Carlismo
Le¨ª en una reciente encuesta que al cuarenta y pico por ciento de los vascos (era la respuesta mayoritaria) no les gustaba el plan Ibarretxe. Sin embargo, un porcentaje semejante y tambi¨¦n mayoritario pensaba que el plan podr¨ªa mejorar la situaci¨®n de violencia. He aqu¨ª la maquinaria del chantaje criminal en perfecto funcionamiento. Visualicemos un ejemplo puramente hipot¨¦tico: c¨®jase, por un lado, un grupo social, y, por otro, un pu?ado de mafiosos armados. D¨¦jese que estos bandidos torturen, maten y aterroricen al grupo social durante d¨¦cadas y despu¨¦s, cuando el colectivo est¨¦ suficientemente quebrantado, moral y an¨ªmicamente, perm¨ªtase que unos cuantos del grupo, junto con los amigos de los mafiosos, propongan un plan, aunque sea estrafalario. Pongamos que proponen que, a partir de ahora, las personas caminen siempre para atr¨¢s. A la mayor¨ªa de los integrantes de ese colectivo caminar para atr¨¢s les parece un disparate, pero est¨¢n dispuestos a aceptarlo si con eso dejan de amenazarles y matarles. Pregunta: ?consideran ustedes que eso ser¨ªa un ejercicio de libre elecci¨®n?
Con estupor, con creciente inquietud y, sobre todo, con infinita pena, veo c¨®mo las ingentes y s¨®lidas reservas de reaccionarismo de nuestro pa¨ªs se disponen a dinamitar una vez m¨¢s el desarrollo y la modernizaci¨®n de Espa?a. Desde hace un par de siglos, cada vez que logramos entrar en un periodo de progreso, estalla una guerra carlista ultramontana que clama por la patria ancestral. Lo que hoy llamamos la cuesti¨®n vasca es otra guerra carlista, otro movimiento intempestivo hacia el pasado m¨¢s rancio y obsoleto. En la rampa de despegue de la Europa supranacional, nosotros queremos volver a la tribu. Con el agravante de que un colosal malentendido hist¨®rico ha hecho que la izquierda haya apoyado los movimientos nacionalistas e incluso los haya considerado progresistas, cuando son esencialmente retr¨®grados. A la izquierda en general, y yo me incluyo, se nos debe criticar nuestra confusi¨®n y nuestra falta de criterio a la hora de juzgar los excesos nacionalistas. Y a la izquierda hoy en el poder se le podr¨ªan criticar sus pactos insostenibles con gente como Carod, sus equilibrios pol¨ªticos imposibles, su indecisi¨®n, sus titubeos.
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