierre y el p¨²blico comienza a abandonar el lugar. Varios agentes de la Polic¨ªa Municipal realizan un control de alcoholemia a los conductores que abandonan el parque y se apresuran a colocar las vallas, en el paseo del ?ngel y en el paseo de Torrecilla, que impiden a los veh¨ªculos dar la vuelta al lago. Desde el 1 de agosto del a?o pasado, el equipo municipal de Alberto Ruiz-Gallard¨®n implant¨® restricciones al tr¨¢fico en el parque, parti¨¦ndolo en dos con vallas que se colocan durante todo el d¨ªa, excepto los laborables, entre 7.30 y 10.30 y entre las 14.30 y 17.30, en los paseos de los Pl¨¢tanos y Rodajos. Ello oblig¨® a las prostitutas a readaptarse a las nuevas condiciones.
Una vez cerrado el lago, las mujeres comienzan a desfilar -en grupos de dos, de seis, de diez- hacia las zonas a las que pueden acceder los coches de sus clientes: tres v¨ªas consecutivas, camino de los Romeros, camino del Pr¨ªncipe y carretera al telef¨¦rico, que terminan en una calle cortada que obliga a dar la vuelta a los conductores. Las luces de la constante caravana de veh¨ªculos convierten la carretera en un gusano iluminado durante toda la noche. Los arcenes de tierra o los descampados les sirven para aparcar cuando ya han llegado a un acuerdo con la chica elegida.
Los hay que van en moto o andando -algunos, muy j¨®venes, casi adolescentes-. Para ¨¦stos, los matorrales son el perfecto refugio. Ya no hay zonas espec¨ªficas para el sexo como antes de las restricciones. Europeas del Este, nigerianas, transexuales, todas se mezclan por el camino. Los precios dependen del servicio, pero raramente pasan de los 70 euros.
Los clientes m¨¢s indecisos suelen dar varias vueltas con sus coches hasta que encuentran lo que buscan. La madrugada del s¨¢bado esta rutina se vio sorprendida por el paso, a toda velocidad, de un cami¨®n de bomberos. S¨®lo fue un susto. Los bomberos del parque tercero controlaron en cuesti¨®n de minutos un peque?o fuego provocado, muy cerca de uno de los descampado m¨¢s concurridos de la carretera del telef¨¦rico. Al parecer, un cigarro sin apagar.
Al gato y al rat¨®n
Los agentes de la Polic¨ªa Municipal dan vueltas por el lugar. Aseguran que la prostituci¨®n ha bajado en este ¨²ltimo a?o. Seg¨²n un estudio de la Comunidad de Madrid, antes de los cortes de tr¨¢fico ejerc¨ªan la prostituci¨®n en el parque 230 personas. Si estas cifras se ajustaban a la realidad, siguen ejerciendo all¨ª pr¨¢cticamente las mismas, seg¨²n personas que trabajan en la zona. Meretrices y agentes juegan toda la noche al rat¨®n y al gato: ellos procuran que las mujeres no bajen a buscar clientes hasta el paseo del Embarcadero para evitar que se formen all¨ª atascos.
Algunas prostitutas se arrojan, literalmente, a los coches. E incluso los golpean ofreciendo sus servicios. Y las peleas son muy habituales. Entre ellas, entre proxenetas, entre ellas y clientes que se niegan a pagar. Esto lo explica Agust¨ªn Pe?a, de 64 a?os, que lleva 18 dando de comer a los patos del estanque. Hace una semana, relata, a un joven le robaron el m¨®vil y algo de dinero justo en la confluencia de los paseos Azul y del Embarcadero. El ladr¨®n huy¨® por debajo de un peque?o puente hacia un bosquecillo contiguo al parque. En ese bosquecillo, resguardados entre la maleza de la vista de conductores, malvive un decena de indigentes en tiendas de campa?a. "Hay cuatro o cinco tiendas", asegura Agust¨ªn. Y se van moviendo de lugar. El s¨¢bado, de madrugada, Agust¨ªn, pertrechado con una linterna, s¨®lo pudo encontrar una tienda. Sus moradores ten¨ªan la ropa tendida fuera. Al lado hay un camino plagado de indicios que apuntan a nuevos indigentes: una sart¨¦n, una parrilla y otros objetos as¨ª lo delataban.Agust¨ªn est¨¢ convencido de que son estos indigentes -mitad magreb¨ªes, mitad procedentes de Europa del Este- los que, acuciados por la necesidad, "han matado a los patos del lago para com¨¦rselos". Hayan sido ellos o no, el hecho es que hace tres meses habitaban el estanque "34 patos, incluyendo un cisne y una oca, y ahora no hay m¨¢s que 14", se queja este hombre, cuyo trabajo consiste en darles de comer. Y ¨¦l no puede hacer nada para impedirlo, ya que los robos se producen, cree, a primeras horas de la ma?ana, cuando ¨¦l ha terminado su jornada.
Muchas noches, Agust¨ªn tiene que lidiar con personas que pescan en el lago. La semana pasada, por ejemplo, se enfad¨® con un hombre que rompi¨® de madrugada el cable de sujeci¨®n de una barca y se puso a remar despreocupadamente hasta el centro del estanque.
Agust¨ªn no cree, cuando se ha cumplido un a?o de las restricciones de tr¨¢fico impuestas por el Ayuntamiento de Madrid, que las mismas hayan servido de mucho. ?l personalmente reclama el cierre total al tr¨¢fico, al menos por la noche. Los coches de los cientos de personas que cada madrugada peregrinan en busca de relaciones sexuales "siguen contaminando", explica, y poniendo en peligro la zona, "tal como demuestra el peque?o incendio de ayer". Y en cuanto a la prostituci¨®n, es evidente que tampoco se ha acabado con ella. Eso s¨ª, se ha conseguido apartar hacia un rinc¨®n del pulm¨®n verde, pero s¨®lo eso. La restricci¨®n para el acceso de veh¨ªculos al lago acaba a las 5.30, cuando se levantan las vallas. Entonces, muchas prostitutas se colocan de nuevo en esa zona. Y as¨ª, hasta la madrugada siguiente.
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