"El miedo es una constante en mi vida"
Ra¨²l Rivero considera que su poes¨ªa, tras su paso por la prisi¨®n, ser¨¢ m¨¢s profunda y triste
Ra¨²l Rivero tiene grabadas en su memoria im¨¢genes dolorosas de aquella ma?ana de marzo de 2003 en que fue detenido. Primero, el momento en que la polic¨ªa lleg¨® a su apartamento de La Habana y comenz¨® el registro. Cogieron su ordenador port¨¢til y la m¨¢quina de escribir Olivetti que ten¨ªa encima de un aparador. "Me gustaba much¨ªsimo, siempre he preferido la m¨¢quina de escribir a la computadora". Un oficial puso de nuevo la Olivetti en su lugar, y ¨¦l suspir¨®. "Pens¨¦: menos mal, por lo menos escap¨®". Pero al final tambi¨¦n se la llevaron.
Aquella m¨¢quina de escribir estaba junto a ¨¦l desde 1997. En ella tecle¨® muchas de las cr¨®nicas y poemas que aparecen en Sin pan y sin palabras y en Recuerdos olvidados, dos de los cuatro libros que han sido publicados mientras estaba preso y que ahora ha visto por primera vez. De regreso en casa, El Gordo ya no tiene la Olivetti pero s¨ª mucho que contar, y una nueva filosof¨ªa de la vida: "Sin duda, ya no soy el mismo y probablemente nunca lo ser¨¦".
"Llegu¨¦ a la c¨¢rcel por el periodismo, pero esta experiencia me ha enriquecido como poeta"
"La c¨¢rcel ha sido una sacudida. No es que me contaran que hab¨ªa tristeza, la tristeza era yo"
Las rejas, sin embargo, no le han "cerrado" la visi¨®n. "Por el contrario, me la han ampliado y han hecho que vea la vida de un modo diferente, m¨¢s profundo", dice.
En la c¨¢rcel, por supuesto, le ocurrieron muchas cosas. Pero una, en apariencia insignificante, le marc¨® especialmente. "Un d¨ªa le regal¨¦ una fosforera (mechero) a uno de los presos, apodado El Conejo. Era cocinero y ten¨ªa m¨¢s o menos mi misma edad. A veces intercambi¨¢bamos esos peque?os tesoros carcelarios como son unos traguitos de caf¨¦, un cigarro o un jarrito con agua un poco fr¨ªa; comprender que esas cosas son una maravilla ya es una gran ense?anza. A la semana me veo a El Conejo pidiendo fuego y le pregunto: '?Qu¨¦ has hecho con la fosforera?'. Por la noche, cuando vino a verme a mi celda, me la ense?¨®: la llevaba envueltita as¨ª, en un pl¨¢stico, y me explic¨®: 'Es que es el ¨²nico regalo que me han hecho en la vida".
Experiencias como ¨¦sa, dice, le han cambiado como persona y le han hecho crecer. "Y me han permitido salir de la c¨¢rcel con gran serenidad, sin odio, listo para vivir la misma vida pero con otras perspectivas y otros intereses".
El pasado 23 de noviembre, Ra¨²l Rivero celebr¨® su 59? cumplea?os en la prisi¨®n de Canaleta, donde cumpli¨® 20 meses y 10 d¨ªas de una condena de 20 a?os de c¨¢rcel. Los primeros 11 meses estuvo aislado en una celda de castigo que ¨¦l describe as¨ª: "Pod¨ªa dar exactamente seis pasos. Era una ratonera, con un hueco para hacer mis necesidades y un grifo situado a pocos cent¨ªmetros de donde ten¨ªa que recoger el agua para beber y ba?arme. La celda estaba tapiada, hab¨ªa grillos y ranas, el monte entero". All¨ª adentro, la poes¨ªa se convirti¨® en su "refugio" y en su "hilo de contacto con el mundo".
"Para m¨ª, la poes¨ªa ha sido siempre un refugio. Tanto en los momentos dif¨ªciles como en los de alegr¨ªa he acudido a ella, para el sufrimiento o el disfrute". En Rivero, hay que decirlo, la l¨ªnea divisoria entre periodismo y poes¨ªa siempre ha sido difusa: del periodismo viv¨ªa y con ¨¦l se realizaba; gracias a ¨¦l viaj¨®, presenci¨® situaciones fabulosas y conoci¨® a gente incre¨ªble, experiencias que luego llegaron a su obra po¨¦tica y la inspiraron. "Aunque es un poco siniestro, f¨ªjate hasta qu¨¦ punto la relaci¨®n es visceral: yo llegu¨¦ a la c¨¢rcel por el periodismo, no por la poes¨ªa, pero esta experiencia carcelaria me ha enriquecido como poeta".
En la prisi¨®n, sin embargo, la poes¨ªa se convirti¨® para ¨¦l en otro tipo de refugio. Los ¨²nicos poemas que pod¨ªa sacar de la c¨¢rcel y entregar a su esposa, Blanca Reyes, previa revisi¨®n de las autoridades penitenciarias, eran de tema amoroso. Dentro de poco, 45 de ellos aparecer¨¢n en Espa?a en un volumen titulado Coraz¨®n sin furia. "Saber que aquellos poemas pod¨ªan salir y publicarse era muy importante en aquel momento: significaban la esperanza de reintegrarme a la vida".
Pero hab¨ªa otra poes¨ªa: "La poes¨ªa existencial, la poes¨ªa de lo que me rodeaba, de los hombres que estaban cerca de m¨ª, del misterio de conocer la vida de alguien sin verle el rostro, historias muy duras, y tambi¨¦n muy bellas, y algunas muy crueles y sangrientas. Esa poes¨ªa no la convocaba, me asaltaba, la fui escribiendo y la tengo ah¨ª; ahora tengo que trabajarla m¨¢s tranquilamente".
Recuerda un texto que no le permitieron sacar sobre una mariposa que vio pasar cerca de su celda. "Esa mariposa fue muy importante para m¨ª: estuve el resto del d¨ªa esperando que pasara de vuelta, pero como nunca regres¨®, yo escrib¨ª ese texto y la hice volver". Seg¨²n Rivero, pudo convertir aquella celda pr¨¢cticamente en lo que quiso "a partir de los poemas, que son peque?as ilusiones, peque?os sue?os". "Sin la poes¨ªa y el amor", asegura, "no hubiera podido resistir esos 11 meses en aquella celda aislada, con una visita de dos horas cada tres meses".
El humor fue tambi¨¦n importante para sobrevivir. Y Rivero, por suerte, no perdi¨® esa chispa criolla que le hizo famoso. "Ten¨ªa que re¨ªrme de m¨ª mismo. Yo estaba muy gordo, no cab¨ªa en las literas, ten¨ªa demasiada edad para la c¨¢rcel; un desastre, como preso era un caos". Cuenta una an¨¦cdota del proceso en que le condenaron: "La primera vez que vi al abogado fue un d¨ªa antes del juicio. Fue una reuni¨®n de 15 minutos. Era un muchacho joven y bastante inexperto, pues era su primer juicio de disidentes. Mientras me hac¨ªa preguntas sin demasiado sentido, miraba de reojo un bocadillo que hab¨ªa encima de la mesa. No me hac¨ªa ni caso, y lleg¨® un momento en que me pregunt¨®: 'Oiga, ?no se va a comer usted el bocadito?'. Ah¨ª me di cuenta de que estaba perdido".
El abogado, El Conejo, otro prisionero llamado Mandarria que asesin¨® a tres personas -a su mujer, al amante y a un preso que se parec¨ªa al amante- y otros personajes de la c¨¢rcel son ya materia prima literaria de los pr¨®ximos trabajos de Rivero. En estos momentos le apetece escribir algunas "cr¨®nicas de urgencia", pero tambi¨¦n poes¨ªa, aunque admite: "Ya no ser¨¢ como la de antes".
Rivero es uno de los poetas m¨¢s destacados de su generaci¨®n y tiene una decena de libros publicados en Cuba, algunos de los cuales obtuvieron premios de instituciones revolucionarias, pues durante a?os form¨® parte de la cultura oficial. Fue uno de los m¨¢ximos exponentes del coloquialismo, aquella poes¨ªa conversacionalista y en cierto modo antipo¨¦tica que hizo furor en Am¨¦rica Latina a finales de los sesenta. "La poes¨ªa no debe hablar de m¨ª, sino conmigo, de las cosas que pasan", afirmaba Rivero en aquella ¨¦poca. A partir de Puente de guitarra (2002), sin abandonar lo coloquial, su poes¨ªa se hizo m¨¢s r¨ªtmica, m¨¢s preocupada por el idioma, por burilar la palabra y dejarla afilada.
Pero despu¨¦s de la c¨¢rcel, Rivero sabe que su poes¨ªa va a transformarse, "va a ser una poes¨ªa m¨¢s profunda y a veces bastante triste". "La c¨¢rcel me ha dejado tristeza, melancol¨ªa. Ha sido una sacudida. Es como si alguien te pone frente a la realidad y te dice: 'Esto tambi¨¦n es la vida'. Ese enfrentamiento con el dolor, con la humillaci¨®n, con la humildad, con lo sombr¨ªo... No es que me contaran que hab¨ªa tristeza; la tristeza era yo mismo".
En los cinco d¨ªas que lleva en la calle le han otorgado un premio, le han ofrecido varias veces asilo pol¨ªtico, ha tenido jugosas ofertas de trabajo y ha sido aclamado como s¨ªmbolo de la disidencia. "La verdad, me produce v¨¦rtigo ser considerado as¨ª". Y aclara: "Yo no rechazo la disidencia, pero no me considero siquiera un disidente. Soy un escritor que trata de vivir con independencia de las l¨ªneas trazadas oficialmente. No me interesa ning¨²n cargo pol¨ªtico; lo que quiero es vivir para escribir poes¨ªa y periodismo sin mandato en el pa¨ªs en que nac¨ª".
Pero..., ?podr¨¢ hacerlo? Y si ha de marcharse..., ?no se morir¨¢ de nostalgia, como muchos intelectuales amigos suyos que hoy residen fuera de Cuba? Estas preguntas le desasosiegan: "Inconscientemente, siempre he rechazado irme por eso, por el miedo a la amargura, a tener que inventar odios, a todo eso. Pero tambi¨¦n pienso que es amargo pasarme el resto de los a?os encarcelado, y no s¨®lo por m¨ª, por mi familia". Lo dice m¨¢s directamente: "No excluyo el exilio".
Por cierto, poco despu¨¦s de salir de prisi¨®n recibi¨® una llamada del director de un diario de Miami. Le felicit¨®, pero tambi¨¦n le reproch¨® no haber sido m¨¢s duro en sus primeras declaraciones. Se qued¨® pasmado: "Los cubanos debemos acostumbrarnos a recibir cr¨ªticas. Los de aqu¨ª y los de afuera: es siniestro pedirle a todo el mundo que te adule, que te aplauda o que finja".
Uno de los poemas incluidos en Coraz¨®n sin furia dice: "Creedme que dorm¨ªa. Eso es cierto. / Considerad tambi¨¦n que me besaba. / Habl¨¢bamos de amor y de poes¨ªa; / yo apenas respiraba, yo viv¨ªa / el instante preciso que pasaba / y el miedo insuperable a estar despierto". Rivero es un ferviente defensor del miedo. "No es que proponga que todo el mundo sea un cobarde y ande por la calle lleno de temor. Pero a veces uno tiene miedo a cosas como despertarse y no poder seguir so?ando, como yo cuando quer¨ªa huir de la realidad de la celda".
Despu¨¦s de 20 meses de c¨¢rcel, El Gordo quiere que esto quede bien claro: "No le tengo miedo al miedo. Le tengo miedo a la temeridad vac¨ªa, a la b¨²squeda de gloriecitas, porque el hero¨ªsmo est¨¢ muy cerca, en estos tiempos, de la superficialidad y de la ventaja pol¨ªtica. Hay que rebajar el tono para poder trabajar con honestidad. Y no me cuesta admitirlo: el miedo es una constante en mi vida desde hace muchos a?os".
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