No todo va tan mal
Las noticias provenientes del Pa¨ªs Vasco se suelen hacer presentes en la pol¨ªtica espa?ola en forma de avalancha que provoca el consiguiente tsunami airado. En este caso, la aprobaci¨®n inesperada por el Parlamento vasco del plan Ibarretxe se ve incrementada por la sensaci¨®n de desconcierto al interpretarlo. Pero, en realidad, si se examina con detenimiento la cuesti¨®n, lo sucedido no era imprevisible ni est¨¢ condenado a imposible soluci¨®n.
La estrategia de Batasuna (u organizaciones similares) siempre ha sido convertirse en eje de la pol¨ªtica vasca a base de beneficiarse de la fragmentaci¨®n del panorama pol¨ªtico. Su decisi¨®n de repartir los votos entre dos posiciones antit¨¦ticas revela hasta qu¨¦ extremo respeta poco a su electorado. El hecho de que todo se justifique gracias a una carta de Josu Ternera hace patente, una vez m¨¢s, la dependencia de ETA. Pero esa especie de labor de filigrana en el ejercicio de una t¨¢ctica a la vez c¨ªnica y con toda la pretenciosidad interpretativa en las organizaciones revolucionarias tiene fecha de caducidad. Despu¨¦s de las elecciones de mayo, Batasuna no tendr¨¢ grupo parlamentario y dif¨ªcilmente podr¨¢ organizar confrontaciones entre los dos grandes sectores de la sociedad vasca. Su voto se va a ir en parte a los otros partidos nacionalistas o a perderse como nulo.
De cualquier modo, lo que la sociedad vasca opina acerca de s¨ª misma est¨¢ cada vez m¨¢s lejos de la imaginaci¨®n calenturienta de los adl¨¢teres de ETA. S¨®lo un 0,6% de los vascos se identifica con ella: frente a esta cifra, un 54% de los vascos quisiera la modificaci¨®n de la organizaci¨®n territorial del Estado por procedimientos constitucionales, y un 67% con un consenso semejante al del Estatuto de Guernica.
En este punto es en donde mayores dificultades tiene la posici¨®n de Ibarretxe. Los nacionalistas vascos parecen tener la idea de que un buen procedimiento de negociaci¨®n consiste en poner el punto de partida lo m¨¢s lejos posible de la otra parte porque eso llevar¨¢ el recorrido de las conversaciones m¨¢s cerca de la propia posici¨®n. Eso no es verdad siempre, pero lo es menos todav¨ªa situarse en una posici¨®n que puede ser denominada como preconstitucional. La sorpresa le pudo dar a Ibarretxe una sensaci¨®n de felicidad que no est¨¢ justificada. No ha convencido a Batasuna de nada pero, adem¨¢s, es improbable que consiga entusiasmos entre los diputados en Madrid. Pactar en la capital un consenso no habi¨¦ndolo logrado en el Pa¨ªs Vasco es una pretensi¨®n irrazonable. Pero, sobre todo para Ibarretxe, se hace una vez m¨¢s presente la tesis enunciada por Kepa Aulestia: "Cuanta m¨¢s soberan¨ªa,menos territorialidad". La posici¨®n de ?lava se ha expresado de forma n¨ªtida y tiene especial significaci¨®n cuando las diputaciones son tan esenciales en la organizaci¨®n del Pa¨ªs Vasco. Pero a ella le pueden seguir no pocas poblaciones de fuerte entidad demogr¨¢fica. ?Merece la pena tratar de configurar un Pa¨ªs Vasco as¨ª? El soberanismo crea paisajes imaginarios y realidades mucho menos confortables. Un plebiscito ser¨ªa ilegal pero cabe pensar que resultar¨ªa tambi¨¦n id¨®neo para enfrentar al nacionalismo con la realidad.
En el fondo, da la sensaci¨®n de que se est¨¢ jugando, desde hace meses, a mucho m¨¢s corto plazo, el de las elecciones vascas de mayo, de cara a la consolidaci¨®n o no de una mayor¨ªa pol¨ªtica nacionalista. Tanto el PNV, desde la presidencia de Imaz, como el PSOE de Patxi L¨®pez han aproximado talantes. Detr¨¢s de esa realidad se adivina mucho que discutir sobre cuestiones concretas o, lo que es lo mismo, sobre contenidos de un posible Estatuto futuro. Palabras como di¨¢logo y convivencia, de puro empleadas, parecen haberse adue?ado de los contradictores pol¨ªticos.
Conviene ahora no repetir los errores de ocasiones precedentes. En el a?o 2001, la propuesta mal llamada "constitucionalista", aupada por fervorosos intelectuales, tuvo el efecto contrario al pretendido por quienes la promov¨ªan. Ahora, la ense?anza principal de aquellos momentos no debe ser olvidada. El "fervor¨ªn" partidista dirigido a los muy partidarios con un nivel elevado de decibelios no es sustitutivo de la inteligencia, la habilidad y el deseo profundo de entenderse.
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