Forasteros republicanos en territorio dem¨®crata
El alma mestiza de Nueva York, como la Sevilla de los califas, ha sido modelada por su geograf¨ªa: a diferencia de Londres, Par¨ªs o Madrid tiene salida al mar. A mediados del siglo XIX, esta ciudad portuaria, bulliciosa y turbulenta, era una amalgama de altas finanzas y empresas alimentadas con oleadas de energ¨ªa inmigrante. Hacia finales del siglo XX, Nueva York se hab¨ªa convertido en la capital internacional del arte, las finanzas y el comercio. La pega es que, a pesar de esta espl¨¦ndida posici¨®n, la ciudad de Nueva York, hasta el 11-S, era considerada en muchas partes del pa¨ªs como una porquer¨ªa de sitio. (Parad¨®jicamente, la llamada "ciudad del pecado" poblada por "forasteros", sol¨ªa ser n¨²mero uno en la lista de las ciudades m¨¢s seguras del pa¨ªs). A diferencia de Madrid, Par¨ªs y Londres, la ciudad m¨¢s poderosa de Estados Unidos no ha gozado de mucha aceptaci¨®n en su propio pa¨ªs. Washington, una ciudad influida por una tradici¨®n rural sure?a, tiene el poder pol¨ªtico, y el Congreso y el Senado republicanos han castigado horrorosamente a la capital cultural.
Esta enrevesada situaci¨®n, en la que el centro cultural y financiero del pa¨ªs ha perdido con frecuencia su poder social a causa de una legislaci¨®n despiadada (en los a?os setenta la ciudad se vio abocada a la bancarrota) que ha hecho caso omiso de las necesidades de las escuelas, de los programas de salud y de la cultura, es una de las causas del inmenso rencor de los neoyorquinos hacia los visitantes republicanos (los dem¨®cratas superan aqu¨ª a los republicanos en una proporci¨®n de 5 a 1). De hecho, cuando sal¨ª a la calle, en el primer d¨ªa de la Convenci¨®n, se palpaba el mal humor en el ambiente; la mayor¨ªa de las personas que conozco que pod¨ªan permit¨ªrselo se hab¨ªan ido de la ciudad. (A lo largo del fin de semana me encontr¨¦ en la curiosa situaci¨®n de ser la ¨²nica nadadora en mi por lo general atestado gimnasio). Sucesos extra?os: cuando mi nieta de 17 a?os fue con unos amigos a hacer campa?a para votar a favor de Kerry se vieron acosados por anarquistas, que est¨¢n en contra de todos los partidos pol¨ªticos (nadie puede explicar esta inesperada pl¨¦tora de anarquistas).
Nueva York ha tenido siempre republicanos de Wall Street, pero Nixon, Eisenhower (despu¨¦s presidente de la Universidad de Columbia), Kissinger y Rockefeller viv¨ªan en la ciudad; para decirlo sin rodeos, no segu¨ªan la agenda de fundamentalistas chalados; condujeron sus campa?as bas¨¢ndose en los temas fiscales en los que cre¨ªan. Lo que saca de quicio a los neoyorquinos es la c¨ªnica ret¨®rica patri¨®tica de Bush y su utilizaci¨®n ileg¨ªtima del 11-S y Manhattan -un lugar que no ha visitado casi nunca- como oportunidad personal para salir en la foto.
Bush sabe perfectamente bien que aqu¨ª se le desprecia, pero eso no importa, porque Nueva York, de todas formas, es una causa perdida para los republicanos. No somos m¨¢s que uno de sus decorados de escena. La noche de la inauguraci¨®n comenz¨® deliberadamente con oradores moderados como John McCain y Rudy Giuliani, dejando de lado a los fundamentalistas y conservadores radicales cuya agenda ha seguido Bush, lo que no dejaba de ser una pantomima obvia y vergonzosa.
El discurso de Rudy Giuliani fue cl¨¢sico de Giuliani; por lo menos ¨¦l estuvo de verdad en las Torres Gemelas y habla una especie de jerga de Manhattan. Me pareci¨® que el discurso de John McCain, un repudio absoluto de su anterior desd¨¦n hacia Bush, a pesar de su aparente suavidad, fue cobarde. El verdadero problema es nuestro arcaico sistema electoral; mientras el voto popular no determine el resultado de las elecciones, Estados tan poblados como Nueva York y California seguir¨¢n estando infrarrepresentados. El sistema no cambiar¨¢ mientras los republicanos dominen el Congreso y el Senado.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense. Traducci¨®n de News Clips
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