Traspaso de poderes
Algunos partidos encierran los secretos del cambio de tendencia en los ciclos del f¨²tbol. En el inflamado ambiente del Camp Nou se percib¨ªa esa clase de momento. Despu¨¦s de a?os de penalidades, la hinchada del Bar?a acudi¨® al encuentro no s¨®lo con la certeza de la victoria, sino tambi¨¦n con la sensaci¨®n del comienzo de un nuevo periodo en el f¨²tbol espa?ol. El din¨¢mico, joven y hambriento Bar?a se enfrentaba al Madrid que envejece irremediablemente. Sus jugadores no tienen ni la juventud, ni la energ¨ªa, ni la determinaci¨®n de sus rivales. Todas las estrellas del Madrid tienen diez o doce a?os de carrera en el f¨²tbol. Sin duda, se trata de magn¨ªficos jugadores, referenciales en el f¨²tbol, pero son referencia de un tiempo que ha pasado. La bandera de esta ¨¦poca no les corresponde. La bandera es Ronaldinho, protagonista de una gran noche del Bar?a, que quiz¨¢ cometi¨® un error de perspectiva. Se recre¨® en su autoridad sin comprender que el encuentro le pon¨ªa ante una ocasi¨®n hist¨®rica: declarar el final de este Madrid con un resultado escandaloso. Por raro que parezca ante su incontestable victoria, al Bar?a le falt¨® colmillo. No llev¨® su autoridad hasta el triunfo hist¨®rico.
El partido se defini¨® por comparaci¨®n. Ninguna de las estrellas del Madrid ten¨ªa sitio en el juego del Bar?a. En el lento traj¨ªn del Madrid no hab¨ªa ninguna frescura, ning¨²n sentido armonioso del f¨²tbol, nada parecido al dinamismo. Con la pelota, el Madrid se dedic¨® a un penoso traslado que convert¨ªa cada metro en una conquista heroica. A eso se dedicaron Zidane -triturado en el ala izquierda por el vigoroso Belletti- y Figo, cuyo coraje se correspondi¨® con una p¨¦sima interpretaci¨®n del juego. De Ra¨²l y Ronaldo no hubo noticias. La porter¨ªa les qued¨® en Marte. Ni remataron, ni tuvieron la ocasi¨®n. El decadente Roberto Carlos reedit¨® sus tradicionales fiascos en el Camp Nou. Beckham fracas¨®, como es costumbre en una posici¨®n que desconoce por completo. Sin embargo, nada hay m¨¢s inexacto que atribuirle indolencia al Madrid. Combati¨® con la m¨¢xima dignidad, pero con el menor f¨²tbol posible. Fue un equipo superado por el tiempo y por el rival.
S¨®lo hubo un futbolista del Madrid que mereci¨® jugar en este Bar?a astuto, generoso, inteligente y r¨¢pido, un equipo de pasadores, no de acarreadores. Ese jugador fue Guti, autor de un partidazo, uno de los mejores que ha firmado en su vida, especialmente por las caracter¨ªsticas del encuentro, un trago dur¨ªsimo para todo su equipo. De forma conmovedora, Guti se resisti¨® en solitario a la marea azulgrana. Nunca este futbolista con fama de indolente ha jugado con m¨¢s determinaci¨®n. Guti dio una lecci¨®n espectacular en una noche de perros para el Madrid. En su estilo, en su manera de interpretar el juego, Guti manifestaba una verdad esencial: hab¨ªa qu¨¦ jugar como ¨¦l, hab¨ªa que jugar como el Bar?a.
El jugador de la noche fue Ronaldinho. Por lo que hizo y por la sensaci¨®n de futbolista superior que produjo en cada una de sus intervenciones. La exuberancia de sus acciones no proced¨ªa tanto de su indiscutible habilidad, sino de esa plenitud que se asocia a los grandes del f¨²tbol cuando alcanzan la cima de su carrera. Es el futbolista del momento. No se lo discuti¨® ninguno de los astros del Madrid. No pod¨ªan hacerlo. Alrededor de Ronaldinho se ha generado un entusiasmo comprensible en el Bar?a. Su efecto ha sido radical sobre un equipo instalado en la derrota en los ¨²ltimos a?os. Ronaldinho corona a un equipo que le responde con una generosidad admirable. No hay por ahora se?ales de vanidad en los jugadores, ni distracciones, ni ego¨ªsmos da?inos. El Bar?a de Ronaldinho ha encontrado la orquesta perfecta en Eto'o, Xavi, Deco... Todos saben jugar y todos quieren demostrarlo. Lo hicieron de manera impecable frente al Madrid. Es su momento, tienen el apetito competitivo necesario y lo demostraron en un partido que se?al¨® sin disimulo el cambio de poderes entre dos generaciones, dos equipos, dos maneras de entender el f¨²tbol.
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