Leperos
CUENTOS DE VERANO
Conocimos la semana pasada que el ministro Moratinos ha solicitado por carta al alcalde de Lepe, Manuel Andr¨¦s Gonz¨¢lez, del Partido Popular, "un cat¨¢logo de chistes para animar mi misi¨®n". La noticia es tan escueta como suculenta. Ya es reconfortante que un responsable del PSOE y otro del PP se carteen a prop¨®sito de un asunto que se sit¨²a fuera de los l¨ªmites convencionales de la pol¨ªtica, o sea, de la bronca por sistema. Mas por encima de lo obvio, ?de qu¨¦ podr¨¢n servir los afamados chistes de Lepe a la poco divertida tarea del responsable de la diplomacia espa?ola? No s¨¦, pero las posibilidades narrativas se disparan solas.
-?Alto ah¨ª! -imagino al ministro, poni¨¦ndose equidistante entre Sharon y Arafat, con las manos en actitud de aguantarles las ganas de liarse a hostias.- ?Saben ustedes c¨®mo cambian las bombillas en Lepe? -Y ante la mirada suspensa de los otros dos: -Pues uno sujeta la bombilla y otros cuantos le dan vueltas a la casa...
Lo malo es que, en lugar de re¨ªrse, les d¨¦ por pensar en sinuosas insinuaciones:
-?Qu¨¦ casa? ?La que este se piensa construir en Cisjordania? -Y ?pumba!, garrotazo otra vez.
El problema a estas alturas de la pel¨ªcula internacional es si algunos de sus l¨ªderes conservar¨¢n la facultad de re¨ªrse. Al belicista de Israel no le recuerdo ninguna foto ganado por el humor, y en cuanto a la sonrisa acartonada de Bush, prefiero las muecas de Boris Karloff. Todav¨ªa a Clinton se le ve¨ªa re¨ªrse a carcajadas de vez en cuando, se?al de que no todo le iba mal en la vida, tanto p¨²blica como privada (y no me sean mal pensados). En cuanto a mi a?orado Aznar¨ªn, s¨ª que se le desencajaban las mand¨ªbulas alguna que otra vez, pero era pura ostentaci¨®n, ganas de impresionar a las c¨¢maras. El resto del d¨ªa parec¨ªa el l¨ªder de un velatorio.
O sea, y en primera conclusi¨®n, que eso de re¨ªrse por las buenas es m¨¢s dif¨ªcil de lo que parece, y entre gente tan elevada, m¨¢s. A todos habr¨ªa que pasarlos por unas sesiones de risoterapia, y el que se resistiera, a su casa. All¨ª encerrado, bajo estricta vigilancia, y por toda lectura unos cuantos compendios de leperadas, que es como se llaman t¨¦cnicamente estos prodigios del ingenio andaluz. De seguro que sal¨ªan muy mejorados. Ejemplos hay en la historia del poder transformador de los libros. Ah¨ª est¨¢ el caso de San Ignacio. Convaleciente de una herida de guerra, pidi¨® el hombre que le trajeran libros de caballer¨ªa, que eran de su solaz cotidiano. Mas no habi¨¦ndolos en aquel hospital, le trajeron muchas vidas de santos, que de eso s¨ª hab¨ªa. Y as¨ª fue como el de Loyola troc¨® sus ¨ªmpetus guerreros en af¨¢n cristianizador. Claro que no s¨¦ yo si el ejemplo viene muy al pelo... Mejor lo olvidan.
No se olviden, en cambio, de administrarse de vez en cuando una buena sesi¨®n de chistes de leperos, como hacen los propios del lugar, demostrando con ello ser de los pueblos m¨¢s inteligentes de Andaluc¨ªa, y aun de Espa?a y la Humanidad. Y que se me hace a m¨ª que su prosperidad material, y lo bien que intengran a toda clase de gentes en el cultivo de la fresa, devienen de la salud que proporciona el re¨ªrse a calz¨®n quitado, empezando por hacerlo de s¨ª mismos. Feliz retorno y mucha risa.
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