Heras toma el mando
Victoria en el Alto de Aitana del italiano Piepoli en el primer gran d¨ªa de monta?a
El ambiente era de fiesta entre la bruma que ocultaba a los soldados de guardia, fusil enhiesto entre las piernas, surrealista visi¨®n en la llegada de Aitana, base militar de la OTAN, vigilancia ultramontana y ultramarina. De la fiesta, tapados los soldados, brillantes los ciclistas en la pantalla del televisor, se encargaba el periodista italiano, que, exaltado por la audacia y la fiereza de Piepoli, pelado, diminuto, mancha amarillo chill¨®n a rueda de Heras, prometi¨® a grito pelado -faltaban a¨²n dos kil¨®metros para la llegada-: "Si gana Piepoli, me corto el pelo al cero, como ¨¦l".
Era broma, claro. La bravata del periodista, por supuesto, no la victoria de Piepoli, una rara victoria, extra?amente, el primer triunfo en una gran Vuelta del que quiz¨¢s sea el mejor escalador de la ¨²ltima d¨¦cada, de un corredor ligero, m¨ªnimo, que sabe explotar en carreras m¨¢s cortas, en vueltas de cinco d¨ªas, su extraordinaria relaci¨®n peso-potencia, kilos-vatios. Ayer, por primera vez, exhibi¨® su arte escalatorio en una carrera importante, y tambi¨¦n su astucia, su saber ganar "made in Italy".
Fue el primer triunfo en una gran Vuelta del que quiz¨¢ sea el mejor escalador de la d¨¦cada
Se sabe que Heras es un l¨ªder no por los atributos m¨¢s visibles, por su colocaci¨®n en el pelot¨®n siempre rodeado de sus compa?eros, porque nunca baja a por agua -tarea de aguadores-, porque le esperan cuando pincha -eso se lo hacen a m¨¢s-, o porque todo lo que haga despierte exclamaciones en el comentarista de turno, sino porque, poco hablador como es, habla de vez en cuando por el micr¨®fono del pinganillo con su director, y tambi¨¦n, a viva voz con sus gregarios. Y cuando habla, manda, y cuando manda, le obedecen.
"A seis kil¨®metros de la cima [donde m¨¢s fuerte era el olor a resina, a pino reci¨¦n lavado por la tormenta, donde m¨¢s dura era la pendiente final hacia Aitana, donde la multitud festiva, era domingo, que cre¨® un irreal ambiente Tour en la sierra de Alicante, menguaba un poco, forzada por la vigilancia militar], Heras que mand¨® eliminar rivales", dijo el enorme Nozal, el hombre poderoso que se puso de pie sobre los pedales, la cabeza y el cuerpo tendidos y hacia delante, estilo sprinter, dio cuatro pedaladas y dej¨® a un grupo de 25, que ya llegaban con la lengua fuera tras una sesi¨®n individual del "pianista" -as¨ª le puso el Chava- Baranowski, el otro gregario de Heras, convertido en fosfatina, en media docena de ciclistas pidiendo clemencia, en Heras, a su rueda, l¨¢tigo en mano, m¨¢s, m¨¢s, m¨¢s deprisa. "Y a tres kil¨®metros", sigue Nozal, "me inform¨® de que iba a atacar, as¨ª que me apart¨¦ y le dej¨¦ hacer". A Heras, a su ataque, a su esperado cambio de ritmo, s¨®lo le resisti¨® Piepoli, feliz a su estela, calculando, midiendo, pensando en la victoria. Y a ¨¦l, al italiano pragm¨¢tico y sencillo, Heras, pensando que era su d¨ªa y que sus deseos podr¨ªan ser ¨®rdenes, si cuela, cuela, le mand¨® darle relevos. "Le dije que yo s¨®lo pensaba en la general, y que no me importaba la etapa", desvel¨® Heras. "Pero, claro, no me hizo caso". No s¨®lo eso. Le desobedeci¨® y a 500 metros, donde empezaba la bruma y las guardias de los soldados, le atac¨®. Le dej¨® plantado, le gan¨® la etapa.
Haciendo cola a la puerta del podio, inestable en sus zapatillas de ciclista sobre un suelo de piedras sueltas, blancas y puntiagudas, Paco Mancebo ense?a su culotte roto al frente, su peque?o rastro de sangre, su mu?eca intacta. "Aqu¨ª estoy", dijo. "He perdido el maillot de la monta?a, pero voy el primero en la combinada. Ya se sabe, aprendiz de mucho, maestro de nada, eso es la combinada". Est¨¢ de buen humor pese a las se?ales de drama Mancebo. Est¨¢ contento. Se deja abrazar por su compa?ero de habitaci¨®n, su amigo del alma, su vecino Pablo Lastras, que le salv¨® la etapa. "Me hizo un kil¨®metro vital, porque yo iba ya asfixiado cazando", dijo Mancebo. "Si no es por Pencas...".
Pencas -as¨ª llaman a Lastras por sus largas piernas, armoniosas- llevaba todo el d¨ªa escapado. Desde los primeros kil¨®metros. Era junto al colombiano F¨¦lix C¨¢rdenas -otro de la cofrad¨ªa del brazo roto- el ¨²ltimo superviviente de la fuga matinal de 13. Hab¨ªan mantenido su ventaja frente a todas las circunstancias, las emboscadas esperadas de Torremanzanas, el puerto sorpresa, los acelerones y cambios de ritmo de los hombres de Belda, el local del d¨ªa -y el aniversario: cumpl¨ªa 50 a?os-, que buscaban la etapa. Hab¨ªan resistido incluso el ajuste fino de Baranowski. Pero el impulso de Nozal ya fue demasiado. Y Lastras, viendo detr¨¢s a Mancebo, solo, como en ¨¦l es habitual en todas las llegadas en alto, tirando para arriba, remontando de manera extraordinaria a aquellos que m¨¢s hab¨ªan tardado en soltarse de Heras y Piepoli -Ferrio, el diminuto madrile?o, Valverde, que sufri¨® una crisis, Menchov, ca¨ªdo al comienzo de la etapa, Sastre y Landis, el l¨ªder que sigue-, se guard¨® un poquito, un m¨ªnimo de aliento, y se lo ofreci¨®, generoso a su amigo Paco, a su compa?ero. Y Mancebo lo aprovech¨®. Y hasta so?¨® con el amarillo, con el liderato de la Vuelta.
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