Libertad y competencia
Sistemas como GNU/Linux, Apache u OpenOffice.org son cada vez m¨¢s comunes en el entorno empresarial. Con independencia de sus virtudes t¨¦cnicas, su ¨¦xito supone un cambio cualitativo en las reglas por las que se rige la industria del software. Estos programas est¨¢n mostrando la potencia de un nuevo modelo de producci¨®n y distribuci¨®n: el software libre.
El software libre se define en funci¨®n de las libertades o posibilidades que el productor de un programa otorga a quien lo recibe. Si un usuario recibe un programa libre, su productor le garantiza que puede usarlo sin restricciones, puede copiarlo y redistribuirlo si lo desea, y puede modificarlo, ampliarlo y adaptarlo (o contratar a alguien para que lo haga).
A menudo el coste de adquisici¨®n de un programa libre es muy bajo o incluso gratis. Sin embargo, ¨¦ste no es siempre el caso, ni es su caracter¨ªstica m¨¢s importante. Una empresa que utilice software libre puede, por ejemplo, decidir que le conviene contratar con un tercero la instalaci¨®n y mantenimiento con ciertas garant¨ªas, por ejemplo, de estabilidad frente a problemas de seguridad. Por lo tanto, el software libre no est¨¢ re?ido con el uso comercial o con las posibilidades de negocio: al contrario, es un modelo que abre nuevas oportunidades para las empresas emprendedoras y mejora la competencia en el mercado del software.
Aunque las motivaciones para elegir el modelo de software libre son muy variadas, pueden describirse como un espectro que tendr¨ªa en un extremo los motivos fundamentalmente ¨¦ticos, y en el otro, las razones pr¨¢cticas en el sentido econ¨®mico del t¨¦rmino. Los motivos ¨¦ticos tienen que ver con la libertad del flujo de informaci¨®n y conocimiento en una sociedad cada vez m¨¢s basada, precisamente, en el conocimiento, y no se diferencian mucho de la ¨¦tica cient¨ªfica. Los motivos pr¨¢cticos nacen de los nuevos modelos de desarrollo que posibilita el software libre, de las ventajas de competitividad y competencia que aporta el modelo, y de la concepci¨®n del software m¨¢s como servicio que como producto, en una din¨¢mica normalmente muy interesante para los clientes. Ambas motivaciones convergen en la creaci¨®n de los mismos programas libres, con las aportaciones de grandes empresas junto a desarrolladores voluntarios, uniendo dos de los m¨¢s poderosos mecanismos para la creaci¨®n: la competencia (enorme en el software libre) y la colaboraci¨®n.
Este modelo de distribuci¨®n es radicalmente diferente del usado tradicionalmente por la industria inform¨¢tica, basado en que los que adquieren un programa no tienen derecho a redistribuirlo, modificarlo, ni, en muchos casos, incluso usarlo en ciertas condiciones. De estas prohibiciones se extrae uno de los principales modelos de negocio cl¨¢sicos (la venta de licencias a quienes quieren usar el programa), que permite obtener ingresos de forma directamente proporcional al n¨²mero de usuarios. Estas prohibiciones tienen como consecuencia una caracter¨ªstica habitual del mercado actual del software: los monopolios de empresa. Como los usuarios perciben habitualmente una ventaja al usar el programa m¨¢s com¨²n de un cierto tipo, y ese programa es producido por una ¨²nica empresa, la posici¨®n dominante de un producto conlleva una situaci¨®n monopol¨ªstica de facto de la empresa que lo produce.
Visionarios como Richard Stallman consideraron, a principios de los a?os ochenta, que era posible otro esquema no basado en limitar las posibilidades de los usuarios. Veinte a?os despu¨¦s, la penetraci¨®n en el mercado de varios productos libres y su importancia en muchos entornos inform¨¢ticos ha dejado clara su viabilidad. A estas alturas, s¨®lo queda esperar a que el tiempo indique si adem¨¢s se convertir¨¢ en el modelo dominante o no. Sin pretender predecir el futuro, conviene tener en cuenta que, en caso de que su importancia creciera, el software libre puede suponer para la industria del software (y para toda la de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n) la mayor revoluci¨®n desde que ¨¦sta existe.
Jes¨²s M. Gonz¨¢lez Barahona es profesor en la Universidad Rey Juan Carlos.
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