Ciao, Ranieri
Se fue Ranieri y el Valencia levant¨® el vuelo.
Despu¨¦s de su largo secuestro, Pablo Aimar sali¨® de la jaula, sacudi¨® las plumas, compuso el perfil, abri¨® las alas, tom¨® altura, respir¨® el aire perfumado de Sevilla, descendi¨® sobre el estadio S¨¢nchez Pizju¨¢n, pidi¨® la pelota y se puso a jugar como un ¨¢ngel.
Semanas antes, ¨¦l, Claudio, hab¨ªa prescindido del muchacho en un partido lamentable que impuso al Valencia uno de los precios m¨¢s altos que recordamos: a saber, una multa, una Liga de Campeones y todo el bochorno que cabe en el embudo de Mestalla. Luego reuni¨® a los periodistas y dijo la simpleza del a?o: le hab¨ªa dado la boleta por compasi¨®n; a su juicio, la criatura no le ca¨ªa muy bien al ¨¢rbitro Anders Frisk. Confirmado por los directivos, m¨¢s tarde se lo pens¨® mejor y precis¨® que el llamado Pablito no jugaba en el equipo titular porque era demasiado ligero para su gusto.
Entonces supimos que este hombre es uno de esos traficantes de carne que compran futbolistas al peso. Aunque no lo reconozcan en voz alta, est¨¢n convencidos de que el jugador es una ac¨¦mila de uniforme; el representante de una exclusiva raza de percher¨®n cuyo valor no reside en la agilidad, sino en la fuerza de arrastre.
Esos principios suyos que identifican un equipo con una ganader¨ªa nos han permitido calificarle para siempre: su desprecio por el f¨²tbol ha terminado convirti¨¦ndole en un arriero. Si la manada se despe?a, ¨¦l, como un nuevo capit¨¢n Ara?a, re¨²ne a sus pupilos y les enjareta la tradicional retah¨ªla de dicterios ante las c¨¢maras de televisi¨®n. No les grita mula! simplemente porque a¨²n no domina la jerga rural.
Nadie conoce a¨²n las causas profundas de su fichaje. Si buscaban un entrenador de formaci¨®n contrastada, ya ten¨ªan a Rafel Ben¨ªtez con su triple credencial de campe¨®n de Liga, campe¨®n de Copa y campe¨®n de la UEFA. Pero, por razones de buchaca que el coraz¨®n no entiende, le negaron el ¨²nico goleador que ped¨ªa, y acto seguido, encantados de la vida, alistaron a los tres o cuatro ga?anes que exigi¨® su opulento sucesor.
Con alguna honrosa excepci¨®n, ahora pueden amortizarlos en distintos trabajos de la huerta, preferiblemente en la recogida de naranja clementina.
Sin embargo, el esp¨ªritu de equipo sobrevive. Por un apurado designio de la providencia s¨®lo posible en tiempos de crisis, la plantilla conserva, menos mal, figuras compatibles con el buen juego: con ese fluido brillante y geom¨¦trico en el que se reconcilian los sentidos y el marcador.
Que la cancha se ventile.
Ciao, Ranieri. Vuela de nuevo, Aimar.
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