"Alguno de los nuestros puede estar muerto"
Un a?o despu¨¦s de la muerte de siete agentes secretos espa?oles en Irak persisten muchas inc¨®gnitas sobre la emboscada que les tendieron
El jefe del servicio secreto, Jorge Dezcallar, contemplaba con su esposa una exposici¨®n sobre la cultura nubia cuando son¨® el m¨®vil. La llamada del oficial de guardia en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) no presagiaba nada bueno. El mensaje era muy confuso. Un agente hab¨ªa logrado contactar con el Thuraya (tel¨¦fono sat¨¦lite) desde Irak. Al parecer, hab¨ªa un tiroteo. "Alguno de los nuestros puede estar muerto", le advirti¨®.
Dezcallar sali¨® a la calle Serrano. Pasaban las 13.30 del s¨¢bado 29 de noviembre de 2003. Lo que m¨¢s le impresion¨® fue el contraste entre la placidez de esa soleada ma?ana de invierno en pleno centro de Madrid y la tragedia que en ese momento se produc¨ªa a 4.300 kil¨®metros. En una carretera al sur de Bagdad.
La investigaci¨®n interna concluy¨® que no hubo "ruptura grave de las normas de seguridad"
El traductor detenido en marzo por las tropas espa?olas ingres¨® en la prisi¨®n de Abu Ghraib
"Lo m¨¢s tremendo fue vivirlo en directo y no poder hacer nada", recuerda Dezcallar
Ya en el coche oficial, camino de su despacho, se confirmaron sus temores. El comandante Bar¨® ha comunicado de nuevo. Dice que hay tres o cuatro muertos. Tras su voz, se escuchan con claridad disparos de arma de fuego. La comunicaci¨®n se ha cortado antes de que pueda dar las coordenadas de d¨®nde se encuentran. Dezcallar se pone en contacto con el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. "Lo m¨¢s tremendo", recuerda un a?o despu¨¦s, "fue vivirlo en directo y no poder hacer nada".
Avisados desde Madrid, tres helic¨®pteros Superpuma salen de Base Espa?a, en Diwaniya, 150 kil¨®metros al sur de la capital iraqu¨ª. Pero es buscar a ciegas. Cuando divisan los restos carbonizados de los dos veh¨ªculos ya es noche cerrada. Ni siquiera llegan a aterrizar.
Mucho m¨¢s cerca, a s¨®lo 10 kil¨®metros, est¨¢ la base de la II Brigada del 505 Regimiento de la 82 Divisi¨®n Aerotransportada de EE UU. Un polic¨ªa iraqu¨ª informa al centinela de que hay una manifestaci¨®n en la carretera. El teniente coronel Pete Johnson despacha una compa?¨ªa militar. Cuando llega, no queda nada que hacer, salvo hacerse cargo de los siete cad¨¢veres de los agentes secretos.
La manifestaci¨®n es, en realidad, una turba enloquecida. Un c¨¢mara de Sky News, que casualmente cruza por all¨ª, rueda escenas terribles: adolescentes pateando los cuerpos inermes de los espa?oles. El equipo de TV se detiene s¨®lo unos minutos. M¨¢s que la columna polaca que llega a continuaci¨®n. Pertenece a la Divisi¨®n Centro-sur, igual que las tropas espa?olas. El tiroteo ya ha terminado, hay veh¨ªculos ardiendo y cuerpos por el suelo. Pero las v¨ªctimas no llevan uniforme y opta por pasar de largo.
Los militares polacos no saben que los muertos son los espa?oles con los que han coincidido esa ma?ana en Camp Victory, la sede del CJTF-7, cuartel general de las tropas de la coalici¨®n, junto al aeropuerto de Bagdad. All¨ª han acudido los comandantes Alberto Mart¨ªnez y Carlos Bar¨® y los suboficiales Luis Ignacio Zen¨®n y Alfonso Vega, integrantes de los dos equipos del CNI que trabajan para la seguridad de las tropas espa?olas. Tambi¨¦n est¨¢n sus sustitutos: los comandantes Jos¨¦ Merino Olivera y Jos¨¦ Carlos Rodr¨ªguez P¨¦rez y los suboficiales Jos¨¦ Lucas Egea y Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Riera.
El relevo no est¨¢ previsto hasta enero, pero los nuevos, que s¨®lo llevan dos d¨ªas en Irak, realizan una "visita de reconocimiento" para completar su preparaci¨®n. El programa incluye Camp Victory, donde se acreditan ante el servicio de inteligencia militar de EE UU, y la sede de la CPA, la Administraci¨®n Provisional de la Coalici¨®n, en el antiguo complejo presidencial de Sadam Husein.
No es habitual que los agentes viajen juntos con quienes han de relevarles; ni que los destinados con las tropas se re¨²nan con los que trabajan en la embajada. Tampoco fue muy ortodoxo que Jos¨¦ Antonio Bernal y Alberto Mart¨ªnez, fichados por la Mujabarat, la polic¨ªa secreta de Sadam, siguieran en Irak tras el derrocamiento del r¨¦gimen.
En todo caso, el desplazamiento de los ocho agentes a Bagdad fue autorizado expresamente por sus superiores en Madrid. El argumento que se dio es que juntos ten¨ªan m¨¢s posibilidad de defenderse que por separado. "Se hizo un an¨¢lisis muy cr¨ªtico de las circunstancias que rodearon su muerte, pero no se apreci¨® ninguna ruptura grave de las normas de seguridad", alega Dezcallar.
Por precauci¨®n, se cambi¨® la fecha del viaje (inicialmente, estaba previsto hacerlo el domingo) y se adelant¨® la hora de regreso a las bases espa?olas de Diwaniya y Nayaf. Probablemente, los todoterreno en los que viajaban fueron marcados cuando atravesaban el mercado de Mahmudiya, un cuello de botella que obliga a reducir la velocidad. M¨¢s adelante, junto a la aldea de Latifiya, 30 kil¨®metros al sur de Bagdad, un Cadillac blanco se les acerc¨® desde atr¨¢s y empez¨® a disparar.
El Nissan Patrol blanco y el Chevrolet Tahoe azul de los espa?oles no estaban blindados. El CNI ya hab¨ªa adquirido veh¨ªculos con blindaje, pero a¨²n no hab¨ªan llegado a Irak. Los agentes tampoco llevaban puesto su chaleco antibalas, no s¨®lo por comodidad, sino porque era un reclamo demasiado llamativo.
Los primeros disparos de Kalashnikov acaban con la vida de Alberto y Alfonso, los dos agentes que van al volante, y dejan malheridos a otros dos. Un todoterreno se detiene en el arc¨¦n, mientras el otro se sale de la carretera y queda atrapado en un barrizal. Desde unos edificios pr¨®ximos, los atacan con fusiles y lanzagranadas RPG. Los supervivientes responden con sus pistolas-ametralladoras. El tiroteo dura casi media hora, hasta que agotan la munici¨®n. Pero la desigualdad es aplastante. Si no hubiera heridos, tal vez habr¨ªan podido huir. No quieren abandonarlos y caen abatidos uno a no.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Riera es el ¨²nico que logra escapar de aquel infierno. Cruza la carretera en busca de ayuda y lo rodea la muchedumbre que en ese momento sale de una mezquita.
Algunas manos le golpean, otras le arrebatan la pistola e intentan meterlo a empujones en el maletero de un coche. En medio de la confusi¨®n, un notable local -emparentado con otro que trabaja para los espa?oles, aunque eso ¨¦l no lo sabe- se acerca y, sin mediar palabra, le da un beso en la mejilla. Es el salvoconducto al que debe la vida. Al d¨ªa siguiente, S¨¢nchez Riera sale de Bagdad en un avi¨®n H¨¦rcules del Ej¨¦rcito del Aire cargado con los f¨¦retros de sus siete compa?eros. "No tengo nada que reprocharle, al contrario. Si no fuera por ¨¦l no sabr¨ªa como fueron los ¨²ltimos minutos de vida de mi hijo", explica Ana Ollero, madre del comandante Bar¨®.
Desde el principio, el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, asegur¨® que los agentes eran un "objetivo elegido", fueron sometidos a un "seguimiento muy estricto" y cayeron v¨ªctimas de una "delaci¨®n". El Gobierno recibi¨® informes del MI6 brit¨¢nico que apuntaban en esta direcci¨®n, pero algunos de sus datos eran err¨®neos, como la afirmaci¨®n de que los veh¨ªculos de los espa?oles fueron identificados esa ma?ana cuando estaban aparcados en la calle, lo que el CNI siempre neg¨®.
En el mismo lugar donde se produjo la emboscada fue atacado pocos d¨ªas antes un convoy de la empresa de seguridad Global Security. Un hecho que era ignorado por los espa?oles. "Hab¨ªa un gran desbarajuste. La CIA iba a su aire en Irak y la informaci¨®n no circulaba entre los diferentes servicios", reconoce un experto en inteligencia.
El 10 de diciembre, EE UU lanz¨® una gran redada en Latifiya, donde fueron detenidas 41 personas. Su objetivo no era tanto capturar a los asesinos de los espa?oles, aunque as¨ª se present¨® en Espa?a, como erradicar los focos de la resistencia. El secuestro de dos periodistas franceses en la misma zona ocho meses despu¨¦s demuestra que s¨®lo lo consigui¨® a medias.
La investigaci¨®n dio un vuelco el pasado 22 de marzo, cuando las tropas espa?olas detuvieron al iraqu¨ª Flayeh Abdul Zarha Anyur Al Mayali. Despu¨¦s de cinco d¨ªas de interrogatorio en la base espa?ola de Diwaniya, fue entregado a las autoridades militares de EE UU como "cooperador necesario" en la emboscada.
Los investigadores creen que Flayeh, profesor de espa?ol que trabajaba como traductor para los agentes del CNI, fue quien avis¨® a los atacantes. Seg¨²n esta versi¨®n, Flayeh se habr¨ªa jactado ante varias personas de su intervenci¨®n en la muerte de los agentes y habr¨ªa manejado grandes sumas de dinero de origen incierto. Pero las mismas fuentes admiten que nunca se reconoci¨® culpable ni se encontraron pruebas materiales en su contra.
La ma?ana de la emboscada, Flayeh acudi¨® a la base espa?ola de Nayaf a buscar a los agentes, por lo que supo que hab¨ªan salido de viaje. Antes de abandonar Bagdad, uno de los fallecidos mantuvo una conversaci¨®n telef¨®nica con una persona a la que no se ha podido identificar. Estos indicios avalar¨ªan la sospecha de que el traductor pudo tener conocimiento del viaje de los miembros del CNI, pero s¨®lo un juicio justo, impensable hoy en Irak, permitir¨ªa demostrar o no su culpabilidad.
Tras ser entregado a EE UU, Flayeh ingres¨® en la prisi¨®n de Abu Ghraib, tristemente famosa por la pr¨¢ctica de torturas y el trato vejatorio a los detenidos. Apenas dos meses despu¨¦s, las ¨²ltimas tropas espa?olas abandonaban Irak. Con ellas desapareci¨® cualquier inter¨¦s por aclarar lo sucedido. Para las autoridades estadounidenses, con m¨¢s de 1.200 muertos en sus propias filas, no constituye obviamente una prioridad.
El pasado 14 de julio, el ministro de Defensa, Jos¨¦ Bono, inaugur¨® en la sede del CNI un monumento creado por Alberto Coraz¨®n en memoria de los agentes muertos. Una llama de bronce, sobre una pared desnuda de acero, recuerda los ca¨ªdos en la emboscada del 29 de noviembre y al sargento Jos¨¦ Antonio Bernal, asesinado el 9 de octubre en Bagdad.
En el mismo acto, Bono entreg¨® a las familias de los agentes la Gran Cruz del M¨¦rito Militar con distintivo rojo, que el Gobierno del PP se hab¨ªa resistido a conceder para no admitir que murieron en combate. "Hoy es un d¨ªa de luto para todo el pa¨ªs", dijo Zapatero cuando murieron. Aunque se opon¨ªa frontalmente a la guerra de Irak, el l¨ªder del PSOE afirm¨® que los agentes muertos "son hijos de todos nosotros, hermanos de todos nosotros".
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