Todos controlados
Cuando yo era peque?a, volar en avi¨®n era excitante y una delicia.Una azafata siempre muy guapa y muy cort¨¦s te daba un caramelo para que al tragar la saliva no se te taparan los o¨ªdos o algo similar. Pero ahora volar es una tortura y no hay otra conversaci¨®n entre la gente para la que tomar el avi¨®n forma parte de su vida laboral. Como dec¨ªa un amigo que viaja con frecuencia, "ahora ya s¨®lo hay dos clases, la business y la mouton", o sea, la del cordero, intercambiable por la del ganado. Iberia, decidida a reducir gastos, ya no da ni un zumo de naranja sin pagar, y cuando lo compras es a un precio abusivo, con lo que ya comienza a verse a los pasajeros con botellas de agua: pronto los veremos con un hornillo haci¨¦ndose unas patatas bravas o con fiambrerita llena de cusc¨²s. Ya no se da la prensa a la clase turista, y el equipaje humano pasa a ser considerado un mineral sin raciocinio. Salvo honradas excepciones, te tratan igual de mal si has pagado un billete completo como si te has apuntado a la ¨²ltima oferta por Internet y est¨¢s volando por tan s¨®lo menos de 99 euros.
Pero lo peor es entrar en Estados Unidos, y a¨²n peor los controles en vuelos interiores. Ven¨ªa yo de ver el Museo Jud¨ªo de Washington y haciendo la cola y sac¨¢ndome los zapatos, el abrigo y la chaqueta evocaba lo que acababa de ver. Entonces una guardia negra me pas¨® el detector de metales por delante y evidentemente son¨®. "? Lleva usted sostenes de aro?", me pregunt¨®, y yo le dije que s¨ª. Para mi sorpresa, me pas¨® el mismo detector por el otro lado y yo ya no sab¨ªa si re¨ªr o llorar: "Oiga, normalmente en los sostenes si hay un lado con aro, el otro tambi¨¦n lo lleva", le dije, y con toda ingenuidad le pregunt¨¦ si no llevaba sostenes. Para mi pasmo me dijo que no, y mientras contemplaba sus enormes senos ca¨ªdos, miraba de refil¨®n al que me segu¨ªa en la cola, a punto de ser interrogado, y que re¨ªa por lo bajo.
Y sin embargo, todo esto son pamplinas despu¨¦s de haber le¨ªdo, subida a otro avi¨®n, el art¨ªculo del Herald Tribune del pasado 24 de noviembre. Resulta que yo estaba entre ese 15% de los dos millones de pasajeros diarios que en Estados Unidos son llevados aparte, escogidos al azar, para ser inspeccionados. Y el art¨ªculo en cuesti¨®n explica que las quejas de las mujeres se hacen o¨ªr cada vez m¨¢s, tras tener que ser inspeccionadas muchas veces por hombres. La actriz Patti Lupone explica que se sac¨® el cintur¨®n, los zapatos, la chaqueta, y que se quej¨® en¨¦rgicamente cuando le hicieron quitar la blusa. Numerosas ejecutivas toman la v¨ªa alternativa del coche o, p¨¢smense, se han decidido a comprar unas blusas adicionales que llevan bajo la chaqueta. Est¨¢n furiosas, y con raz¨®n. "Los hombres no saben cu¨¢n ofensivo es ser tocada por alguien cuando t¨² no lo deseas", dijo una de ellas. Bonito tema para una pel¨ªcula (una atracci¨®n fatal derivada, pongamos por caso, de uno de estos registros), y un ejemplo m¨¢s de que las leyes las hacen casi siempre los varones.
Estos nuevos controles se introdujeron en septiembre, tras un atentado terrorista en Rusia que destruy¨® dos aviones y mat¨® a 90 personas, y en el que dos mujeres chechenas fueron sospechosas de llevar explosivos no met¨¢licos que pueden ser, dicen, f¨¢cilmente escondidos en los sostenes. Pero las norteamericanas, siempre tan batalladoras, ya han empezado a requerir los servicios legales de abogados especialistas en derechos civiles. Y as¨ª est¨¢ la cosa.
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