La fiesta y sus invitados

Con un reparto id¨¦ntico al del a?o pasado, volvi¨® El d¨²o de "La africana" con ¨¢nimo de continuidad. ?nimo he dicho y no lo parec¨ªa al comienzo de la funci¨®n, pues el Teatro Real felicit¨® el A?o Nuevo con una voz en off y bastante tristona adem¨¢s. Mal comienzo: m¨¢s que una felicitaci¨®n parec¨ªa un p¨¦same. Como contagiado de ello, la representaci¨®n empez¨® en tono mortecino. La orquesta sonaba afinada, compacta, detallista y hasta virtuosa, pero sin gracejo. Las cosas se fueron enderezando y en ello jugaron un papel decisivo el bar¨ªtono Luis ?lvarez, que, a¨²n af¨®nico, cogi¨® las riendas de la escena y regal¨® al p¨²blico un Cherubini lleno de desparpajo, y tambi¨¦n fue fundamental la actuaci¨®n del coro, desenvolvi¨¦ndose a una altura art¨ªstica extraordinaria. El tenor Guillermo Orozco se super¨® respecto al a?o pasado y la tiple Mar¨ªa Rodr¨ªguez se ha estancado en ese andalucismo a lo Quintero y, al menos en el famoso d¨²o, se la entiende poco. A su aire Trinidad Iglesias y el resto. Bien en conjunto.

Llegaron los invitados y aquello cogi¨® otro aire. No hubo filtraciones y el efecto sorpresa se produjo. Los cuatro estuvieron estupendos. La joven soprano Ruth Rosique eligi¨® La primorosa, dejando unos cuantos destellos de clase como para tomar nota. Despu¨¦s llegaron lo chicos, aunque el primero de ellos apareci¨® vestido de mujer y movi¨¦ndose con total familiaridad encima de sus zapatos de tac¨®n de aguja. Era Enrique Viana. Su escena alrededor de La viejecita estuvo bien construida, con una comicidad muy a lo Viana, pero con dominio de las tablas e intencionalidad en el texto. El tenor Josep Bros cant¨® el aria de los "dos" de La hija del regimiento, con seguridad, color y garra. Por ¨²ltimo, el bar¨ªtono Carlos ?lvarez cautiv¨® con sus modos de gal¨¢n en La del soto del parral.