Andanadas y reconciliaci¨®n
?Mayo del 68 fue una algarada o una revoluci¨®n? A efectos pr¨¢cticos, las barricadas desembocaron en la multiplicaci¨®n de universidades, en el resquebrajamiento del Estado centralista, en la liberalizaci¨®n de la informaci¨®n, es decir, justo en lo contrario de lo que reclamaban los l¨ªderes de la protesta. Para Jean-Paul Sartre, fue el momento de lanzar la andanada m¨¢s virulenta contra Aron y el mundillo universitario. "Pongo mi mano en el fuego cuando digo que Raymond Aron jam¨¢s se ha cuestionado a s¨ª mismo y que por eso es, para m¨ª, indigno de ejercer como profesor". Ese cuestionarse, en pleno delirio mao¨ªsta, puede ir muy lejos y lleva a sugerir que los alumnos han de poder elegir sus profesores, tener la opci¨®n de revocarlos y participar tambi¨¦n a la hora de corregir ex¨¢menes y determinar las calificaciones.
Aron acepta que en otro mundo "sea concebible que los estudiantes tengan derecho a voto a la hora de escoger profesores, pero en el mundo real, en el de 1968, los estudiantes contestatarios no habr¨ªan elegido en funci¨®n del valor cient¨ªfico o pedag¨®gico del profesor, sino en funci¨®n de las opiniones pol¨ªticas de los candidatos".
Para Raymond Aron, "Sartre es el hombre del mon¨®logo aunque reivindique la dial¨¦ctica". Y denuncia la mala fe cong¨¦nita -no pod¨ªa ser de otra manera- del genio: "Tras la publicaci¨®n de La n¨¢usea, escribi¨® una serie de estudios literarios sobre algunos novelistas de la generaci¨®n precedente, Giraudoux, Mauriac. Son estudios que rebosan de talento, pero tambi¨¦n de formulaciones lapidarias. No quer¨ªa nadie a su alrededor. Recuerdo que en el art¨ªculo sobre Mauriac escribi¨®: 'Dios no es un artista; Fran?ois Mauriac, tampoco'. Armado de su teor¨ªa de la novela, decid¨ªa qui¨¦nes violaban las reglas del g¨¦nero. Para John Dos Passos, en la lejana Am¨¦rica, eran todos los elogios que rechazaba a sus pares o rivales".
Agarrados del brazo
Otro fil¨®sofo, un profesional de nihilismo y la desesperaci¨®n, el franco-rumano E. M. Cioran, retrat¨® a Jean-Paul Sartre como "un empresario de las ideas. Es un conquistador que se basa en un secreto: la falta de emoci¨®n. No hay nada que no pueda afrontar porque en nada pone pasi¨®n".
En 1979, Jean-Paul Sartre y Raymond Aron se reconciliaron. El primero, enfermo, ciego y harto de ser instrumentalizado por todos los jovencitos necesitados de un "viejo abuelo indigno", asumi¨® que a veces la gente quiera huir del para¨ªso en la tierra. Los dos, agarrados del brazo, fueron al palacio del El¨ªseo para pedir dinero, ayuda y asilo para los boat people vietnamitas.
Es la foto que ha quedado para la posteridad en la que la mano vendada del fil¨®sofo, su dentadura desvencijada y su sincorbatismo aparecen en amistoso di¨¢logo con el traje impecable, el gesto seguro y el pa?uelo en el bolsillo de Raymond Aron.
Babelia
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