Volver¨¢s al Genal
El autor de 'El orden improbable' se pierde entre el museo viviente de Genalguacil (M¨¢laga) y recorre los senderos de sus valles
Ya no quedan casta?as en los campos que rodean el Genal. No hay en el suelo, entre las hojas, erizos ocres que protejan el fruto. Pas¨® octubre. Podremos lavarnos la cara en Igualeja, en la balsa de agua que surge de una grieta en la roca: el nacimiento del Genal, pero las casta?as estar¨¢n lejos, es la suerte de su condici¨®n tempranera, la primera que llega a los mercados espa?oles y extranjeros, la que a veces -elaborada- es devuelta con etiqueta de casta?a de origen franc¨¦s. Pero quedan los casta?os, y la dicha de recorrer pueblos blancos y senderos selv¨¢ticos, repletos de colores, sonidos y olores, pueblos mal comunicados y, en parte por eso, tranquilos y quietos, lugares para perderse, desconectar, espacios a los que se regresa.
Desde Ronda cogemos la carretera hacia Algeciras, el desv¨ªo a Algatoc¨ªn. Desde M¨¢laga podemos elegir entre dos caminos, ambos en torno a los ciento cincuenta kil¨®metros. Se puede ir hacia Ronda y, pocos kil¨®metros antes de llegar, tomar un desv¨ªo a la izquierda (si subimos desde San Pedro de Alc¨¢ntara) que a trav¨¦s de curvas y bajadas nos llevar¨¢ a Igualeja, donde convendr¨¢ lavarse la cara en el nacimiento del Genal. Eduardo ya no es el p¨¢rroco de Igualeja. Hace diez a?os, un hombre grande al que todos saludaban con cari?o me abraz¨® en las calles de Igualeja, me dijo que era el p¨¢rroco y, tom¨¢ndonos un vino para celebrar el inesperado encuentro, me invit¨® a hacer una lectura en la ¨²ltima misa del a?o. Antes de subir a leer, escuch¨¦ sus advertencias desde el p¨²lpito: "que no caso a nadie, lo recuerdo, no caso a nadie como no me avise con tiempo para prepararlo en condiciones, que con menos de tres meses de antelaci¨®n s¨®lo caso a las parejas con problem¨¢tica urgente, ya me entend¨¦is". Eduardo, grande y campechano, hab¨ªa sido compa?ero de clase en secundaria.
Es indispensable trazar itinerarios, planificar rutas y visitas. Es necesario descartar pueblos que visitaremos en otra ocasi¨®n. La continuaci¨®n de la carretera que tra¨ªamos nos acerca a Pujerra, sus casas blancas con flores forman callejas que son un laberinto que nos lleva hasta la plaza, forman balcones que se asoman a los casta?os. Un caf¨¦, una rebanada de pan con chacina, que el camino que viene es largo. Sin detenernos en Jubrique, llegamos a Genalguacil. El otro camino era dejar atr¨¢s Estepona y subir a Casares, esa cascada de casas encaladas bajo el castillo, y entrar en el Valle del Genal por Gauc¨ªn, donde nos detendremos a contemplar las monta?as norteafricanas.
De cualquier forma, estamos en Genalguacil. Dejamos el coche fuera del pueblo y nos olvidamos de ¨¦l y de todo. Plazas cortadas por el barranco del valle selv¨¢tico donde sospechamos los meandros del Genal. Vigilado por la bella silueta de Benarrab¨¢ al otro lado del valle, Genalguacil es otro laberinto blanco de origen morisco donde cada recoveco m¨ªnimo se convierte en un jard¨ªn donde tal vez quepa poco m¨¢s que un limonero y donde en cada esquina nos espera una mujer embarazada de madera desperez¨¢ndose, unos amigos de alambre apostados en un alf¨¦izar o un caballo de piedra, fuentes, versos que convierten a Genalguacil en un museo viviente fruto de los cert¨¢menes de arte muchas de cuyas muestras se quedan de manera permanente.
Qu¨¦ placer callejear sin rumbo, reconocer esquinas por las que creemos haber pasado, desembocar ante alg¨²n restaurante donde, sin prisas, comer los platos de la sierra, empezando por las migas o el gazpacho caliente.
El poeta y cronista Diego Hurtado de Mendoza que narr¨® la guerra de Granada, dedic¨® en sus estudios espacio para hablar de las importantes revueltas de moriscos en Genalguacil y otros pueblos de la comarca. Emulando a los antiguos pobladores, a guerreros y soldados, asesor¨¢ndonos en el restaurante donde hemos almorzado, prepararemos la primera ruta: el sendero que une Genalguacil con Benarrab¨¢ (si alguien no quiere andar, perfecto: lleva el coche hasta el escalonado y blanqu¨ªsimo Benarrab¨¢). Unas tres horas despu¨¦s, en Benarrab¨¢, vig¨ªa del valle, subiremos hasta la plaza, satisfechos de haber cruzado el Genal, de haber paseado entre alcornoques, casta?os, pinos, de estar en la plaza, ¨²nica. Buscaremos el alojamiento, que habremos reservado antes, en una casa rural cerca de la plaza, en el hotel rural Banu Rabbah o incluso en un cortijo. Una ducha, una comprobaci¨®n de que contamos con lo necesario para encender la chimenea despu¨¦s de la cena y, otra vez, a la calle, a los escalones empedrados, al cielo arriba, con su fina lluvia, al verde alrededor. Atardece en Benarrab¨¢. Cansados y contentos, lo importante es pedir un vino y un plato de setas, charlar antes de que el fuego de la chimenea nos hipnotice de nuevo.
En estas fechas hace fr¨ªo en el Valle del Genal. Y humedad. El fr¨ªo recorre las calles empedradas que atravesamos. Los espacios interiores, las voces, el calor, nos recuerdan qui¨¦nes somos, pues el fr¨ªo, la piedra, los tremendos paisajes, lo visto, el Genal, nos transportan a otras dimensiones.
Estamos en Benarrab¨¢, y si a¨²n tenemos ganas de senderos, de dejarnos impresionar, podemos ir al ca?¨®n de Las Buitreras, Monumento Natural, el desfiladero, una garganta que sobrecoge, el puente sobre el r¨ªo, el majestuoso vuelo de los buitres leonados.
Y por qu¨¦ no haber ido hasta Cortes de la Frontera en tren y caminar hasta Benalaur¨ªa, dormir all¨ª, visitar el museo etnogr¨¢fico, asomarnos al valle, sentirnos parte de los bosques, en silencio, tan lejos, tan en un lugar, nosotros, disfrutando. Por qu¨¦ no buscar el mapa, abrirlo despacio, comenzar a viajar.
- Para dormir. Casa con chimenea y cocina en Genalguacil, Benalaur¨ªa o Benarrab¨¢ (www.serraniaronda.org, 952 870 739, entre 13 y 21 euros persona/noche). En Benarrab¨¢, Hotel rural Banu Rabbah, 12 habitaciones dobles (sobre 50 euros) con vistas estupendas; organizan y aconsejan excursiones (www.hbenarraba.es, 952 150 288). - Para comer. El mejor sitio, en Benalaur¨ªa: La Molienda, sobre una antigua almazara y con una tienda de productos del lugar; los d¨ªas nublados o lluviosos, gachas. C/ Moraleda 59, www.molienda.com, 952 152 548, sobre 18 euros. En Genalguacil: El Refugio, c/ Duende 4, 952 152 130, unos 20 euros..
Para comprar.
Queso de cabra, mermeladas, chacina. Tambi¨¦n mimbre y cer¨¢mica.
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