Ret¨®rica b¨¦lica
Van a cumplirse 40 a?os de la marcha sobre Washington, aquella en la que Martin Luther King pronunci¨® el c¨¦lebre discurso [288-1963] en el que dijo: "Tengo un sue?o" . Tal vez sea el momento de reflexionar -de nuevo- acerca de lo que ha sido de ese sue?o.
Es interesante ver c¨®mo los mitos, una vez ha pasado su ¨¦poca, son desnaturalizados, convertidos en bienes de consumo (algunos voluntariamente, otros no) y utilizados para promover los prejuicios, la hipocres¨ªa y las desigualdades contra las cuales lucharon. Pero, en una ¨¦poca en la que todo est¨¢ a la venta, ?por qu¨¦ no habr¨ªan de estarlo los mitos? ?Pueden zafarse los mitos de una ¨¦poca en la que toda la humanidad, todas las criaturas que pueblan esta tierra creada por Dios, est¨¢n atrapadas entre el talonario de cheques del Fondo Monetario Internacional y los cohetes de largo alcance estadounidenses?
Las clases dirigentes de las sociedades y los pueblos, en cuyo nombre se llevaron a cabo las luchas por la libertad, utilizan esos mitos como mascotas para atraer a nuevos due?os
Martin Luther King forma parte de una trinidad. Por ello es muy dif¨ªcil imagin¨¢rselo solo sin que otros dos mitos aparezcan en la fotograf¨ªa: Mohandas Gandhi y Nelson Mandela
En la India viven 130 millones de musulmanes, adem¨¢s de otras minor¨ªas, los intocables, los sijs, los cristianos o los abor¨ªgenes, bajo la sombra amenazadora del nacionalismo hind¨²
Martin Luther King forma parte de una trinidad. Por ello es muy dif¨ªcil imagin¨¢rselo solo, sin que otros dos mitos aparezcan en la fotograf¨ªa: Mohandas Gandhi y Nelson Mandela. Los tres sumos sacerdotes de la resistencia pasiva y la no violencia. En conjunto representan (en mayor o menor grado) las luchas de liberaci¨®n no violentas (?o deber¨ªamos decir "los arreglos negociados"?) del siglo XX: del colonizado contra el colonizador, del ex esclavo contra el propietario de esclavos.
Actualmente, las clases dirigentes de las sociedades y los pueblos en cuyo nombre se llevaron a cabo las luchas por la libertad utilizan esos mitos como mascotas para atraer a nuevos due?os.
Mohandas, Mandela, Martin.
India, Sur¨¢frica, Estados Unidos. Sue?os rotos, traiciones, pesadillas.
He aqu¨ª una instant¨¢nea del supuesto mundo libre actual.
El pasado mes de marzo [2003], en la India, en Gujarat -en el Gujarat de Gandhi- concretamente, turbas formadas por hind¨²es de extrema derecha asesinaron a 2.000 musulmanes durante una org¨ªa de violencia escalofriantemente eficiente. Muchas mujeres musulmanas fueron violadas en serie y quemadas vivas. Muchas tumbas y lugares santos musulmanes fueron arrasados hasta los cimientos. M¨¢s de 150.000 musulmanes han tenido que abandonar sus hogares. La base econ¨®mica de la comunidad musulmana ha sido destruida. Tanto los testigos presenciales como las comisiones de investigaci¨®n han acusado al Gobierno estatal y a la polic¨ªa de colaborar en el estallido de violencia. Estuve presente en una reuni¨®n en la que las v¨ªctimas no paraban de exclamar, entre sollozos: "?Salvadnos de la polic¨ªa, por favor! ?Es todo lo que pedimos...!".
Extrema derecha hind¨²
En diciembre de 2002, el Gobierno de Gujarat fue refrendado en unas elecciones estatales. Narendra Modi, a quien todo el mundo acusa de haber orquestado los disturbios, inici¨® su segundo mandato como primer ministro de ese Estado. El 15 de agosto, D¨ªa de la Independencia, iz¨® la bandera de la India ante una multitud enfervorizada. En un gesto lleno de amenazador simbolismo, llevaba el gorro negro del Rashtriya Swayamsevak Sangh; es decir, se proclamaba abiertamente miembro de esa organizaci¨®n cultural hind¨² de extrema derecha que no ha ocultado su admiraci¨®n por Hitler y sus m¨¦todos.
En la India viven 130 millones de musulmanes -adem¨¢s de otras minor¨ªas, como los intocables, los sijs, los cristianos o los abor¨ªgenes- bajo la sombra amenazadora del nacionalismo hind¨².
Lleno de confianza en su futuro pol¨ªtico, Narendra Modi, maestro en el arte de aprovechar las circunstancias pol¨ªticas, invit¨® a Nelson Mandela a ir a Gujarat como hu¨¦sped especial del Gobierno estatal con motivo de la celebraci¨®n del nacimiento de Gandhi, el 2 de octubre. Por fortuna, la invitaci¨®n fue rechazada.
Y a prop¨®sito, ?qu¨¦ ha sido de la Sur¨¢frica de Mandela, de la conocida en otros tiempos como el Peque?o Milagro y como la Naci¨®n del Arco Iris de Dios? Los surafricanos dicen que el ¨²nico milagro que han visto es la rapidez con la que el arco iris ha sido privatizado, dividido en lotes y vendido al mejor postor. A los dos a?os de subir al poder, el Congreso Nacional Africano ya adoraba sin restricciones al Dios Mercado. En lo que parece un esfuerzo por reemplazar a Argentina como paradigma del neoliberalismo, ha iniciado un impresionante programa de privatizaciones y ajustes estructurales. La promesa gubernamental de redistribuir las explotaciones agr¨ªcolas entre los 26 millones de personas que carecen de tierras ha quedado flotando en la esfera del humor negro. Mientras el 60% de la poblaci¨®n sigue sin tener tierras, casi todo el suelo agr¨ªcola es propiedad de 60.000 agricultores blancos. (No debe extra?ar, pues, que George Bush, hijo, durante su reciente visita a Sur¨¢frica, calificara a Thabo Mbeki de su "hombre clave" en la cuesti¨®n de Zimbabue).
Tras el final del apartheid, los ingresos del 40% de las familias negras m¨¢s pobres han disminuido en un 20%, dos millones de personas han sido desahuciadas de sus hogares, 600 personas mueren cada d¨ªa del sida, el 40% de la poblaci¨®n est¨¢ en paro, y ese porcentaje crece sin cesar. La privatizaci¨®n de los servicios p¨²blicos ha conllevado que a millones de personas les hayan cortado el agua y la electricidad.
Hace dos semanas visit¨¦ en su casa de Chatsworth, en las afueras de Durban, a Teresa Naidoo. Su marido hab¨ªa muerto del sida el d¨ªa anterior. No ten¨ªa dinero para el entierro. Ella y sus dos hijos, de corta edad, son seropositivos. Le han cortado el agua por no poder pagar los recibos, y debe varios meses del alquiler de su peque?o piso de propiedad municipal. El Gobierno minimiza sus problemas, y los de millones de personas como ella, atribuy¨¦ndolos al "h¨¢bito de no pagar los servicios p¨²blicos".
Esc¨¢ndalo internacional
Ese mismo Gobierno ha hecho algo tan inaudito que deber¨ªa provocar un esc¨¢ndalo internacional: le ha pedido oficialmente al juez que lleva un caso en un tribunal estadounidense que no dicte una sentencia que obligue a las empresas a pagar indemnizaciones por los actos que cometieron durante el apartheid. El razonamiento gubernamental es que obligarlas a pagar indemnizaciones -es decir, hacer justicia- frenar¨ªa las inversiones extranjeras. As¨ª pues, son los pobres de Sur¨¢frica quienes deben pagar las deudas del apartheid, a fin de que aquellos que acumularon grandes riquezas explotando a los negros durante ese periodo de la historia surafricana puedan hacerse a¨²n m¨¢s ricos aprovechando la buena voluntad de que da muestras la Naci¨®n del Arco Iris de Dios de Mandela. El actual presidente surafricano, Thabo Mbeki, a¨²n es llamado "camarada" por los miembros de su Gobierno. En Sur¨¢frica, la parodia de Orwell se ha hecho realidad.
?Y qu¨¦ podemos decir de los Estados Unidos de Martin Luther King? Quiz¨¢ la mejor respuesta sea preguntarse, simplemente, que har¨ªa hoy si estuviera vivo: ?se quedar¨ªa tranquilo y calentito ocupando el lugar que, sin duda, merece en el pante¨®n de estadounidenses ilustres o bajar¨ªa de su pedestal, desechar¨ªa con un encogimiento de hombros los vacuos cantos de alabanza de los que es objeto y recorrer¨ªa las calles convocando a su gente a manifestarse una vez m¨¢s?
El 4 de abril de 1967, un a?o antes de ser asesinado, Martin Luther King habl¨® en la iglesia de Riverside del barrio de Harlem, en la ciudad de Nueva York. Aquella noche dijo: "Nunca volver¨¦ a alzar la voz en contra de la violencia de los oprimidos que viven en guetos sin denunciar primero con toda claridad a la instituci¨®n que es responsable de la mayor parte de la violencia que padece hoy d¨ªa el mundo: mi propio Gobierno".
?Ha ocurrido algo en los 36 a?os transcurridos entre 1967 y 2003 que hubiera podido hacerle cambiar de opini¨®n? ?No estar¨ªa a¨²n m¨¢s convencido de estar en lo cierto tras ver las guerras declaradas y encubiertas y las matanzas que han llevado a cabo los sucesivos Gobiernos de su pa¨ªs, tanto republicanos como dem¨®cratas, desde entonces?
No olvidemos que Martin Luther King, al principio, no era un activista radical. Era partidario de la moderaci¨®n y de los cambios graduales. En 1964 recibi¨® el Premio Nobel de la Paz. Los medios de comunicaci¨®n le ensalzaban como ejemplo de l¨ªder negro y le contrapon¨ªan al mucho m¨¢s radical por aquel entonces Malcolm X, por ejemplo. Hasta tres a?os despu¨¦s, Martin Luther King no relacion¨® p¨²blicamente la guerra racista del Gobierno estadounidense en Vietnam con las pol¨ªticas racistas de ese mismo Gobierno en su pa¨ªs.
En 1967, en un discurso militante, sin medias tintas, denunci¨® la invasi¨®n estadounidense de Vietnam. Dijo: "Nos enfrentamos diariamente a la cruel iron¨ªa de ver en la televisi¨®n c¨®mo mueren juntos j¨®venes negros y blancos por una naci¨®n que ha sido incapaz de sentarlos juntos en las mismas escuelas. Contemplamos su brutal solidaridad cuando queman las chozas de una aldea de mala muerte, pero sabemos muy bien que dif¨ªcilmente vivir¨ªan en el mismo bloque de pisos en Chicago".
The New York Times, para contrarrestar la creciente oposici¨®n a la guerra de Vietnam entre los j¨®venes negros estadounidenses, utiliz¨® este magn¨ªfico argumento, de l¨®gica m¨¢s bien especiosa: "En Vietnam se ha dado a los negros, por primera vez, la oportunidad de desempe?ar el papel que les corresponde en la lucha por su pa¨ªs".
El diario neoyorquino olvid¨® mencionar que, tal como hab¨ªa recordado Martin Luther King, "en Vietnam mueren dos veces m¨¢s negros que blancos, de acuerdo con sus respectivos porcentajes en la poblaci¨®n estadounidense". Tambi¨¦n olvid¨® mencionar que, cuando los cad¨¢veres de los soldados muertos eran entregados a sus familias, en muchos lugares del Sur profundo los negros no eran enterrados en los mismos cementerios que los blancos.
?Qu¨¦ dir¨ªa Martin Luther King de esas estad¨ªsticas federales que dicen que los negros estadounidenses, que representan el 12% de la poblaci¨®n total del pa¨ªs, constituyen el 21% del personal de las Fuerzas Armadas y, si nos referimos s¨®lo al ej¨¦rcito, el 29%?
?Lo ver¨ªa, tal vez, desde un punto de vista pr¨¢ctico, y considerar¨ªa que era una muestra de la eficacia de la discriminaci¨®n positiva?
?Qu¨¦ dir¨ªa acerca del hecho de que, despu¨¦s de tantas luchas por conseguir el derecho al voto, en la actualidad hay 1,4 millones de negros estadounidenses, cifra que representa el 13% de la poblaci¨®n negra en edad de votar, que no pueden ejercerlo por estar cumpliendo sentencia en la c¨¢rcel?
Pero la pregunta m¨¢s pertinente de todas es: ?qu¨¦ les dir¨ªa Martin Luther King a esos hombres y mujeres negros que constituyen una quinta parte del personal de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y cerca de una tercera parte del de su ej¨¦rcito?
Martin Luther King les dijo a los soldados negros que luchaban en Vietnam: "Cuando ayudamos a los j¨®venes a decidir su actitud ante el servicio militar, debemos explicarles con toda claridad el papel que desempe?a nuestro pa¨ªs en Vietnam y aconsejarles que opten por la objeci¨®n de conciencia".
En abril de 1967, durante una multitudinaria manifestaci¨®n contra la guerra en Manhattan, Stokely Carmichael describi¨® as¨ª el servicio militar obligatorio estadounidense de la ¨¦poca: "Los blancos mandan a los negros a luchar contra los amarillos para defender la tierra que les robaron a los pieles rojas".
?Qu¨¦ ha cambiado desde entonces? Nada. Exceptuando, evidentemente, que el servicio militar obligatorio de entonces se ha convertido en el alistamiento voluntario de los pobres en las Fuerzas Armadas de ahora. La pobreza tambi¨¦n obliga, aunque lo haga de un modo distinto.
?Dir¨ªa hoy Martin Luther King que la invasi¨®n de Afganist¨¢n, o de Irak, por el Gobierno estadounidense se diferencia, moralmente, de la invasi¨®n de Vietnam? ?Dir¨ªa que fue justo y moral participar en esas guerras? ?Dir¨ªa que obr¨® de un modo correcto el Gobierno estadounidense al apoyar pol¨ªtica y econ¨®micamente durante a?os, en la d¨¦cada de los ochenta, no obstante cometer los peores excesos contra kurdos, iran¨ªes e iraqu¨ªes, a un dictador como Sadam Husein, porque era un aliado contra Ir¨¢n?
?Dir¨ªa hoy Martin Luther King que el Gobierno estadounidense obr¨® de un modo correcto cuando, al ver que ese dictador, Sadam Husein, quer¨ªa actuar por su cuenta, invadi¨® Irak, lanz¨® cientos de toneladas de uranio empobrecido sobre sus campos, destroz¨® sus instalaciones de abastecimiento de agua, instaur¨® un r¨¦gimen de sanciones econ¨®micas que provoc¨® la muerte de medio mill¨®n de ni?os iraqu¨ªes, utiliz¨® a los inspectores de armamento de las Naciones Unidas para obligar a Irak a desarmarse, enga?¨® al pueblo estadounidense asegur¨¢ndole que Irak ten¨ªa un arsenal de armas de destrucci¨®n masiva que pod¨ªa ser utilizado en cuesti¨®n de minutos, y luego, cuando ese pa¨ªs estuvo de rodillas, lo invadi¨®, lo conquist¨®, humill¨® a sus habitantes, se hizo con el control de sus recursos naturales y sus infraestructuras, y otorg¨® contratos para su reconstrucci¨®n valorados en cientos de millones de d¨®lares a multinacionales estadounidenses como Bechtel?
Cuando habl¨® contra la guerra de Vietnam, Martin Luther King record¨® la existencia de determinadas conexiones que en la actualidad muchos se esfuerzan por no ver. "Los problemas planteados por el racismo, la explotaci¨®n econ¨®mica y la guerra forman un todo. Se trata de tres males estrechamente relacionados", afirm¨®. ?Dir¨ªa ahora, dirigi¨¦ndose a los manifestantes, que el Gobierno estadounidense obra de un modo correcto al exportar a los pa¨ªses pobres sus peores crueldades, como su racismo, su dominaci¨®n econ¨®mica y su maquinaria militar?
?Les dir¨ªa a los negros estadounidenses que deben luchar por conseguir la parte que les corresponde del pastel estadounidense, y que, cuanto mayor sea ¨¦ste, m¨¢s grande ser¨¢ la porci¨®n que les tocar¨¢, y que no importa el terrible precio que han de pagar los pueblos de ?frica, Asia, Oriente Pr¨®ximo y Am¨¦rica Latina a fin de que los estadounidenses puedan seguir manteniendo su estilo de vida? ?Apoyar¨ªa la absorci¨®n por el "gran sue?o estadounidense" de su propio sue?o, que era muy diferente y mucho m¨¢s hermoso? ?O lo ver¨ªa como una profanaci¨®n de su memoria y de todo aquello por lo que luch¨®?
Derechos civiles
La lucha de los negros estadounidenses por sus derechos civiles nos dio algunos de los m¨¢s destacados dirigentes pol¨ªticos, pensadores, oradores y escritores de nuestra ¨¦poca. Martin Luther King, Malcolm X, Fannie Lou Hamer, Ella Baker, James Baldwin y, por descontado, el maravilloso, m¨¢gico, m¨ªtico Muhammad Al¨ª.
?Qui¨¦n ha recogido su herencia?
?Gente como Colin Powell? ?Condoleezza Rice? ?Michael Powell?
Estos personajes son exactamente lo contrario de los mitos o los modelos de comportamiento. Pueden parecer la encarnaci¨®n de los deseos de ¨¦xito material de los negros, pero, en realidad, constituyen una gran traici¨®n. Son los criados con librea que guardan las puertas del deslumbrante sal¨®n de baile para que no penetren en ¨¦l los miembros de las razas de color. Su papel y su utilidad son ser montados por la Administraci¨®n de Bush siempre que necesite ponis pardos para sus guerras racistas o sus safaris africanos.
Si ¨¦sos son los nuevos mitos de los negros estadounidenses, habr¨¢ que prescindir de los antiguos, porque no pertenecen al mismo pante¨®n. Si ¨¦sos son los nuevos mitos de los negros estadounidenses, es posible que la sobrecogedora imagen que describe Mike Marqusee en su hermoso libro Redemption song -la de un Muhammad Al¨ª viejo y afectado por la enfermedad de Parkinson, que anuncia un plan de pensiones- simbolice lo que le ha ocurrido al poder negro no s¨®lo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Si los negros estadounidenses desean sinceramente rendir homenaje a sus verdaderos h¨¦roes y a todos los seres an¨®nimos que lucharon codo con codo con ellos, si el mundo quiere rendirles homenaje, es hora de marchar sobre Washington. De nuevo. A fin de mantener viva la esperanza para todos.
Arundhati Roy
'Ret¨®rica b¨¦lica'. Editorial Anagrama. La novelista india escribi¨® este texto en 1993, adoptando una posici¨®n abiertamente en contra del nacionalismo hind¨², la pol¨ªtica de George W. Bush y la globalizaci¨®n. La autora de 'El dios de las peque?as cosas' naci¨® en Assam en 1959, de padre bengal¨ª, al que apenas conoci¨®, y madre cristiana siriaca. Estudi¨® arquitectura y luego se dedic¨® al cine y a la escritura. Ha reflejado sus ideas en el ensayo 'El ¨¢lgebra de la justicia infinita'.
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