La bronca del escritor israel¨ª
Amos Oz (Jerusal¨¦n, 1939) es un escritor comprometido con el proceso de paz ¨¢rabe-israel¨ª. Su ¨²ltimo libro recoge el periplo del pueblo jud¨ªo. Pero su opini¨®n moderada le coloca en una inc¨®moda posici¨®n en su pa¨ªs y fuera de ¨¦l. En esta entrevista ataca a los intelectuales europeos.
Amos Oz (Jerusal¨¦n, 1939) es un escritor comprometido con el proceso de paz ¨¢rabe-israel¨ª. Su ¨²ltimo libro recoge el periplo del pueblo jud¨ªo. Pero su opini¨®n moderada le coloca en una inc¨®moda posici¨®n en su pa¨ªs y fuera de ¨¦l. En esta entrevista ataca a los intelectuales europeos.
"Si le parece, cuando acabemos de hablar de mi libro, le hablar¨¦ sobre mi inc¨®moda relaci¨®n con los intelectuales europeos". ?Me estaba ri?endo? ?Quer¨ªa decir que habl¨¢ramos de su libro, que era para lo que acud¨ªa a la cita con EL PA?S, y que luego ya ver¨ªamos? La duda se disip¨® enseguida; s¨®lo con volver a mirar a este hombre sesent¨®n, risue?o, de aspecto saludable y amistoso. Porque Amos Oz no tiene el aspecto de un escritor al uso, de un intelectual, ni siquiera de alguien que se relacione de alguna manera con la literatura? Aunque es verdad que algunos colegas suyos aman la vida de campo y la navegaci¨®n a vela, este jud¨ªo que vive en el desierto parece un pionero. Es lo que quiso ser, y fue, cuando, huyendo del destino que le preparaba su familia, lleg¨® a un kibutz a los 15 a?os. Cav¨® la tierra para construir Israel, arrim¨® el hombro y se quem¨® al sol por una idea entonces llena de romanticismo. Y ahora, con la paz a¨²n pendiente y el camino sembrado de muertos, la decepci¨®n no ha podido con ¨¦l. Como un peque?o tanque bien pertrechado de argumentos, est¨¢ dispuesto a emplear todo el esfuerzo necesario para proclamar sus puntos de vista sobre c¨®mo conseguir la paz en cuantos medios se le pongan a tiro. Los suyos son puntos de vista de un jud¨ªo moderado y comprometido. Es uno de los principales promotores del Tratado de Ginebra, escrito por palestinos e israel¨ªes y apoyado por el 40% de ambas poblaciones, donde se busca una soluci¨®n para el conflicto. Es decir, lo que quer¨ªa Amos Oz aquella tarde que se encontr¨® con El PA?S era ir al grano. Echar una reprimenda a los intelectuales europeos que miran hacia Palestina e Israel sin implicarse, seg¨²n ¨¦l, m¨¢s que para tranquilizar sus conciencias.
Pensaba en el motivo que le ha llevado a escribir esta biograf¨ªa, 'Una historia de amor y oscuridad' [editorial Siruela], en el momento en que lo ha hecho. Es una obra literaria que adem¨¢s tiene un inter¨¦s hist¨®rico. ?Ha sentido la necesidad de contarse todo eso a s¨ª mismo o ha querido profundizar en la postura del pueblo jud¨ªo colocando a los jud¨ªos en un plano de igualdad con los palestinos, en tanto que v¨ªctimas?
Necesitaba contar la historia porque tengo hijos que no conocieron a mis padres, y ahora tengo incluso nietos que quiz¨¢ no sepan nunca por qu¨¦ han nacido en Israel. En el barrio de Jerusal¨¦n en el que me cri¨¦ hab¨ªa un cartero curioso. Ten¨ªa la costumbre de escribir en los sobres sus propias cartas, antes de depositarlas en el buz¨®n; nunca abr¨ªa un sobre, pero escrib¨ªa cosas como "no malcr¨ªe a sus hijos, no les hace ning¨²n favor" o, sencillamente, "su colada lleva tres d¨ªas tendida en la cuerda, y las palomas?". Pero no quiero cambiar de tema. Cuando estaba escribiendo este libro me sent¨ªa muchas veces como aquel cartero, con una carta de mis padres a mis hijos, de mis abuelos a mis nietos, de los que nos precedieron a los que quiz¨¢ no han nacido a¨²n, y en el sobre escrib¨ªa cosas de mi vida, mis ideas y mis avisos sobre las palomas. No es un ensayo disimulado, no es un libro pol¨¦mico: es una historia que el mundo est¨¢ a punto de olvidar. Los europeos la est¨¢n olvidando. Los israel¨ªes la est¨¢n olvidando. Y los palestinos nunca la han o¨ªdo. Ten¨ªa necesidad de contarla. Para m¨ª, contar historias es como la comida, el sue?o o el sexo; necesito darlo y recibirlo.
Se dir¨ªa que quer¨ªa contar su historia de una vez por todas, lo que se trasluce en una escritura sincera, sobre todo en las p¨¢ginas sobre su madre, quien es el hilo conductor.
Ella es la hero¨ªna del libro, no yo. Por eso me resisto a llamarlo autobiograf¨ªa o memorias. Yo no soy m¨¢s que un personaje secundario, los protagonistas son mis padres.
En el libro se ve la persecuci¨®n del pueblo jud¨ªo a trav¨¦s de su familia, desde sus bisabuelos en Rusia. Precisamente uno de estos bisabuelos dice desesperado: "Dios nos odia". ?Se ha preguntado a qu¨¦ era debido ese odio hacia los jud¨ªos en tantos lugares y durante tanto tiempo?
La pregunta de por qu¨¦ se odia a los jud¨ªos no se le puede hacer a un jud¨ªo. Es como preguntar a una mujer por qu¨¦ hay tantos hombres mis¨®ginos? Las odian porque tienen un problema ellos. Y no todo el mundo odia a los jud¨ªos. En la pen¨ªnsula Ib¨¦rica nos expulsaron, pero antes hab¨ªa una situaci¨®n id¨ªlica. Incluso en Alemania, a principios del siglo XX, viv¨ªan una luna de miel. Quiz¨¢ no es bueno para nadie no disponer de un hogar, ser siempre invitado de otros. A veces, invitados muy bien acogidos, pero siempre invitados.
Lo que tiene de nuevo este libro es el terrible amor de los jud¨ªos hacia Europa. Mis padres y mis abuelos me lo ocultaron. A nadie le gusta hablar a sus hijos de un amante que les ha rechazado. Tuve que adivinar hasta qu¨¦ punto quer¨ªan a Europa. Tuvieron mucha suerte, porque si Europa no les hubiera expulsado en los a?os treinta, les habr¨ªa matado en los cuarenta. Pero el dolor y el agravio estaban ah¨ª. Los jud¨ªos de pa¨ªses ¨¢rabes tambi¨¦n fueron expulsados. Hay que contar esta historia no para demostrar que los palestinos no tienen raz¨®n, que la tienen, porque ellos tienen s¨®lidos argumentos a su favor. Yo crec¨ª en una atm¨®sfera muy nacionalista y militante.
Es de los pocos que reconocen que los palestinos tienen raz¨®n, que ellos fueron expulsados de su tierra. ?Cu¨¢ndo se dio cuenta de esa realidad?
Creo que todo viene del suicidio de mi madre. Me volv¨ª muy suspicaz sobre los valores y el sentido ¨¦tico de la familia de mi padre. Cuando rechac¨¦ a mi padre, rechac¨¦ sus ideas pol¨ªticas y me fui a un kibutz.
Hay un pasaje precioso que no s¨¦ si es exactamente biogr¨¢fico. De ni?o, est¨¢ con su t¨ªa en una tienda de ropa. Usted se escapa a la trastienda y se encuentra en una especie de laberinto de cajas y vestidos. All¨ª hay una especie de ni?a preciosa a la que persigue. Hasta que ve que es una viejecita monstruosa y se esconde en un armario. Y de ah¨ª lo rescata un viejo ¨¢rabe y lo devuelve a su t¨ªa. ?Es un s¨ªmbolo para usted?
Todo es aut¨¦ntico, pero no todo es una confesi¨®n. Cuidado. La mitad de lo que sabemos acerca de otras personas es imaginaci¨®n. No me refiero a la literatura. Hablo de mi mujer, mis hijos: la mitad de lo que s¨¦ sobre ellos es imaginaci¨®n. As¨ª que, al leer este libro, se debe tener en cuenta que la l¨ªnea entre fantas¨ªa y realidad no existe. La fantas¨ªa es muy real. Por ejemplo, cuando escrib¨ª sobre lo que pasaba en el dormitorio entre mis abuelos no pude consultarles, pero s¨ª a mis propios genes. Y ellos me lo cuentan porque est¨¢n dentro de m¨ª.
La falta de rencor que hay en todos los personajes es muy reconfortante?
Este libro lo escrib¨ª cuando ya no sent¨ªa odio. Durante muchos a?os odi¨¦ a mi madre por haber abandonado a un marido y a un hijo tan maravillosos, como si se hubiera fugado con un amante. Odiaba a mi padre por ser un idiota que hab¨ªa dejado escapar a una esposa maravillosa. Y me odiaba a m¨ª mismo porque ten¨ªa que ser un monstruo para que mi madre me hubiera dejado. "Si hubiera hecho mis deberes y hubiera ayudado con los platos, ella estar¨ªa viva todav¨ªa". Pero el libro lo escrib¨ª cuando la ira y el odio se hab¨ªan pasado. Cuando sent¨ª que pod¨ªa invitar a los muertos a tomar un caf¨¦ en mi habitaci¨®n. Mi padre, mi madre, mis abuelos, mis vecinos?, invitarles a sentarse para hablar. Hay muchas cosas de las que nunca hablaban conmigo, as¨ª que ahora hab¨ªa llegado el momento de que yo les hablase a ellos. Y de presentarles a mi mujer y a mis hijos. Es el esp¨ªritu con el que escrib¨ª.
Pero tambi¨¦n teniendo presente el valor que ten¨ªa como testimonio la persecuci¨®n de su propia familia. Despu¨¦s de todo, es un escritor comprometido.
En nuestro caso, lo personal y lo hist¨®rico no son dos cosas tan diferentes. La historia es personal. Pero la l¨ªnea no est¨¢ clara. Cuando mi madre pasaba sus noches de insomnio, seguro que tambi¨¦n se acordaba de su pueblo, en el que todos hab¨ªan sido asesinados. Y ella, en Jerusal¨¦n, se acordaba de ellos. ?Eso es hist¨®rico o personal?
Seg¨²n usted, los palestinos tienen que entender que la necesidad de seguridad que sienten los israel¨ªes es debida al Holocausto y las persecuciones. ?Esa necesidad de seguridad es en parte una paranoia?
En primer lugar, los paranoicos pueden tener aut¨¦nticos enemigos.
Pero los palestinos, como enemigo, son poca cosa para los israel¨ªes. En cuanto a capacidad de destrucci¨®n.
Ahora lo explico. Los paranoicos pueden tener verdaderos enemigos, igual que un hipocondriaco, a veces, puede estar enfermo, y un megal¨®mano, ser un gran hombre. Israel tiene enemigos reales; no los palestinos, sino el islam fundamentalista, Ir¨¢n, una posible coalici¨®n de naciones isl¨¢micas fan¨¢ticas. ?se es el aut¨¦ntico peligro para la vida de cada uno de nosotros. No los palestinos; ellos son una tragedia cercana, muy cercana, pero no son una amenaza contra Israel. En eso tiene raz¨®n.
?Cree que esa diferencia de poder b¨¦lico con los palestinos es lo que hace que Europa se incline en su defensa?
En parte, porque los europeos se centran s¨®lo en Israel y Palestina. Cuando el primer ministro de Ir¨¢n declara que hay que destruir Israel y expulsar o matar a los jud¨ªos, no hay ninguna manifestaci¨®n en las calles de Madrid. La pol¨ªtica espa?ola es que ¨¦ste es un mundo pluralista y hay pa¨ªses que pueden apoyar el genocidio, aunque nosotros, no; pero si Ir¨¢n quiere apoyarlo, tiene derecho a su opini¨®n. No es extra?o que los israel¨ªes est¨¦n preocupados y nerviosos. Pero todo esto tiene que ver con otra parte de nuestra conversaci¨®n, sobre mi inc¨®modo di¨¢logo con los intelectuales europeos. Cuando acabemos de hablar sobre mi libro, le hablar¨¦ de mi relaci¨®n con ellos.
Sin embargo, es un moderado en su pueblo. Admite que los palestinos tienen derechos y promueve el Tratado de Ginebra, que busca una soluci¨®n para que ambos pueblos compartan la tierra. No debe sentirse c¨®modo.
Mi postura no siempre es f¨¢cil. Hay muchas personas que se han convertido en exclamaciones andantes, en Israel y Palestina, pero tambi¨¦n en Madrid. Es muy f¨¢cil ser un eslogan. Yo no pretendo lanzar una reprimenda a los malos, como una institutriz victoriana. Nuestros intelectuales y los intelectuales occidentales tienen tradiciones distintas. Ellos son de izquierdas, yo tambi¨¦n; son pacifistas, yo tambi¨¦n; se opusieron a la guerra de Irak, yo tambi¨¦n. Sin embargo, vivimos en planetas diferentes, porque para ellos lo m¨¢s importante es decidir qui¨¦nes son los buenos y qui¨¦nes son los malos; firman un manifiesto, expresan su condena, su indignaci¨®n, su protesta, y luego se van a la cama sabiendo que est¨¢n en el bando de los ¨¢ngeles. Para m¨ª, lo importante no es saber qui¨¦nes son los ¨¢ngeles. No vivo en un mundo de ¨¢ngeles y demonios, vivo en un mundo m¨¢s complejo. En pol¨ªtica, me siento como si llevara una bata de m¨¦dico y tuviera ante m¨ª a unos heridos graves por un accidente de coche, todos ellos llenos de sangre. No pregunto qui¨¦n ha tenido la culpa, pregunto qu¨¦ puedo hacer ahora. Para m¨ª es m¨¢s f¨¢cil dialogar con palestinos pragm¨¢ticos que con dogm¨¢ticos pro palestinos en Madrid. Afortunadamente, tengo que negociar la paz con los palestinos, no con los amigos espa?oles de los palestinos. Cuando hablo con colegas palestinos, no los fan¨¢ticos, hablamos como dos m¨¦dicos junto al lecho de un paciente. A veces no estamos de acuerdo en el tratamiento, pero?
Pero nunca se ha podido llegar a un verdadero acuerdo, aunque ha habido momentos en que se vislumbraba cercano.
Porque tanto israel¨ªes como palestinos tienen p¨¦simos dirigentes en este momento. Tal vez es un problema universal, no s¨®lo de Oriente Pr¨®ximo. Son dirigentes sin valor, imaginaci¨®n ni capacidad visionaria. Pero hay una buena noticia, para variar: la mayor¨ªa de los jud¨ªos israel¨ªes y la mayor¨ªa de los ¨¢rabes palestinos est¨¢n tristemente listos para una soluci¨®n pragm¨¢tica. Los sondeos de opini¨®n lo muestran cada semana. Suelo decir que el paciente israel¨ª o palestino est¨¢ bastante dispuesto a someterse a la operaci¨®n; no le gusta, pero est¨¢ listo. Pero los m¨¦dicos son unos cobardes.
Usted debe desesperarse al ver c¨®mo pasa el tiempo y se llena de muertos?
Lo que acaba de decir, para m¨ª, es un lujo. Nunca malgasto el tiempo en decir que es terrible. Me levanto por la ma?ana y me pregunto qu¨¦ puedo hacer. Cojo el tel¨¦fono, llamo a un amigo palestino, veo si podemos dar una respuesta conjunta al atentado del d¨ªa anterior. Si podemos aparecer los dos en televisi¨®n esa noche, le sugiero alguna alternativa. ?sa es la mentalidad de hospital. Los intelectuales europeos firman manifiestos, llaman cosas terribles a Bush; yo tambi¨¦n, pero eso no basta. Se le puede llamar de todo. ?Y qu¨¦? Supongamos que a Bush le afecta y que esta noche todos los estadounidenses, los brit¨¢nicos y los italianos se van de Irak. ?Y entonces qu¨¦? Se producir¨¢ un genocidio espantoso. He aqu¨ª una tarea para los intelectuales europeos, los intelectuales espa?oles: muy bien, que se vayan de Irak, ?pero qu¨¦ sugiere usted despu¨¦s? Otra tarea: hay una simbiosis involuntaria entre la televisi¨®n y el terrorismo, porque el terrorismo significa aterrorizarnos, y lo logran cuando vemos en directo las im¨¢genes espantosas de Rusia, hace unas semanas. A lo mejor no hace falta que veamos todas esas im¨¢genes. No estoy sugiriendo que se aplique la censura. Necesitamos saber todos los detalles. A trav¨¦s de la radio y los peri¨®dicos. ?Pero tenemos que ver toda esa pornograf¨ªa de sangre? No quiero que los Gobiernos censuren im¨¢genes. La libertad de expresi¨®n es sagrada. Pero la sociedad civil y los intelectuales deber¨ªan reflexionar y tomar quiz¨¢ la decisi¨®n voluntaria de no verlas. Si vemos todo lo que pasa, estamos haci¨¦ndoles el juego a los terroristas.
Y justificando que ahora Putin tome una serie de medidas que atentan contra la democracia en Rusia. Utilizando ese terror.
Sean los Gobiernos o los terroristas, la pornograf¨ªa de la sangre no es libertad de expresi¨®n. Lo que yo quiero es tener toda la informaci¨®n que sea, y saber de forma inmediata qu¨¦ ha sucedido, cu¨¢nta gente, cu¨¢l es la situaci¨®n? Por eso es una tarea para los intelectuales: ?d¨®nde poner el l¨ªmite? Yo no lo s¨¦. Pero, en vez de gritar "?Bush, al infierno!", "?Sharon, asesino!", "?Putin, dictador!", ?no pueden hacer los intelectuales un poco de trabajo intelectual?
En su libro se habla con nostalgia de las intenciones de los primeros jud¨ªos que poblaron Israel. Cuando llegaron sus abuelos y todos los que quer¨ªan implantar el socialismo; cuando su padre, en el momento en el que se reconoce el Estado de Israel, llora y dice: "Por fin tenemos una tierra, un Estado donde estar". ?Aquel sue?o se ha ido estropeando con el paso del tiempo?
Hay una verdad que es universal, no s¨®lo israel¨ª: los sue?os y las fantas¨ªas, cuando se hacen realidad, son decepcionantes. Israel es un sue?o hecho realidad: un poco gris, un poco sucio, un poco ra¨ªdo, y a veces ni siquiera huele bien. Pero es lo que ocurre con cualquier sue?o. Ocurre cuando uno escribe una novela. La novela que uno tiene en la cabeza es mucho mejor que la que acaba haciendo. O cuando se planta un jard¨ªn, o se hace realidad una fantas¨ªa sexual. El sue?o de mis padres era un sue?o mesi¨¢nico: crear un para¨ªso ¨¦tico, como el sue?o de los profetas. Pero a la ma?ana siguiente hay problemas con el alcantarillado, y resulta que nuestro amante ronca cuando duerme. La diferencia entre mi madre y yo es que ella creci¨® con un men¨² muy rom¨¢ntico: grandes sue?os, un gran amor, una gran vida po¨¦tica? Y esa dieta la mat¨®. Es muy peligrosa, sobre todo cuando uno se vuelve adicto a diversos tipos de idealismo. Se puede morir por una sobredosis de sue?os rom¨¢nticos. Son como una droga. En cambio, yo soy un hombre prosaico.
Me encantar¨ªa leer los cuentos que su madre le contaba de ni?o.
Mi madre era mejor escritora que yo, pero, en cierto sentido, escribi¨® a trav¨¦s de m¨ª. A eso me refer¨ªa cuando dec¨ªa que ahora invito a los muertos a mi casa. En el libro hay un n¨²cleo radiactivo que es su muerte. Todo el relato se mueve en c¨ªrculos alrededor de su muerte. A veces se aproxima y a veces se aleja, hasta las ¨²ltimas p¨¢ginas. Me cost¨® mucho crear esta estructura. ?C¨®mo hacer las modulaciones entre una conversaci¨®n con Ben Gurion, las fantas¨ªas e historias de mi madre, la vida en Israel hace 90 a?os, la cultura del kibutz y mi vida actual en Arad, adem¨¢s de la mujer que me ense?¨® lo que era el sexo? ?C¨®mo orquestar todo eso? Era un enorme problema musical. La gente me pregunta si me cost¨® mucho hacer una confesi¨®n. Confesarse no es nada al lado de crear una estructura y la combinaci¨®n art¨ªstica capaz de armonizar todas esas cosas.
Debi¨® de sentirse satisfecho al terminar.
Eso es quedarse corto. Cuando estaba escribi¨¦ndolo pensaba que no iba a conseguirlo, que iba a acabar conmigo. Tuve enormes dificultades con la composici¨®n. Y es un libro escrito por un novelista, no es una memoria cronol¨®gica. Lo constru¨ª como una sinfon¨ªa.
Me gustar¨ªa hablar de c¨®mo se repiten las cosas. Los maltratadores suelen ser tipos que fueron maltratados o que vieron maltratar. ?Hasta qu¨¦ punto, con el muro que est¨¢ construyendo Sharon, se est¨¢ imitando la memoria colectiva del sufrimiento del Holocausto?? ?Qu¨¦ diferencia hay entre el gueto polaco y el muro actual?
No es una buena comparaci¨®n. A los jud¨ªos les encerraron en el gueto para que fuera m¨¢s f¨¢cil detenerlos y matarlos. En la actualidad existe un muro entre Europa y ?frica. Cada puesto de control de pasaportes es un muro. Pero lo que est¨¢ construyendo Sharon no es un muro entre Israel y Palestina, sino en medio de Palestina. Si se tratase de construir una muralla entre dos vecinos que se llevan mal, dir¨ªa: muy bien, constr¨²yala entre mi jard¨ªn y el de los palestinos. El poeta Robert Frost escribi¨® que "buenas vallas hacen buenos vecinos". Pero un buen muro es el que se levanta entre mi jard¨ªn y el del vecino, no en medio de su jard¨ªn. Sharon lo est¨¢ construyendo donde no debe. No tiene nada que ver con el gueto, pero lo levanta para quitarles algo a los palestinos. Cuando uno vive en un barrio peligroso pone rejas en las ventanas, es leg¨ªtimo; pero si aprovecha para quitarle un dormitorio al vecino, hace mal. M¨¢s trabajo para los intelectuales europeos: ?qu¨¦ muro es leg¨ªtimo y cu¨¢l no lo es? Decir "abajo todos los muros" es infantil. Perdone, estoy utiliz¨¢ndola para pedir a mis aliados hist¨®ricos, la gente de izquierdas, que cambien su postura, que hagan sus deberes y propongan ideas constructivas.
?Y qu¨¦ les dice a los norteamericanos?
Lo mismo. La vida no es Hollywood, no consiste en buenos y malos. En Estados Unidos hay gente que ve el mundo en blanco y negro, y, por tanto, env¨ªa sus ej¨¦rcitos a luchar. No son tan distintos de algunos intelectuales europeos que tambi¨¦n ven el mundo en blanco y negro, pero en sentido opuesto. Y no tienen ej¨¦rcitos que enviar. Ni siquiera en los poqu¨ªsimos casos en los que estar¨ªa bien hacerlo, como en estos momentos en el sur de Sud¨¢n, o en Kosovo hace a?os.
Y, al fin y al cabo, los europeos lo estropearon y ellos deben arreglarlo, ?no? Son los culpables de la situaci¨®n del mundo ¨¢rabe, que fueron sus colonias. Y tambi¨¦n del Holocausto jud¨ªo?
Por supuesto. ?rabes y jud¨ªos fueron v¨ªctimas de los europeos de maneras distintas. Los ¨¢rabes, mediante el imperialismo y la explotaci¨®n, y los jud¨ªos, mediante la persecuci¨®n, la discriminaci¨®n y, al final, el asesinato en masa.
En la Alemania de principios del siglo XX, los jud¨ªos que llegaban del este quer¨ªan aprender alem¨¢n, ser asimilados por la cultura y contribuir a ella. De hecho, en la cultura centroeuropea se produjo el mestizaje. Luego, todo se hundi¨®?
No voy a caer en la trampa de insultar a Europa. Ya no soy europeo, pero soy hijo de jud¨ªos a los que Europa rechaz¨®. Hace 70 u 80 a?os, los jud¨ªos eran los ¨²nicos europeos de Europa. Los dem¨¢s eran patriotas espa?oles, o patriotas polacos, o patriotas b¨²lgaros. Mis padres y abuelos eran europeos, pol¨ªglotas, y so?aban con una Europa unida. Por eso les etiquetaron de cosmopolitas, que era la palabra m¨¢s terrible tanto en el vocabulario fascista como en el comunista. Tambi¨¦n les llamaban par¨¢sitos, porque eran intelectuales. ?Por qu¨¦? Porque deseaban ser europeos. Mi padre dec¨ªa, con triste sentido del humor, que en Checoslovaquia hab¨ªa tres nacionalidades: los checos, los eslovacos y los checoslovacos, que eran los jud¨ªos. En Yugoslavia, nueve nacionalidades: serbios, eslovenos, croatas, yugoslavos? Tard¨¦ muchos a?os en comprender qu¨¦ broma tan amarga deb¨ªa de ser aquella, cu¨¢nto dolor ocultaba.
?Y qu¨¦ va a pasar ahora?
Que israel¨ªes y palestinos llegar¨¢n a un acuerdo tristemente pragm¨¢tico: habr¨¢ un Estado de Palestina al lado del de Israel; sin luna de miel ni historia de amor, pero viviremos como vecinos civilizados. No s¨¦ cu¨¢ndo llegar¨¢, pero puedo prometer, en nombre de israel¨ªes y palestinos, que si Europa tard¨® m¨¢s de mil a?os en acabar con las guerras y crear la CE, nosotros lo haremos m¨¢s deprisa y derramaremos menos sangre que Europa. Tengan un poco de paciencia y no tengan una actitud de condena, indignaci¨®n, paternalismo? No nos digan que somos terribles. Traten de ayudar. Den a las dos partes toda la empat¨ªa que puedan. Eso es lo que hago en mi libro, no juzgo qui¨¦n era bueno y qui¨¦n malo entre mi padre y mi madre. Escribo sobre los dos, con toda la empat¨ªa de la que soy capaz. A veces con iron¨ªa, pero siempre con empat¨ªa.
En la ¨¦poca de Rabin y Peres segu¨ªan levant¨¢ndose asentamientos ilegalmente. Los palestinos tienen un Gobierno corrupto. No s¨®lo hay una desconfianza mutua que hace que parezca imposible llegar a un acuerdo, tampoco vistos desde Europa ofrecen ustedes garant¨ªas?
Existe la idea sentimental de que primero hay que construir la confianza entre las partes, y despu¨¦s acordar la paz. Es todo lo contrario. Primero hay que firmar un contrato con los dientes apretados, y despu¨¦s construir la confianza. Cuando existe confianza mutua no hay necesidad de contrato. Con los palestinos, Israel necesita un contrato muy detallado, y ambas partes necesitar¨¢n garant¨ªas de un tercero -Europa, Estados Unidos-, porque no existe esa confianza. Pero el contrato es lo primero. De nuevo habla el m¨¦dico del hospital.
En la ¨²ltima ¨¦poca de Clinton se lleg¨® a anunciar que hab¨ªa un acuerdo. Era parecido a lo que presentaron en el Tratado de Ginebra. ?Qu¨¦ pas¨® al final?
Que los l¨ªderes de las dos partes no tuvieron el valor suficiente para hacer lo que sab¨ªan que ten¨ªan que hacer. Con el tratado intentamos crear un modelo de acuerdo de paz. No tenemos ninguna autoridad; hemos hecho una labor de intelectuales: escribir una receta. Que el paciente se tome luego la medicina o no? Pero, por lo menos, hicimos una sugerencia que abarca todos los aspectos en disputa y permite un compromiso, aunque no sea muy feliz. Compromiso en el sentido de concesi¨®n, de encontrarse con el otro a medio camino. El Tratado de Ginebra cuenta con el apoyo del 40% de la poblaci¨®n, tanto en Israel como en Palestina. No es suficiente, pero es mucho. Cientos de miles de personas, en las dos partes, firmaron un manifiesto en el que dec¨ªan que aceptan una soluci¨®n con dos Estados. Hay que hacer las cosas con tiempo y paciencia, no podemos hacer milagros.
?Qu¨¦ va a pasar con los ortodoxos, los que est¨¢n en los asentamientos?
No hay duda de que lo pasar¨¢n muy mal, porque para ellos es el fin del mundo. Pero son minor¨ªa en Israel.
Los primeros jud¨ªos que llegaban a Israel, como su familia, no ten¨ªan mucho que ver con los que siguen llegando. Entonces, en Israel hab¨ªa m¨¢s profesores que alumnos, hablaban varios idiomas.
Aqu¨¦lla sigue siendo la sociedad m¨¢s discutidora del mundo. La gente discute sin cesar. Todo el mundo habla y nadie escucha. Yo escucho a veces porque vivo de ello; pero la gente habla, tiene ideas. Todo el mundo es un mes¨ªas, todo el mundo es un profeta. ?sos son los genes de los primeros israel¨ªes, aquellos europeos que escrib¨ªan una carta a Stalin, con una copia para el Papa, llena de ideas sobre c¨®mo transformar el mundo para que todos fueran felices. Esos sue?os siguen existiendo en la sociedad israel¨ª.
Se dir¨ªa que, en los a?os treinta, sus ideales eran de m¨¢s altura, ?no?
Ustedes no oyen hablar de ellos porque sus medios s¨®lo hablan de autobuses incendiados y bombas en las calles. En Israel s¨®lo o¨ªmos hablar de Espa?a en la televisi¨®n cuando estalla una bomba; si no, Espa?a no existe. Pero lean nuestra literatura. Nosotros leemos mucha literatura espa?ola. Leemos a Javier Mar¨ªas, a Mu?oz Molina; leemos a autores espa?oles para saber c¨®mo es esta sociedad que todav¨ªa se debate con las sombras del pasado, que por la noche quiz¨¢ todav¨ªa sue?a con la Guerra Civil. Y eso lo sabemos por su literatura, no por sus medios de comunicaci¨®n. Lean nuestra literatura y sabr¨¢n m¨¢s sobre nosotros. Espa?a y nosotros tenemos que hablar no s¨®lo sobre Sharon, Arafat, Aznar o Moratinos. Existen muchos genes jud¨ªos en las culturas ib¨¦ricas, y muchos genes ib¨¦ricos en la cultura jud¨ªa. Es intolerable que el ¨²nico tema de conversaci¨®n entre nuestros pa¨ªses sea Sharon o los asentamientos. Si leen nuestros libros y nosotros leemos los suyos, vamos a hablar sobre cosas profundas. La vida es demasiado corta para pasarla siempre en el mundo de la CNN.
Entonces, h¨¢game un resumen de c¨®mo vislumbra el futuro inmediato.
Israel tiene que abandonar los sue?os de gloria b¨ªblica y conformarse con un hogar reducido. Los palestinos tendr¨¢n que decir adi¨®s al sue?o de la Palestina anterior al a?o 1947. Tendr¨¢n un apartamento con un sal¨®n y un dormitorio, y tendr¨¢n respeto. Debemos dividir la casa en apartamentos. Los checos y los eslovacos lo hicieron sin derramar sangre. Se puede hacer.
'Una historia de amor y oscuridad', de Amos Oz, est¨¢ publicado por Siruela.
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