M¨¢s adentro
Es dif¨ªcil defender a un tiempo y con argumentos semejantes una idea y su contraria. El resultado es un trabajo conciliador y poco inteligente, pero se nos consiente un amago de torpeza cuando en ocasiones un viraje inoportuno y con secuelas nos sit¨²a en un punto en el que vivir o morir vienen a significar lo mismo... durante un tiempo. Luego, resuelto el sofisma, cada r¨ªo tira al mar por donde puede.
Cuando la vida nos pliega, rompi¨¦ndonos en dos o en cuatro veces seg¨²n el n¨²mero de la v¨¦rtebra lesionada, el alcance de la distrofia, la desmemoria o la neol¨ªtica hemiplejia secuela de la polio, cuando cartas como ¨¦stas y tantas otras, malditas, nos caen en la mano, uno puede querer dejar la timba o seguir, adentrarse como sea en la partida con la leg¨ªtima sospecha de que la vida, en su alternancia, tenga pendiente sorprendernos con alegr¨ªas implacables. Hay algo de heroicidad en el hacer cotidiano de esta elecci¨®n que asume y quiere como propio su destino: "Ahora que ya sabes que en este laberinto no hay salida, entra m¨¢s adentro".
Tanto coraje tiene el que se va como el que se queda, pero es un lugar com¨²n atribuir m¨¢s valent¨ªa a quien afronta sin miedo la muerte y apreciar menos el esfuerzo cotidiano del superviviente con sus limitaciones. ?Qu¨¦ hubiera sido de los ol¨ªmpicos sin la tenacidad, sin la depurad¨ªsima t¨¦cnica del dios cojo que forj¨® el rayo de Zeus o las armas de Aquiles? La cuna de Occidente precis¨® del trabajo inestimable de una divinidad tullida.
En Venecia, los italianos presentaron entusiasmados una pel¨ªcula sobre la vida de un padre con su hijo, paral¨ªtico cerebral: La chiavi di casa. La Mostra premi¨® a Mar adentro; quiz¨¢ sea m¨¢s atractivo para el relato el asunto de nuestra ultimidad que la briega sin brillo de los l¨ªmites motores de una vida cotidiana. Habituado a conceder trascendencia a cuanto aborda, Amen¨¢bar puede tratar cualquier tema, que resultar¨¢ una obra impecable, pero como dec¨ªa el premio nobel sevillano (enfermo renal durante m¨¢s de 50 a?os) "la vida est¨¢ antes que el Arte", por eso, desde la silla de ruedas no se ve en la pel¨ªcula nada m¨¢s all¨¢ de la perseverancia de un ser por conseguir lo que se propone cuando la discapacidad es tambi¨¦n una tara para escaparse por ¨²ltima vez, cuando la inmovilidad del cuerpo le impide ejercer el oficio fatal de ser verdugo de s¨ª mismo.
Desde la hemiplejia, tetraplejia o cualquier otra enfermedad acechante, el af¨¢n por dejar de vivir no s¨®lo es infrecuente, sino que resulta tan incomprensible como ver a un suicida convencido en la flor de la edad.
Hollywood ha admitido a tr¨¢mite dos peticiones de muerte voluntaria. En su ¨²ltimo trabajo, Clint Eastwood en un final cercano al desgarro muestra que, llegado el caso, el gesto m¨¢s tierno que podemos tener con quien se ama es no dejarle respirar. Entendamos, aunque cueste creerlo, que hay gente que no tiene tregua en el sufrimiento y no persigue otro fin que acabar sus d¨ªas, convencida de que entre su cuerpo y ellas se ha producido un imparable divorcio. Conseguir una Ley que admita la capitulaci¨®n sin drama debe ser el logro del Derecho para quienes no encuentren en el dolor sin l¨ªmite una moneda de cambio para, sabe Dios, qu¨¦ otra vida. Pero una vez lograda la regulaci¨®n de la eutanasia habr¨¢ que pasar p¨¢gina enseguida: desear morir con dignidad, acabar con todo no puede ser la panacea. La verdadera cobertura legal deber¨¢ empezar entonces con la protecci¨®n de los que deciden quedarse, convencidos y contentos porque como en casa de uno no se est¨¢ en ninguna parte. Mientras nuestros debates m¨¢s encendidos se producen por los derechos del nasciturus y el moribundo, lo que abarca el tr¨¢nsito que va "de lo oscuro a lo oscuro" se trata con disparidad, injusticia y negligencia; unas veces por aplicar la metaf¨ªsica dom¨¦stica de los bieninstalados, otras por no poder hacer uso de leyes imprescindibles. Precisamente hace unos d¨ªas ha sido entregado el Libro Blanco de la Dependencia al Presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Mar¨ªn, como referente para la futura elaboraci¨®n del proyecto de Ley de Atenci¨®n a las Personas en situaci¨®n de Dependencia. Este trabajo expone que m¨¢s de un mill¨®n de personas con discapacidad y mayores no pueden valerse por s¨ª mismos. Es un deber pol¨ªtico y social atender con urgencia a estas personas ya instaladas en su oficio de vivir, que precisan sin remedio una ayuda que les corresponde.
Que otros defiendan la necesidad de seguir viviendo por imperativo moral o religioso, los menos pretenciosos aspiramos a la dignidad de una existencia, que queremos larga, sencillamente porque no estamos seguros de saber qu¨¦ hacer en otro mundo y porque aqu¨ª, manteniendo renovadas las paces con el cuerpo propio, disfrutamos, como todos, la interinidad de los d¨ªas prestados. El hospital de Toledo, escuela de francotiradores, est¨¢ lleno de j¨®venes ansiosos por recuperarse para salir, caballeros rodantes, a pelear con los caprichos de los arquitectos, la ley de propiedad horizontal, la cerraz¨®n de los que ven s¨®lo peligro en la ciencia, la ceguera de los que legislan ignorando que casi todos tenemos una silla de ruedas esperando: los m¨¢s afortunados porque a la vejez encontrar¨¢n en ella la forma de suplir el movimiento; los m¨¢s precoces, porque una mala curva la da cualquiera.
Hace 45 a?os, en la venta de un cruce de carreteras, un joven matrimonio deten¨ªa su viaje, apenado por la poliomielitis que atacaba a su peque?o, el camarero con inquisidora sentencia aconsej¨®: "Si no se cura, ser¨¢ mejor que se muera". Mis padres en ese instante decidieron no volver a pisar aquel bar. El coraje de nuestros seres nos ayuda a vivir de pie y la silla de ruedas a desplazarnos. La sociedad nos debe un entorno decente, un medio que no se empe?e en levantar trincheras que no necesitamos.
La debilidad, la discapacidad o la angustia dependen s¨®lo de lo alto que se ponga el list¨®n. Todos somos desvalidos en potencia dependiendo de la selva en que tengamos que adentrarnos. "Yo soy alegre, pero es que me ponen en unos sitios...", se lamenta el cipr¨¦s mientras vela silencioso el sue?o ajeno y eterno.
Gonzalo Rivas Rubiales es Secretario General de la Confederaci¨®n Andaluza de Personas con Discapacidad F¨ªsica y Org¨¢nica (CANF-COCEMFE)
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