Los republicanos del tri¨¢ngulo azul
Diez mil espa?oles de los muchos que perdieron la Guerra Civil hu¨ªan por Francia de las c¨¢rceles de Franco y fueron a caer en alguno de los campos de concentraci¨®n que los nazis desplegaron por los territorios ocupados. Uno de ellos, Enric Marco, presidente de la asociaci¨®n Amical de Mauthausen, lo vivi¨®.
Los soldados republicanos oyeron, con especial asombro, uno de los consejos pr¨¢cticos que un soldado h¨²ngaro les daba con la idea de ayudarles a sobrellevar su estancia en el campo de concentraci¨®n: "Si se lanzan a la alambrada, procuren tocar un alambre positivo y otro negativo, porque as¨ª la muerte ser¨¢ instant¨¢nea; de otra forma, vuestra muerte ser¨¢ m¨¢s lenta". Este consejo oscuro del soldado h¨²ngaro, que recogi¨® Montserrat Roig en su escalofriante libro Els catalans als camps nazis, ilustra la mala vida de aquellos campos donde el suicidio por electrocuci¨®n era un verdadero lujo, una v¨ªa limpia y r¨¢pida para escapar de aquel infierno.
La tragedia de los soldados republicanos que alrededor de 1940, tras perder la Guerra Civil, mientras hu¨ªan por Francia de las c¨¢rceles de Franco, ca¨ªan en los campos de concentraci¨®n de Hitler, parece una broma, o un raro avatar, que en realidad no lo fue, pues le sucedi¨® a cerca de 10.000 exiliados, de los cuales 6.000 murieron ah¨ª de agotamiento, o de fr¨ªo, o de alguna epidemia, o exterminados en las c¨¢maras de gas o en su versi¨®n m¨®vil conocida como cami¨®n fantasma: una furgoneta en cuyo interior un mont¨®n de soldados desvalidos eran gaseados con Cyklon B mientras recorr¨ªan una carretera.
Hubo republicanos espa?oles en casi todos los campos de concentraci¨®n nazis. Ca¨ªan ah¨ª por motivos diversos, sin motivo claro; todos condenados, al parecer, por una conversaci¨®n que Ram¨®n Serrano S¨²?er, ministro de Exteriores espa?ol, tuvo con el bar¨®n Von Ribbentrop, su hom¨®logo en el Gobierno de Hitler, donde el primero le comunic¨® al segundo que consideraba que los republicanos en el exilio hab¨ªan dejado de ser espa?oles, se hab¨ªan quedado sin patria. As¨ª, aquella legi¨®n de soldados y civiles, despu¨¦s de haber perdido la guerra, mientras intentaba reconstruirse en Francia, fue sorprendida por la II Guerra Mundial y por la ocupaci¨®n del ej¨¦rcito alem¨¢n, cuyas autoridades, siguiendo el hilo de la conversaci¨®n de los ministros, dispusieron su persecuci¨®n y captura, y los fueron internando, por ap¨¢tridas, en sus campos, con un tri¨¢ngulo azul cosido a la camisa que ten¨ªa una S de spanier (espa?ol) en el centro. Aun cuando no existen pruebas de aquella conversaci¨®n entre los dos ministros, abundan los testimonios de republicanos que aseguran que fue ¨¦sa la causa de su deportaci¨®n a los campos nazis, y, por otra parte, resulta dif¨ªcil explicar de otra manera el tri¨¢ngulo azul que llevaban.
El campo de concentraci¨®n, o lager, adem¨¢s de ser prisi¨®n y con frecuencia campo de exterminio y ¨¢rea de limpieza ¨¦tnica, fue el motor que activ¨® la econom¨ªa alemana, aprovechando la mano de obra masiva y gratuita de los prisioneros, que eran explotados, como se sabe, durante jornadas interminables, en trabajos extenuantes y casi siempre infames. En los lagers, tambi¨¦n se sabe, cada prisionero iba identificado con su tri¨¢ngulo en el pecho: amarillo para los jud¨ªos, azul para los ap¨¢tridas, morado para los objetores de conciencia, verde para los criminales, rosa para los homosexuales. Y a esta desmesura de clasificar en arco iris hay que sumar la po¨¦tica desbordada de la nomenclatura; por ejemplo, los prisioneros cuya presencia, o ausencia, en el lager deb¨ªa mantenerse en la bruma eran clasificados como nacht und nebel (noche y niebla) y los que estaban destinados a desaparecer sin dejar rastro eran meerschaum (espuma de mar).
La tragedia de aquellos 10.000 republicanos ha quedado desplazada de la historia por los seis millones de jud¨ªos que murieron exterminados. Este diferencial en el n¨²mero de v¨ªctimas ilustra perfectamente las prioridades de la remodelaci¨®n biol¨®gica que persegu¨ªan los nazis, y que el escritor italiano Enzo Traverso encuadra de esta forma: "Entre el verano de 1941 y fines de 1944, en apenas tres a?os y medio, el nazismo borraba a una comunidad inscripta en la historia de Europa desde hac¨ªa m¨¢s de 2.000 a?os; lleg¨® pr¨¢cticamente a erradicarla por completo en ciertas regiones, tal el caso de Polonia, donde su existencia constitu¨ªa un elemento social, econ¨®mico y cultural de importancia capital para la vida del pa¨ªs en conjunto".
A estas alturas del milenio quedan pocos republicanos sobrevivientes de los lagers. Uno de ellos es Enric Marco, presidente de una asociaci¨®n de nombre largo y expl¨ªcito: Amical de Mauthausen y Otros Campos y de Todas las V¨ªctimas del Nazismo de Espa?a. La Amical, situada en una callejuela laber¨ªntica del casco antiguo de Barcelona, se dedica a investigar, preservar y difundir la memoria y experiencia de esos 10.000 que padecieron la inconcebible malaventura de haber sido v¨ªctimas primero de Franco y despu¨¦s de Hitler.
Enric Marco ten¨ªa 15 a?os cuando estall¨® la Guerra Civil. Ven¨ªa de una familia de anarcosindicalistas, y desde peque?o se acostumbr¨® a vivir a salto de mata en la clandestinidad. Comenz¨® la guerra como miliciano, despu¨¦s se convirti¨® en oficial del ej¨¦rcito de la Rep¨²blica, y al final, cuando la guerra se hab¨ªa perdido, decidi¨® quedarse en Espa?a viviendo en "una clandestinidad activa"; pero eran los tiempos en que "media Espa?a delataba a la otra" y tuvo que irse a Francia, y ah¨ª fue detenido "por las milicias de Petain". "Y me entregaron a los alemanes", dice Marco con gravedad al magnet¨®fono que puse encima del escritorio de su oficina, que est¨¢ en un piso bajo, y que, no s¨¦ si por costumbre, por m¨ªmesis o por pura paradoja, tiene el aspecto de un cuartel de clandestinos activos. Lo del piso bajo, seg¨²n explica, es para que puedan ir de vez en cuando los sobrevivientes que, por su avanzada edad, tienen dificultades para desplazarse; cosa que nada tiene que ver con ¨¦l, que representa muchos menos a?os de los ochenta y tantos que tiene y que anda en pie de guerra con su bufanda de aviador en esa oficina a la que yo he llegado por callejuelas laber¨ªnticas, luego de brincar los cuerpos de dos vagabundos que dorm¨ªan la mona encima de unos cartones. "Pas¨¦ por la fortaleza de Metz y luego me enviaron al norte de Alemania, y ah¨ª, dentro del campo de concentraci¨®n, me detuvo la Gestapo y me acus¨® de conspiraci¨®n, de atentar contra el Reich y de alta traici¨®n".
Entonces, Marco fue conducido al kommando de Bordesholm, y ah¨ª le aplicaron su primer interrogatorio: "Entras con una cierta gallard¨ªa porque eres muy joven y tienes un grado militar, y piensas en que ellos respetar¨¢n eso y que una batalla se pierde y otra se gana, y que puedes resistirlo mirando a los ojos. Pero media hora m¨¢s tarde no eres m¨¢s que un pobre chaval al que le han pegado una soberana paliza entre tres personas; est¨¢s entre tus propios v¨®mitos, te has cagado y te has meado encima porque te han reventado los esf¨ªnteres, y entonces te das cuenta de que el valor no existe, y el hero¨ªsmo, tampoco".
Despu¨¦s le reenviaron al lager de Flossenb¨¹rg y le tuvieron aislado durante meses en "una celda chica a m¨¢s no poder, con una litera y una cubeta para cagar y mear, y una peque?a pila de piedra adosada a la pared, sin grifo, con un jarro, en donde apenas me cab¨ªan las manos para lavarme la cabeza, y ah¨ª mismo poni¨¦ndome de puntitas me lavaba el culo, naturalmente sin jab¨®n, porque pasar¨ªan a?os en que el jab¨®n no lo ver¨ªa jam¨¢s".
Cuando los deportados entraban por primera vez al campo les despojaban de su ropa y de sus pertenencias y les afeitaban cabeza, axilas y, con especial lujo de fuerza, los genitales. "Este proceso de degradaci¨®n buscaba hacerte sentir como un animal; se trataba de cortar todo v¨ªnculo con el exterior, de dejarte solo y desasistido (?). Las mujeres estaban sujetas a ese mismo proceso; no mujeres j¨®venes cuyos cuerpos pod¨ªan ser todav¨ªa atractivos, sino mujeres viejas con 50, 60 a?os, que eran la mofa y la burla de los SS y de los kapos; mujeres viejas que no sab¨ªan qu¨¦ cubrirse, si sus pechos ca¨ªdos o aquel pubis ensangrentado que acababan de rasurarles. ?Qu¨¦ pasa con aquellas mujeres degradadas hasta este extremo?", se pregunta Marco, y sigue con un mon¨®logo que se dispara en varias direcciones y donde yo dif¨ªcilmente puedo intervenir porque va tan r¨¢pido y contando cosas tan graves que no me deja espacio para hacerle preguntas o para pedirle que abunde sobre tal o cual idea. "Te ataban al potro, te bajaban los pantalones para dejarte las nalgas al descubierto y te sacud¨ªan 25 golpes con el mango de una pala, y ten¨ªa que irlos contando de uno en uno en alem¨¢n, ?y ay de ti que te descuentes! Y ah¨ª, una vez que te arrancaban el pellejo y la carne, te dabas cuenta de que el culo tiene hueso (?). Y sab¨ªas que un mal gesto, un paso en falso o simplemente el desconocimiento de la lengua te pod¨ªa costar la vida (?). Ni ¨¦ramos espa?oles, ni merec¨ªamos ning¨²n respeto; ¨¦ramos una mala purria que pod¨ªan tirar al mar si les daba la gana porque Espa?a nunca nos iba a reclamar. Y que no nos enviaran a Espa?a, porque ah¨ª ya los campos de concentraci¨®n estaban llenos".
Su trabajo en el campo era desarmar "piezas mec¨¢nicas de la ma?ana a la noche". Flossenb¨¹rg era un lager donde se fabricaba armamento y desde donde se mandaban cuadrillas de prisioneros a trabajar a un yacimiento de granito que quedaba cerca. Hab¨ªa "perros que te mord¨ªan por todos lados, todas las piernas", y entre los barracones "pasaban los enfermos de disenter¨ªa envueltos en una manta y dejando tras de s¨ª un reguero de mierda y sangre". "En las ¨²ltimas navidades que pasamos en el campo, en 1944, solicitamos permiso para poner un ¨¢rbol de Navidad, y el 24 de diciembre nos colgaron cuatro polacos sobre el ¨¢rbol iluminado".
Lo ¨²nico que no pod¨ªan permitirse, dice Marco, era bajar la guardia, "incluso por ego¨ªsmo, porque su debilidad era la m¨ªa, su abandono era el m¨ªo si se daba, y de ninguna manera pod¨ªa permitir que nadie se destruyera a s¨ª mismo o que cayera en la insensibilidad o en la impotencia, no pod¨ªa permitirlo". En su novela Sin destino, Imre Kert¨¦sz narra con mucha punter¨ªa el abandono de un prisionero en el campo de concentraci¨®n: "No me molestaban ni el fr¨ªo ni la humedad, ni el viento ni la lluvia: simplemente no me llegaban, ni siquiera los sent¨ªa. Desapareci¨® hasta el hambre (?). En el trabajo no cuidaba ya ni las apariencias. Si ten¨ªan alg¨²n inconveniente, lo m¨¢s que pod¨ªan hacer era pegarme, y con eso tampoco me hac¨ªan mayor da?o, s¨®lo me hac¨ªan ganar tiempo, puesto que con el primer golpe me acostaba en el suelo y ya no sent¨ªa los otros porque me quedaba dormido".
Flossenb¨¹rg fue liberado por el ej¨¦rcito estadounidense el 23 de abril de 1945. De 18.000 prisioneros quedaban 2.000 sobrevivientes, entre ¨¦stos Enric Marco y algunos de sus colegas republicanos que ese d¨ªa se enfrentaron a otra situaci¨®n inconcebible: su condici¨®n de ap¨¢tridas les dejaba autom¨¢ticamente sin pa¨ªs adonde regresar. "Ten¨ªamos la enorme frustaci¨®n de que aun cuando hab¨ªamos sido los primeros defensores de la libertad y la democracia en Europa, ¨¦ramos los ¨²nicos que no pod¨ªamos salir de los campos". Y sigue Marco con su mon¨®logo veloz: "Nosotros no ca¨ªmos por azar en los campos de concentraci¨®n, ni tampoco fuimos al exilio por azar; fuimos como producto y como consecuencia de una lucha anterior, y ¨¦ste era el impulso y la fuerza que ten¨ªamos (?). Si la Rep¨²blica Espa?ola hubiera ganado, Hitler no se hubiera atrevido, cuando menos en aquel momento, a ir a la guerra; frente a una Espa?a republicana reci¨¦n salida de la experiencia de una guerra y con ¨ªmpetu revolucionario, y con la capacidad de resistencia del pueblo espa?ol, Hitler se atrevi¨® cuando tuvo a Franco".
Enric Marco regres¨® a Espa?a en 1946 y vivi¨® en la clandestinidad hasta que muri¨® el dictador, y su tri¨¢ngulo azul de ap¨¢trida y de spanier sigue mandando influjos, como un astro, sobre las cosas que mira. "A veces, cuando salgo en las noches de aqu¨ª", dice se?alando hacia la puerta y haciendo los ojos peque?os, como si estuviera viendo a los dos vagabundos que duermen en la calle y sobre los que yo brinqu¨¦ al llegar, "veo gente que se parece a nosotros cuando est¨¢bamos en el campo; los alemanes nos llamaban cerdo espa?ol, porque ol¨ªamos como cerdos (?), y ahora nosotros los tratamos como si fueran animales, como a nosotros nos trataron". Y vuelve a se?alar la puerta y a hacer peque?os los ojos. "Con frecuencia surgen conatos de racismo contra estas gentes que van sucias y a las que se les llama moracos, y negros de mierda, y sudacas indecentes; estas gentes a las que algunos, que se han olvidado de c¨®mo llegaron sus abuelos aqu¨ª, se acercan y les escupen, y les dicen de todo, a veces les dan de patadas, y de cuando en cuando nos cargamos a uno. No tenemos todav¨ªa la experiencia de los nazis, pero si nos dejaran quiz¨¢ la adquirir¨ªamos". Y dicho esto se despide, dice que tiene cosas que hacer y sale de su oficina y luego a la calle, y mientras brinco de vuelta a los vagabundos que siguen durmiendo la mona, le veo alejarse por las callejuelas a paso veloz y con su bufanda de aviador al viento.
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