El desastre anual en Riazor
El Deportivo cumple la tradici¨®n y tumba con enorme facilidad a un Madrid inofensivo
Como cada temporada, el Madrid acudi¨® puntualmente a su cita con el desastre en Riazor. La visita anual al estadio coru?¨¦s supone para el Madrid como el l¨²gubre tr¨¢nsito del animalillo que es llevado al matadero sin que pueda hacer algo por rebelarse. Nada cambi¨® anoche. Riazor vivi¨® el partido de toda la vida entre el Depor y el Madrid. El grupo de Irureta olvid¨® sus achaques, compareci¨® con la euforia que le acomete en estas ocasiones y resolvi¨® la papeleta en menos de un cuarto de hora. El resto de la noche qued¨® para que el p¨²blico festejase su romer¨ªa anual, mientras el Madrid se limitaba a mantener el decoro y a minimizar el tama?o del desastre.
Veinticinco segundos tard¨® el Depor en generar la primera ocasi¨®n ante Casillas. S¨®lo veinticinco segundos bastaron para destapar la defensa del Madrid y para que a todos se les pusiese ese rostro desencajado que ya forma parte de la rutina de sus visitas a Riazor. Se sac¨® de centro, el Depor empiton¨®, el Madrid descubri¨® un claro en el ¨¢rea y V¨ªctor remat¨® alto. Desde ese momento qued¨® claro que la historia no iba a cambiar para el Madrid. Otra vez m¨¢s le esperaba junto al Atl¨¢ntico una noche de galerna, mareos, hombres arrojados al agua.
DEPORTIVO 2 - REAL MADRID 0
Deportivo: Mun¨²a; Manuel Pablo, Andrade, Coloccini (Romero, m. 77), Capdevila; Mauro Silva (Scaloni, m. 53), Sergio; V¨ªctor, Valer¨®n, Luque (Fran, m. 73); Trist¨¢n.
Real Madrid: Casillas; Ra¨²l Bravo (Palencia, m. 57), Pav¨®n, Samuel, Roberto Carlos; Beckham, Gravesen, Zidane (Solari, m. 27); Figo; Owen y Portillo (Celades, m. 73).
Goles: 1-0. M. 7. Luque remata en el primer palo.
2-0. M. 12. Cuelga V¨ªctor desde la derecha y Pav¨®n al despejar marca en propia puerta.
?rbitro: Losantos Omar. Mostr¨® tarjeta amarilla a Gravesen, Andrade, V¨ªctor y Samuel.
33.000 espectadores en el campo de Riazor.
Es indiferente que el Depor se encuentre bien, mal o regular. Da igual que el deportivismo ande euf¨®rico o alica¨ªdo. Cada visita del Madrid crea un corriente de sobrexcitaci¨®n entre el c¨¦sped y la grada que propulsa al Depor. En esas circunstancias, cualquier jugador es capaz de elevarse sobre sus miserias. Nada m¨¢s elocuente para demostrarlo que el partido de V¨ªctor, desparecido desde el principio de campa?a y una fuerza desatada contra su ex equipo, que rob¨® balones en el centro, percuti¨® por la banda, apareci¨® por el centro y meti¨® delicadas vaselinas al ¨¢rea. Tambi¨¦n vale el ejemplo de Mauro Silva, el hombre que, en 14 a?os, nunca ha perdido con el Madrid en Riazor. Llevaba un mes sin jugar, con sus ¨²ltimas fuerzas exprimidas al m¨¢ximo y sali¨® de titular por la lesi¨®n de Duscher. Irureta hasta se pudo permitir concederle descanso con el choque medio resuelto. Era el ¨²ltimo partido de Mauro contra el Madrid, y el brasile?o, sobreponi¨¦ndose a todo, dej¨® por momentos la impronta del gran mariscal que fue.
El Depor fue el de siempre en esta clase de partidos, resuelto, profundo y concentrado en la faena. Respetuoso con los antecedentes, golpe¨® muy pronto, encontr¨® la fortuna en instantes decisivos y protagoniz¨® algunas escenas muy poco frecuentes el resto del a?o. En quince minutos, el Madrid ya hab¨ªa encajado dos goles. El primero tuvo una ejecuci¨®n hermosa pero extra?a, con Sergio entrando por la banda y Luque cabeceando a la red. El segundo engros¨® la lista de los fen¨®menos paranormales que suelen acompa?ar las calamidades madridistas en Riazor. Trist¨¢n intent¨® sorprender a Casillas con una vaselina desde el borde del ¨¢rea y la bola negra le toc¨® a Pav¨®n, que al intentar despejar pein¨® hacia su porter¨ªa. Malaventura para el chico, que llevaba tanto tiempo sin una ocasi¨®n como la de anoche en el equipo titular.
Y de ese modo tan contundente, fugaz y hasta con ciertos detalles rocambolescos quedaron firmemente apuntalados los cimientos para el eterno desastre del Madrid. El resto del partido fue s¨®lo un lamento por la impotencia blanca. El Depor tiene tan metabolizado el plan para este tipo de partidos que s¨®lo necesit¨® dejarse guiar por el instinto. Se agrup¨® en su campo, cedi¨® la pelota al Madrid y disfrut¨® del paisaje a la espera de que llegase el contragolpe para apuntillar. El Madrid tuvo el bal¨®n todo lo que quiso y nunca encontr¨® el modo de escapar a la intrascendencia de su f¨²tbol. Se limit¨® a rumiar el partido con aire burocr¨¢tico. Nunca tuvo la menor convicci¨®n en la posibilidad de torcer su destino inesquivable en Riazor y se limit¨® a jugar al pie como esperando a que a alguien le cayese del cielo la inspiraci¨®n. Es m¨¢s, por momentos pareci¨® un desbarajuste, con Beckham, Figo, Zidane y hasta Ra¨²l Bravo amonton¨¢ndose en el centro mientras los costados eran un inmenso erial. El portugu¨¦s, al menos, inquiet¨® en un par de ocasiones en la primera parte, con un remate lejano y una preciosa vaselina corta al interior del ¨¢rea que Portillo envi¨® por encima del larguero. Portillo y Owen salieron del partido m¨¢s envueltos todav¨ªa en la sospecha. Ninguno de los dos es casi nada fuera del ¨¢rea. Y entre sus propias carencias y la falta de alg¨²n pase un poco imaginativo de la gente que ten¨ªan por detr¨¢s, su paso por Riazor constituy¨® un fracaso perfectamente anunciado. Como el Zidane, que se retir¨® a la media hora lesionado, un jal¨®n m¨¢s en la c¨ªclica secuencia de calamidades que siempre aquejan al Madrid en Riazor.
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