Desvar¨ªo primaveral
Empieza la primavera, pero no puedo asegurar nada. Ustedes ya lo saben, cuando me leen, si tenemos ola de fr¨ªo u ola de calor, u oleada de indiferencia rayana en el desprecio. Pero hoy, dos semanas antes, que es cuando escribo, mi perro, yo y mis vecinos padecemos fr¨ªo hasta en el ascensor. Y nombro tal veh¨ªculo de la verticalidad no porque s¨ª o en vano. Sino porque el ascensor es el lugar donde tradicionalmente se hablaba del tiempo para no tener que hablar de nada m¨¢s. Sin embargo, desde los atroces cambios climatol¨®gicos de la ¨²ltima ¨¦poca, en los ascensores hablamos del tiempo con verdadero inter¨¦s e inquina. Es el enemigo. S¨ª, amigos y amigas: incluso aqu¨ª, en el sufl¨¦ catal¨¢n, u oasis, que eran por cierto lugares muy calentitos antes de ser hollados por la po¨¦tica pol¨ªtica; incluso aqu¨ª, dec¨ªa, hemos pasado un fr¨ªo peludo. No quiero ni imaginar lo que debe de haber ocurrido en Madrit, esa tierra de salvajes, y m¨¢s a¨²n por all¨¢ abajo, expresi¨®n que abarca todos los lugares poco recomendables en los que ya se sabe lo que pasa.
Perdonen, he tenido un ramalazo ego¨¦tnico. Por suerte, mi se?ora Maricruz, a quien me gustar¨ªa acompa?ar en el camino del Roc¨ªo hasta Montcada i Reixac, y luego bailar unas sevillanas y beber unos rebujitos (fino con sevenup) y cantar (ya muy bebidos, ellos, y por descontado, sordos) una salve rociera que iba a temblar la infanta Elena? En fin que mi se?ora Maricruz ha abierto el balc¨®n y ha entrado el Todav¨ªa Reinante fr¨ªo del carajo, congel¨¢ndome el Pensamiento N¨®rdico propio de los catalan¨ªsimos.
Yo de lo que quiero hablar es de los hombres y las mujeres Del Tiempo, que no s¨¦ por qu¨¦ no se les llama Del Clima, pues as¨ª no dar¨ªamos lugar al consabido equ¨ªvoco (?Croma?¨®n o Ata¨²lfo?), en el apartado Era; cerezas o casta?as, en el ¨¢mbito Temporada). A m¨ª me marc¨® mucho Minerva Piquero, que es lo m¨¢s parecido a Nicole Kidman y Michele Pfeiffer que tenemos (Todo por un sue?o e ?ntimo y personal, respectivamente), pero tambi¨¦n me molesta que, siendo tan grande la Meteorolog¨ªa, haya quienes la usen para convertirse en periodistas. Ya saben el dicho: "No le digas a mi madre que trabajo en un peri¨®dico. Ella cree que analizo el fluir de los elementos en un burdel".
Admiro a todos los expertos en meteorolog¨ªa que asoman en pantalla, con sus mapas, sus filigranas en relieve, sus nubes, sus huevos fritos, sus flechitas para arriba y para abajo; sus ondulaciones marinas; sus recuadritos de Ceuta, Melilla y las islas Canarias. Y Europa? Europa, por cierto, lamento dec¨ªrselo (Maricruz va a tener que colgarme del balc¨®n, me noto otra vez un subid¨®n de soberanina), sale mucho mejor en la televisi¨®n auton¨®mica del sufl¨¦, puesto que, una vez que hemos acabado con todas las Catalu?as (unas fotos preciosas enviadas por espont¨¢neos), pasamos directamente a la Europa de los pueblos, en donde est¨¢n, por ejemplo, Par¨ªs, Berl¨ªn, Roma y Madrid; pero m¨¢s en el mapa que en sus respectivos Estados. Qu¨¦ bonita ser¨ªa la realidad si se pareciera a los mapas del tiempo.
En opini¨®n de mi Maricruz, el mejor es Jos¨¦ Antonio Maldonado, que es el tipo de hombre que le gusta: se parece mucho a su marido. Yo me inclino m¨¢s bien por el actual meteor¨®logo de BTV, Alfred Rodr¨ªguez Pic¨®, que es muy simp¨¢tico y viste maravillosamente. Pero ya les he advertido que cualquiera con un mapa del clima y unas previsiones a mano puede hacerme so?ar. Incluso los pitbulls con peluca que aparecen en Fox News. Por cierto: ya s¨¦ que no ocurrir¨¢, pero un empleo como meteor¨®loga de la Fox ser¨ªa ideal para Condoleezza Rize, en el caso improbable de que la echaran del Pent¨¢gono.
Dir¨¢n ustedes que todo este sinsentido que llevo escrito carece de sentido. Y les doy la raz¨®n. A cambio de la raz¨®n (tambi¨¦n estoy dispuesta a dejarles a Maricruz un par de horas al d¨ªa, est¨¢ deseando perderme de vista), ?alguien de ustedes podr¨ªa enviarme algo de calor, algo de cabal esplendor de primavera?
No est¨¢ bien que la indecisi¨®n presida los armarios.
Y adem¨¢s, me muero de ganas de que se me revuelva el cuerpo.
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