Por la selva venezolana

Toda su vida ha estado rodeada de animales (irracionales, enti¨¦ndase), pero cuando viaj¨® al Amazonas venezolano eran los bichos (insectos, enti¨¦ndase) los que lograron soliviantarla. Valga como carta de presentaci¨®n de esta cantante que, tras un largo exilio, regresa con el disco Pagando condena.

Y a usted ?qu¨¦ se le perdi¨® en la selva venezolana, si puede saberse?

Me tira mucho el mundo ind¨ªgena, as¨ª que pas¨¦ varios meses en la frontera de Venezuela con Colombia. All¨ª lo m¨¢s conocido es la catarata El Salto del ?ngel, que se ve desde la avioneta, y lo suyo es subir en balsas que te llevan a los poblados.

Supongo que en el encuentro con los ind¨ªgenas habr¨¢ vivido momentos aut¨¦nticos y otros m¨¢s tur¨ªsticos.

S¨ª, entre lo m¨¢s aut¨¦ntico vi un caldero donde cocinaban un mono escaldado. Enterito. Tambi¨¦n prob¨¦ tortuga y lagarto. Lo m¨¢s tur¨ªstico fue una ceremonia de alucin¨®genos.

Interesante... ?Se coloc¨®?

No me gustan las drogas. Prob¨¦ la pipa que me ofreci¨® el cham¨¢n, pero como no me trago el humo, no sent¨ª nada. ?l s¨ª parec¨ªa en trance.

Creo que es de las que se ponen una iguana en el hombro, pero huyen de un mosquito.

S¨ª, sobre todo de los de all¨ª, que son gigantes. Si te pican, te rascas veinte d¨ªas. Adem¨¢s transmiten enfermedades.

Para terminar, un placer.

Las puestas de sol desde la monta?a. Eran de morir. Lentas, silenciosas y de un naranja tan puro que te dejaban sin habla.