Garc¨ªa M¨¢rquez regresa con una historia de amor
'Memoria de mis putas tristes' se pone hoy a la venta con un mill¨®n de ejemplares en espa?ol
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez regresa a la novela, 10 a?os despu¨¦s de Del amor y otros demonios, con Memoria de mis putas tristes (Mondadori), una narraci¨®n de amor tierna y entra?able, pero llena de iron¨ªa y humor: un hombre de 90 a?os se enamora de una ni?a de 14 con tanta pasi¨®n que retorna a los tormentos de la adolescencia. Es una novela breve, de una intensidad extraordinaria. En 109 p¨¢ginas, ordenadas en cinco cap¨ªtulos, el escritor colombiano relata en primera persona ese enamoramiento, la vida de este hombre sin nombre que no tiene nada de abuelo; habla de m¨²sica, de libros; reflexiona sobre la vejez, sobre la fama... La novela llega hoy a las librer¨ªas de Espa?a y Am¨¦rica Latina con una tirada inicial de un mill¨®n de ejemplares.
El narrador de 'Memoria de mis putas tristes' es feo, t¨ªmido y anacr¨®nico
"Fue el principio de una nueva vida a una edad en que la mayor¨ªa de los mortales est¨¢n muertos"
"Muchos a?os despu¨¦s, frente al pelot¨®n de fusilamiento, el coronel Aureliano Buend¨ªa hab¨ªa de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llev¨® a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro...". As¨ª empieza Cien a?os de soledad (1967).
"El d¨ªa que lo iban a matar, Santiago Nasar se levant¨® a las 5.30 de la ma?ana...". As¨ª empieza Cr¨®nica de una muerte anunciada (1981).
Son comienzos, como los de tantas otras novelas de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez (Aracataca, Colombia, 1928), dif¨ªciles de olvidar. Pues bien, el de Memoria de mis putas tristes es uno de los que se graban en la memoria para siempre: "El a?o de mis noventa a?os quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen...".
La novela llega 10 a?os despu¨¦s de Del amor y otros demonios (1994), que tambi¨¦n tiene como protagonista a una ni?a casi adolescente a la que se cree endemoniada; de Noticia de un secuestro (1996), un reportaje novelado sobre los secuestros organizados por el cartel de Medell¨ªn; y del primer volumen de sus memorias, Vivir para contarla (2002).
Memoria de mis putas tristes rinde homenaje al escritor japon¨¦s Yasunari Kawabata y, en especial, a su libro La casa de las bellas dormidas. El anciano del Nobel colombiano, como los del Nobel japon¨¦s, se sumerge en el placer de la mirada.
Garc¨ªa M¨¢rquez empez¨® a escribir esta novela hace bastantes a?os, pero no la dio por finalizada hasta mayo pasado. Sigue trabajando en sus memorias y tiene tambi¨¦n en cartera En agosto nos vemos, una serie de cuatro cuentos.
El narrador de Memoria de mis putas tristes es feo, t¨ªmido y anacr¨®nico, seg¨²n se describe a s¨ª mismo. Trabaj¨® durante 40 a?os como "inflador de cables" en El Diario de la Paz. Fue maestro de gram¨¢tica castellana y de lat¨ªn, aunque un mal maestro, dice de s¨ª mismo. Desde hace medio siglo publica un art¨ªculo dominical en el mismo peri¨®dico. Fue iniciado en las artes del amor poco antes de cumplir los 12 a?os, todav¨ªa de pantalones cortos, en un viejo hotel de lance por una se?ora llamada Castorina. Nunca se acost¨® con una mujer sin pagarle, y con las pocas que lo hizo que no eran del oficio algo les daba para quedarse tranquilo. Las putas no le dejaron tiempo para casarse.
Cuando ten¨ªa 20 a?os, empez¨® a escribir "un registro" de las mujeres con las que hac¨ªa el amor. Anotaba la edad, el lugar y un breve recordatorio de las circunstancias. Lo llam¨® Memoria de mis putas tristes. Hombre met¨®dico, ordenado, vive en una hermosa casa heredada de sus padres, pero tiene pocos recursos porque las dos pensiones que cobra no dan para mucho, y menos a¨²n el art¨ªculo dominical. Las rese?as sobre m¨²sica las publica gratis.
Jubilado pero no acabado, sinti¨¦ndose a veces condenado a la vida eterna, las cosas empiezan a cambiar el d¨ªa, un 29 de agosto, en que cumple 90 a?os. Ese regalo que quiso hacerse le cambi¨® todo. "Fue el principio de una nueva vida a una edad en que la mayor¨ªa de los mortales est¨¢n muertos".
La cita que abre el libro, que es de La casa de las bellas dormidas, de Kawabata, es reveladora: "No deb¨ªa hacer nada de mal gusto, advirti¨® al anciano Eguchi la mujer de la posada. No deb¨ªa poner el dedo en la boca de la mujer dormida ni intentar nada parecido".
En el relato de Garc¨ªa M¨¢rquez una vieja madame a la que no trataba desde hac¨ªa 20 a?os le proporciona una adolescente virgen de 14 a?os para esa noche de gloria. Cuando llega, la ni?a, que cuida de sus numerosos hermanos y trabaja en una f¨¢brica cosiendo botones, est¨¢ dormida. La contempla desnuda, pero no la despierta. La contempla y no hace nada. Se va al amanecer. Y vuelve otra noche y la contempla, y otra. Le susurra al o¨ªdo una canci¨®n: "La cama de Delgadina de ¨¢ngeles est¨¢ rodeada".
Una historia de amor sin palabras. ?La prefiere dormida o despierta? Es una de las partes m¨¢s bellas de la novela. Garc¨ªa M¨¢rquez mantiene una tensi¨®n que atrapa al lector hasta llegar a un final inesperado. Y mientras, los celos, la desesperaci¨®n, el amor del anciano que "no se reconoc¨ªa a s¨ª mismo en su dolor adolescente". ?l, que "siempre hab¨ªa entendido que morirse de amor no era m¨¢s que una licencia po¨¦tica".
Sus art¨ªculos dominicales se convierten en cartas de amor e incluso convence a los editores de que le dejen publicarlos con su "caligraf¨ªa florentina": C¨®mo ser feliz en bicicleta a los noventa a?os, por ejemplo. Sus notas se leen por la radio, provoca pol¨¦mica y se hace famoso. No le gusta, "... me descubri¨® a m¨ª con la mirada temible de la admiraci¨®n sin clemencia", afirma refiri¨¦ndose a una mujer que lee sus textos.
Memoria de mis putas tristes comienza el d¨ªa del cumplea?os del narrador y acaba cuando cumple 91. No hace falta decir que la prosa de Garc¨ªa M¨¢rquez es tan brillante como siempre y que en la brevedad de esta novela gana intensidad.
La ilusi¨®n de la pasi¨®n tard¨ªa
El nonagenario narrador de Memoria de mis putas tristes va presentando en la novela a las mujeres que han marcado su vida: su madre, Florinda, una mujer hermosa y con talento de quien hered¨® el amor por la m¨²sica. Damiana, la fiel criadita, que se neg¨® a cobrarle por sus favores y que le acompa?a toda su vida. Ximena, con quien estuvo a punto de casarse y a la que plant¨® pocas horas antes de la boda. Casilda, una vieja prostituta que le "soport¨®" como cliente asiduo. Delgadina, la bella durmiente que trastorna su vida. Y Rosa Cabarcas, la due?a de un prost¨ªbulo, que le acompa?a en su loca aventura. Es "la mamasanta m¨¢s discreta" que ha conocido.
No todas las putas son tristes y no es una novela triste, a pesar de la melancol¨ªa del anciano narrador, de su soledad. Cuenta los a?os por d¨¦cadas, recuerda perfectamente cuando dej¨® de fumar -"hace 33 a?os, dos meses y 17 d¨ªas"- y descubre que le gustan m¨¢s los boleros que la m¨²sica cl¨¢sica. Habla de la vejez con iron¨ªa y humor: "Es un triunfo de la vida que la memoria de los viejos se pierda para las cosas que no son esenciales" (p¨¢gina 15). Y m¨¢s adelante: "Uno de los encantos de la vejez son las provocaciones que se permiten las amigas j¨®venes que nos creen fuera de servicio", dice despu¨¦s de que las secretarias del peri¨®dico le regalaran unos calzoncillos de seda con huellas de besos estampados.
A su manera, y desde la mirada, el narrador no se siente "fuera de servicio". Antes de encontrarse con Delgadina, estaba dispuesto a dejar sus art¨ªculos semanales. Despu¨¦s, escribe con nuevos br¨ªos. Le lee libros: El principito, de Saint-Exup¨¦ry, los Cuentos de Perrault, la Historia sagrada o Las mil y una noches, "en una versi¨®n desinfectada para ni?os". "Me di cuenta de que su sue?o ten¨ªa diversos grados de profundidad seg¨²n su inter¨¦s por las lecturas". Vive una ilusi¨®n tard¨ªa.
En la novela de Garc¨ªa M¨¢rquez salen muchos libros: las dos primeras series de los Episodios nacionales, de P¨¦rez Gald¨®s; La monta?a m¨¢gica, de Mann; el Primer diccionario ilustrado, de la Real Academia, de 1903; el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias; La lozana andaluza, de Francisco Delicado, o el Diccionario ideol¨®gico, de Julio Casares. Con ellos le basta.
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