El sue?o de la clase media
Los militantes arropan euf¨®ricos al l¨ªder que mejor defiende sus valores tradicionales
Desde primeras horas de la ma?ana, bajo un cielo plomizo, los militantes del gran partido de la derecha francesa converg¨ªan ayer en el viejo aeropuerto de Le Bourget, a las afueras de Par¨ªs, que alberga ahora un centro de convenciones. Muchos hab¨ªan viajado toda la noche para entronizar a Nicolas Sarkozy, el hombre que mejor encarna sus sue?os y deseos, el que les repite una y otra vez que no deben tener miedo al futuro y les empuja a enarbolar los valores tradicionales, el principio de autoridad y la meritocracia como baremo para medir las recompensas o las sanciones que otorga, no s¨®lo la sociedad, sino la vida misma.
La multitud que acab¨® llenando las salas de Le Bourget constitu¨ªa un muestrario perfecto de la clase media francesa. A las once de la ma?ana las mesas ya estaban llenas de comensales endomingados devorando los sabrosos almuerzos que hab¨ªan podido escoger entre m¨¢s de una decena de men¨²s regionales -y tambi¨¦n europeos, incluida una paella- para reponer fuerzas.
La euforia llev¨® a la locuacidad. "Un gran l¨ªder", dec¨ªa una se?ora de mediana edad sin abrir la puerta a la duda. Y un jubilado de un pueblo cercano a Montpellier enumeraba el cat¨¢logo de desgracias que traen consigo los inmigrantes, especialmente los musulmanes que se niegan a integrarse en el modelo republicano. Adelant¨¢ndose a lo que m¨¢s tarde dir¨ªa Sarkozy, sentenciaba: "Al que no le gusten las leyes de la Rep¨²blica no tiene m¨¢s que marcharse". En la galaxia de la derecha francesa, sin embargo, no abundaban ayer los rasgos ex¨®ticos ni la pieles oscuras.
En los distintos pabellones ten¨ªan lugar debates con ministros del Gobierno e invitados de todo tipo, incluidos los representantes del mundo franc¨®fono, de las antiguas colonias. Pasado el mediod¨ªa, acabados los robustos refrigerios, el pabell¨®n central estaba ya lleno hasta los topes, as¨ª como los laterales, en los que se pod¨ªa seguir el acto a trav¨¦s de grandes pantallas. Los candidatos derrotados -actuando de teloneros- calentaron el ambiente. Despu¨¦s, la gran pantalla central se llen¨® con un retrato en blanco y negro del l¨ªder conservador mientras la megafon¨ªa emit¨ªa un crescendo de tambores y violines, arropado por voces angelicales que anunciaban la llegada de Sarkozy.
Se abri¨® paso entre la multitud enfervorizada hasta llegar al p¨²lpito de los oradores, bajo el que se hab¨ªa situado el sanedr¨ªn del partido; desde el primer ministro, Jean Pierre Raffarin, hasta la esposa del presidente Chirac. Pero antes de subir al estrado, de pronto, en todas las pantallas apareci¨® la imagen de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar con su inseparable bufanda provocando una clara divisi¨®n de opiniones en la sala; los aplausos se mezclaron con los abucheos. El ex presidente del Gobierno espa?ol fue el primero de una larga lista de personalidades -entre los que hab¨ªa muy pocos pol¨ªticos- en felicitar al nuevo presidente de la UMP enumerando sus virtudes y aconsejando unidad a sus correligionarios franceses. Por tres veces sali¨® la imagen de Aznar, intercalada con la de iconos franceses al estilo de los actores Jean Reno y Alain Delon, el ciclista Richard Virenque y el tenista Frabrice Santoro. La ¨²ltima imagen fue la del hijo peque?o de Sarkozy, Louis. "Buena suerte, pap¨¢", le dijo.
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