El coche perdido de Picasso
En 1955, Pablo Picasso pint¨® en un pronto y sin permiso 'Las guirnaldas de la paz' sobre un Citro?n DS con el que el periodista mexicano Manuel Mejido acudi¨® a entrevistarle a su casa-taller de Cannes. El autom¨®vil era prestado. Luego fue vendido. Su existencia hoy es un misterio.
Pablo Picasso nunca tuvo un Citro?n. Tuvo un Panhard-Lewasor, un Hispano-Suiza, un Dauphine, un Oldsmobile, un Hotchkiss, un Mercedes, un Alfa-Romeo?... Pero a ninguno de ellos le dio jam¨¢s una pincelada. S¨ª, en cambio, lo hizo en un Citro?n DS azul con capota blanca, modelo 1955. Que adem¨¢s no era suyo. Sucedi¨® en el verano de 1958, en La Californie, su arbolada villa de Cannes con vistas al Golfe-Juan y a Antibes. El due?o del veh¨ªculo ni se enter¨®. En agosto de aquel a?o, un periodista mexicano, dos estudiantes colombianos que cursaban posgrado en el Instituto de Altos Estudios Cinematogr¨¢ficos y una chica francesa partieron de Par¨ªs con un autom¨®vil prestado rumbo a la casa-taller del pintor en Cannes.
?Qu¨¦ quieres, la pintura de Picasso o la firma de Picasso?" dijo el pintor. "Las dos, maestro; hacen la mejor combinaci¨®n"
?vido de destacar en una prometedora carrera, el joven reportero Manuel Mejido hab¨ªa conseguido la entrevista con Picasso. Sab¨ªa que el malague?o era "republicano hasta la m¨¦dula", y se aprovech¨®: le dijo a la secretaria que llamaba de parte del Centro Republicano Espa?ol de Ciudad de M¨¦xico. Reticente a las entrevistas, el artista hizo una excepci¨®n. Estaba agradecido a M¨¦xico por haber acogido a los refugiados espa?oles en 1939. Acord¨® con Mejido la entrevista a las once de la ma?ana, cuatro d¨ªas m¨¢s tarde.
En Par¨ªs, y sin dinero, Mejido pidi¨® prestado un coche a un conocido espa?ol que se hospedaba clandestinamente en la Casa de M¨¦xico. La gasolina y los gastos corrieron a cargo del par de colombianos y de la chica francesa. Mejido les prometi¨® que hablar¨ªan tambi¨¦n con Picasso -el artista les concedi¨® 15 minutos "para un documental que estaba preparando el Centro Republicano de Ciudad de M¨¦xico"-. Cuando emprendi¨® el viaje de ida, el periodista no sab¨ªa que el DS prestado le sacar¨ªa de apuros durante un tiempo. Picasso iba a pintar en ¨¦l Las guirnaldas de la paz.
-?Qui¨¦n es el republicano espa?ol que viene de M¨¦xico? -pregunt¨® Picasso al verlos aparecer.
-Yo soy -respondi¨® Mejido.
-?Y t¨² eres el secretario de la Embajada o qu¨¦?
Con astucia le aclar¨® al pintor que hab¨ªa sido enviado por el presidente del centro para entrevistarle, y cit¨® el nombre de un espa?ol, amigo de la infancia, para hacer pasar por verdad lo que era pura mentira: "Hay una confusi¨®n, maestro. Don Eneko Belausteguigoitia, presidente del Centro Espa?ol de Ciudad de M¨¦xico, me envi¨® para hacerle una entrevista". Adem¨¢s, dijo, estaba lo del documental. El periodista convenci¨® a Picasso de que dejara montar las c¨¢maras de los colombianos. Despu¨¦s el pintor condujo a Mejido hacia su jard¨ªn de palmeras y eucaliptos, y charl¨® con ¨¦l de su obra, de los republicanos en M¨¦xico. De regreso al sal¨®n de la casa, el artista desapareci¨®. Los invitados se quedaron esperando. Estaban inquietos, pensaban ya en retirarse. En eso volvi¨® el pintor. Se sorprendi¨® al verles.
-Ya has estado aqu¨ª dos horas -le dijo a Mejido-. ?Acaso no tienes nada que hacer? Yo trabajo siempre. Hasta dormido sue?o con el color, los tonos, las l¨ªneas, la composici¨®n de un cuadro. ?Hala, hala! -hizo como si espantara a unas moscas.
Al salir, Mejido vio que el esmalte azul del Citro?n estaba tallado en algunas zonas, sobre las cuales, con pintura blanca, hab¨ªa pintadas unas flores, un ¨¢rbol, una familia. De s¨²bito, Picasso se ri¨® y dijo:
-Pint¨¦ en tu autom¨®vil Las guirnaldas de la paz.
-Maravillosas. Pero no las firm¨®, maestro -dijo Mejido como si un rayo de luz le iluminara el cerebro.
-?Qu¨¦ quieres, la pintura de Picasso o la firma de Picasso? -pregunt¨® el autor del Guernica.
Yo trabajo siempre. Hasta dormido sue?o con el color, los tonos, las l¨ªneas, la composici¨®n de un cuadro" Pablo Picasso
-Las dos, maestro; hacen la mejor combinaci¨®n.
Entonces, el artista recogi¨® del suelo la pintura blanca y en el guardabarros trasero firm¨®: "Picasso".
En efecto, Picasso no descansaba.
El viaje de regreso tuvo menos escalas. Mejido estaba apurado, no quer¨ªa que ning¨²n contratiempo le desviara de lo que ten¨ªa en mente: vender el coche a una galer¨ªa, como obra de arte. As¨ª lo hizo cuando lleg¨® a Par¨ªs. Luego le perdi¨® el rastro.
?Y d¨®nde est¨¢ el autom¨®vil? ?Lo tiene alguna galer¨ªa en Par¨ªs? ?Existe alguna relaci¨®n con el contrato millonario que en 1998 firm¨® la familia Picasso con Citro?n para bautizar un modelo del fabricante franc¨¦s como Xsara Picasso, el primero en la historia en usar nombre de artista, o es casualidad que fuera la marca francesa la que reclamara el nombre del pintor? ?Es puro azar tambi¨¦n que fuera aquel a?o, 1958, cuando Citro?n entr¨® en Espa?a, m¨¢s o menos por las mismas fechas en que Picasso, sin permiso y con cierto halo de soberbia, pintara el coche de Mejido, quiz¨¢ sabiendo que ayudar¨ªa al periodista a solventar sus gastos, o en un mero gesto simb¨®lico con M¨¦xico por haber recibido a los refugiados dos d¨¦cadas antes? El caso es que tal gesto represent¨® para Mejido 6.000 d¨®lares al cambio de entonces, seg¨²n cuenta el propio periodista, 1.000 de los cuales fueron a parar a su antiguo due?o, a quien le fue contada otra historia para evitar preguntas mayores.
Dos de los expertos en Espa?a en la obra y vida del pintor -Josep Palau i Fabres, director de la fundaci¨®n que lleva su nombre en Caldes d'Estrac y amigo de Picasso, y Rafael Inglada, autor de la biograf¨ªa Pablo Picasso (1881-1973)- desconoc¨ªan la existencia del coche convertido en arte. En el Museo Nacional Picasso de Par¨ªs tampoco tienen ning¨²n registro. "Es la primera noticia, una verdadera rareza", dice Inglada, quien trabaja desde 1989 en la Fundaci¨®n Picasso de M¨¢laga. "Y no cabe duda de que las fotos est¨¢n hechas en La Californie", a?ade al ver el material gr¨¢fico que acompa?a estas p¨¢ginas.
Si bien Picasso no era muy dado a conceder entrevistas, debido a que le irritaba que le distrajeran en su trabajo y a que le parec¨ªan una p¨¦rdida de tiempo -¨¦l mismo llamaba a su para¨ªso en la Costa Azul "la fortaleza del ogro"-, Inglada sab¨ªa que el pintor hab¨ªa recibido a Camilo Jos¨¦ Cela en aquel 1958 -Picasso ilustr¨® Gavilla de f¨¢bulas sin amor, que se public¨® en 1962-. Pero ?a un periodista mexicano? Ni idea.
En realidad, el acuerdo que firm¨® la familia Picasso con la compa?¨ªa automotriz el 17 de septiembre de 1998, despu¨¦s de siete meses de negociaciones, no ten¨ªa nada que ver con el coche personalizado por el artista cuatro d¨¦cadas antes. El pretexto para bautizar a un nuevo modelo con el nombre del genio fue muy simple: pura asociaci¨®n de ideas. De acuerdo a la informaci¨®n que se public¨® por aquel entonces, los directivos de Citro?n se vieron impulsados a denominar Picasso a su nuevo modelo porque, al igual que el artista rompi¨® con las formas pict¨®ricas en 1907 con su primer cuadro cubista, Las se?oritas de Avi?¨®n, el coche de marras -a medio camino entre turismo y monovolumen- pretend¨ªa "romper el estilo tradicional del autom¨®vil". La compa?¨ªa francesa tambi¨¦n aprovech¨® la coincidencia de que un a?o despu¨¦s de que el artista pintara a las prostitutas de la calle Avinyo de Barcelona, en 1908, Andr¨¦ Citro?n, fundador de la marca, hab¨ªa iniciado sus trabajos de fabricaci¨®n de los primeros coches. Y evidentemente el hecho de llamar a un coche con el nombre de un artista de la talla de Picasso no estuvo libre de pol¨¦mica. En diciembre de 1999, cuando estaba listo el autom¨®vil, el entonces director del Museo Picasso de Par¨ªs, Jean Clair, escribi¨® un art¨ªculo en el diario Lib¨¦ration en el que denunciaba el uso comercial del nombre y obra de Picasso por parte del fabricante franc¨¦s. "A partir de ahora, y m¨¢s a¨²n cuando los 170.000 autos que Citro?n piensa fabricar este a?o [2000] desfilen con el apellido del pintor malague?o, un picasso designar¨¢ a un veh¨ªculo en la sociedad del tercer milenio", escribi¨® indignado. En cualquier caso, ni unos ni otros sab¨ªan que ya hab¨ªa -o hab¨ªa habido- un picasso plasmado en un coche, y que, casualmente, quiz¨¢ el ¨²nico autom¨®vil que hab¨ªa pintado en su vida el malague?o -al menos el ¨²nico del que existe fotograf¨ªa- hab¨ªa sido un Citro?n.
La publicidad para el lanzamiento -en 1999 en Francia y en 2000 en Espa?a- del nuevo modelo fue: "Citro?n Xsara Picasso? una obra de arte". El coche nac¨ªa con la firma plastificada del artista, a a?os luz del aut¨®grafo que Picasso plasmara sobre el DS 1955, el modelo m¨¢s cl¨¢sico de Citro?n en sus casi ya 100 a?os de historia, el coche que fue bautizado DS porque en su pronunciaci¨®n en franc¨¦s (d¨¦esse, diosa en espa?ol) se quer¨ªa decir todo: carrocer¨ªa aerodin¨¢mica, dos vol¨²menes, suspensi¨®n hidr¨¢ulica y un dise?o que romp¨ªa con todo. Un salto de 20 a?os en la evoluci¨®n del autom¨®vil? Una obra de arte, para los entendidos. "Hay en el DS el principio de una nueva fenomenolog¨ªa del ajuste, como si se pasara de un mundo de elementos soldados a un mundo de elementos yuxtapuestos que se sostienen por la ¨²nica virtud de su maravillosa forma [?]. Se trata, pues, de un arte humanizado, y es posible que el DS anuncie un cambio en la mitolog¨ªa automovil¨ªstica", escribi¨® Roland Barthes en Mythologies, en 1957.
Pese a ser un asunto que jam¨¢s se ha estudiado en la obra de Picasso, Inglada admite que su vida est¨¢ llena de este tipo de prontos -pintar sobre objetos determinados-. Picasso "utiliz¨® los soportes m¨¢s variados, algunos sorprendentes", dice Inglada, que pone de ejemplo una pandereta (el Museo Picasso de Barcelona conserva una de su ¨¦poca juvenil), pero tambi¨¦n una caja de utensilios de barber¨ªa que, al pirograbado, regal¨® a su barbero, Eugenio Arias (hoy en el Museo Buitrago del Lozoya). "En el campo de los grabados us¨® las t¨¦cnicas m¨¢s extra?as, e incluso en el de la cer¨¢mica: sus ayudantes de Vallauris se echaban las manos a la cabeza ante sus osad¨ªas t¨¦cnicas", a?ade el estudioso. "He visto en algunos documentales a Picasso pintando cuerpos (naturalmente, s¨®lo se conservan las fotos), pero tambi¨¦n recuerdo mecheros, mecanismos de cerraduras y guijarros de playa", dice.
?Ten¨ªa Picasso una especial fascinaci¨®n por los coches como la tienen sus hijos Paloma y Claude? S¨®lo como medio de transporte, dice Inglada, si bien s¨ª atesor¨® alguna joya: un Hispano-Suiza comprado en 1927 en Par¨ªs, en el Sal¨®n del Autom¨®vil. "Lo que le atra¨ªa del coche era sobre todo su tama?o. ?En ¨¦l cab¨ªan todos! El coche cumpli¨® a la perfecci¨®n su labor, ir y venir a Espa?a, viajar por la costa o a Royan al principio de la guerra", escribi¨® Olivier Widmaier, nieto de Picasso. Tampoco fue muy amable con su ch¨®fer m¨¢s famoso, Marcel Boudin, quien estuvo 25 a?os a su servicio, hasta que en 1953, tras un accidente, le despidi¨® por destrozar su Oldsmobile de 1881. Tal vez Picasso ten¨ªa cierta fijaci¨®n por los coches. "Y otro detalle", cuenta Inglada: Picasso "s¨®lo sufri¨® un accidente: en agosto de 1936, mientras acompa?aba a Roland Penrose (que conduc¨ªa), entre Cannes-Mougins, junto a su compa?era de entonces, Dora Maar. S¨®lo magulladuras, 'apaleado, hecho polvo', como el propio Picasso dijo entonces". Ya anciano tuvo un ¨²ltimo gesto automovil¨ªstico: le regal¨® a Arias, su barbero, un Dauphine gris "para que fuera a cortarle el pelo a su casa de Vallauris".
"Picasso estaba muy extra?o, fue una entrevista singular", recuerda Mejido, 46 a?os despu¨¦s de esa cita. "Dec¨ªa 'buuu, buuu, buuu, buuu, cu¨¢, cu¨¢, cu¨¢, cu¨¢', y aparec¨ªa y desaparec¨ªa con m¨¢scaras en la mano", asegura. Y pregunta el mexicano: "?Cu¨¢ndo muri¨® Picasso?". Como si quisiera encontrar s¨ªntomas de envejecimiento o explicar por qu¨¦ el pintor sinti¨® el impulso de pintar guirnaldas sobre un coche ajeno. ?Y d¨®nde estar¨¢ el autom¨®vil hoy? "Si te contara las obras que he llegado a ver en algunas residencias: hasta una escultura de Gauguin en una casa en M¨¦xico?", dice el periodista, de 72 a?os, hijo de asturianos que emigraron a M¨¦xico. ?Por qu¨¦ vender el coche a una galer¨ªa? Porque son los intermediarios, dice. "Y porque necesitaba dinero". A finales de los cincuenta, Mejido luchaba por hacerse un hueco en "uno de los mejores cinco diarios del mundo", seg¨²n se dec¨ªa entonces: el Excelsior. En cualquier caso, public¨® la entrevista en la revista Ma?ana. Luego, tras pasar una temporada en la Redacci¨®n de Paris-Match en Francia, escribi¨® durante 20 a?os en el diario que siempre quiso.
Algunos de sus trabajos fueron sonados. En el invierno de 1957, Mejido viaj¨® a la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica, y en una historia rocambolesca logr¨® entrar a Mosc¨² sin conducto oficial y, tras 136 telegramas, entrevistar a Nikita S. Jruschov, n¨²mero uno del partido comunista -e incluso de hacerse con la chapka del l¨ªder sovi¨¦tico-. Otros grandes de sus muchos entrevistados fueron, en 1967, Alejandro Kerensky, el primer ministro ruso que derroc¨® al Gobierno de Nicol¨¢s II, ¨²ltimo zar Romanof; Ronald Reagan, siendo gobernador de California, en 1969, o Tarek Aziz, segundo de Sadam Husein, que le hizo de gu¨ªa por Irak cuando Mejido preparaba el libro Los amos del petr¨®leo, para el que convers¨® con l¨ªderes de Oriente Pr¨®ximo, entre ellos el sha de Ir¨¢n. Una carrera infinita y a salto de mata que relata el propio Mejido en El camino de un reportero, libro hoy descatalogado. Sin olvidar su momento de gloria, en septiembre de 1973, cuando fue el ¨²nico de los 600 periodistas que se encontraban casualmente en Santiago de Chile que pudo informar al mundo del golpe de Estado, contar lo que estaba ocurriendo en ese pa¨ªs incomunicado por orden de Pinochet; el primero en entrevistar a Hortensia Bussi, ya viuda de Allende, dos d¨ªas despu¨¦s de la muerte del presidente.
"Me cuesta pensar que el coche haya desaparecido", dice ahora con rostro de viejo lobo de mar. Citro?n no se ha hecho con el coche, ni est¨¢ en ning¨²n museo de los varios con el nombre de Picasso, ni en ninguna galer¨ªa. ?Y en manos de alg¨²n coleccionista? Quiz¨¢, pero tambi¨¦n podr¨ªa no existir. ?Y puede perderse el rastro de un coche pintado por Picasso? Podr¨ªa.
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