Elefantes y jardines de canela

El verde de la vegetaci¨®n y el azul del mar son verdaderamente intensos en Sri Lanka. Tambi¨¦n lo son los colores de los pareos de los hombres, llamados sarong, y los tonos de los paraguas utilizados por las coquetas mujeres, que evitan que el potente sol les oscurezca el cutis.

El colorido de las cosas y la amabilidad de la gente no hacen sino alejar m¨¢s de la memoria del viajero el recuerdo de los Tigres de Liberaci¨®n de la Patria Tamil. La banda armada reclama desde hace dos d¨¦cadas la autonom¨ªa de ciertos territorios para la minor¨ªa tamil, originaria de la India y fiel del hinduismo, en vez del budismo que profesa la mayor¨ªa cingalesa. Actualmente se respeta el alto el fuego, y cualquier ciudad o playa, con la excepci¨®n de partes del norte (la pen¨ªnsula de Jaffna) y del este (Batticaloa), son seguros para el visitante (la isla vive un importante auge del turismo).

Colombo

En los meses de verano, una ola de color rojo rosado inunda las calles de la capital, Colombo: son los vendedores de rambutanes, una fruta parecida al lichi. Degust¨¢ndolos, uno puede acercarse hasta la zona del Galle Hotel, el paseo mar¨ªtimo de la ciudad, donde podr¨¢ mojar los pies en el oc¨¦ano ?ndico. El Museo Nacional y el mercado indio se unen en inter¨¦s al colorido mercado de pescado de Pettah, donde mujeres en sari o compradores al por mayor ojean las cestas y los grandes ejemplares de t¨²nidos.

El diente de Buda

A tres horas en coche hacia el centro de la isla se encuentra Kandy, la antigua capital. En el templo del Diente, cerca del lago, se guarda una de las reliquias m¨¢s famosas del budismo. Rescatado de la pira funeraria, el venerado diente de Buda lleg¨® hasta la ciudad escondido en el cabello de una princesa y sobrevivi¨® a un intento de destrucci¨®n por parte de fan¨¢ticos cat¨®licos portugueses. Cobijado por urnas de cristal, plata, oro y marfil, es adorado por cientos de fieles y vigilado por cuatro monjes que viven en el complejo. Llegar all¨ª a las seis de la ma?ana, con las luces del alba y los sonidos de las trompetas y los tambores que indican la primera hora del rezo, es un acontecimiento. A esa hora, ni?os y mujeres, sobre todo, llevan flores frescas para las ofrendas, que depositan en un altar. Si uno tiene la suerte de ir en la ¨²ltima luna llena de julio-agosto presenciar¨¢ una de las procesiones m¨¢s vistosas de toda Asia, la Perahera: 12 d¨ªas en donde elefantes adornados con t¨²nicas brillantes homenajean a la reliquia.

Orqu¨ªdeas con aroma de chocolate

Leonard Woolf, el marido de Virginia Woolf, qued¨® fascinado por la vegetaci¨®n de la isla donde sirvi¨® durante siete a?os a la Administraci¨®n brit¨¢nica hace ya un siglo, en 1904. En su libro Un pueblo en la jungla la describi¨® como "el mundo de ¨¢rboles y el crep¨²sculo de su sombra", una definici¨®n que se acent¨²a al descubrir el jard¨ªn bot¨¢nico de Peradeniya, tambi¨¦n en Kandy. Mantiene el dise?o elegante que trazaron los brit¨¢nicos, como tambi¨¦n conserva con mucho mimo las especies de ¨¢rboles y orqu¨ªdeas (algunas con aroma de chocolate) plantadas hace decenios por reyes o ministros. Al caminar por la avenida de las palmeras, oyendo los trinos de los p¨¢jaros, uno se encuentra con el laber¨ªntico ¨¢rbol Java Gigante, que despliega unas ra¨ªces de un kil¨®metro cuadrado, sinuosos brazos grises que reventaron la tierra, tan grandes como sus propias ramas. Unos pasos m¨¢s adelante, al lado del jard¨ªn de canela y cardamomo, y a plena luz del d¨ªa, se puede ver a grupos de enormes murci¨¦lagos colgados de los ¨¢rboles. Duermen hasta la puesta de sol, cuando despliegan sus alas de un metro y sobrevuelan Colombo en busca de fruta para alimentarse.

Ba?o de paquidermos

Muchas mangostas cruzan la carretera mientras se circula en direcci¨®n al orfanato de Pinnawella, una de las reservas de elefantes m¨¢s importantes del mundo. A una hora de Kandy, se inaugur¨® con cinco elefantes beb¨¦, y ahora alberga a 65 paquidermos, muchos de ellos de entre uno y tres a?os. Los jumbos, que as¨ª los llaman, sobreviven al avance del hombre y los cultivos de arroz en este campamento, en donde se les proporciona una excursi¨®n al r¨ªo Maya Oya y comida (72 kilos de hojas de coco y otras plantas por animal y d¨ªa). Aparte de poder observarlos a escasos metros, con un poco de suerte los cuidadores le dejar¨¢n darle el biber¨®n a uno de los peque?os en cualquiera de sus cinco tomas diarias. En un d¨ªa da tiempo para todo, incluso para comprar en el mismo recinto bonitas libretas de papel reciclado procedente del fibroso excremento de la manada.

Campos de t¨¦

Un poco m¨¢s alejado de esa zona, hacia el centro, se encuentra Nuwara Eliya, la ciudad de monta?a de casi 2.000 metros sobre el nivel del mar donde los ingleses buscaban un clima m¨¢s fresco en los meses de calor. Fueron tambi¨¦n ellos los que, al enfermarse las plantas de caf¨¦ que plantaron en las colinas, las sustituyeron por arbustos de t¨¦, que ahora inundan el paisaje y cuyas hojas dieron fama a Ceil¨¢n.