Juego de palabras y humor
Dibujante, escritor, humorista, Roberto Fontanarrosa (Rosario, Argentina, 1944) hace juegos malabares con la literatura y el ingenio. Tan famoso en su pa¨ªs como Maradona, es un cuentista excepcional y desde hace 30 a?os publica a diario un chiste en el peri¨®dico 'Clar¨ªn'.
Es un personaje. Argentino, de Rosario, de 60 a?os, amante del f¨²tbol y de las mujeres, y de los amigos, de ojos oscuros y grandes, directos. Nada m¨¢s verle parece que acaba de venir de un estadio, de animar a los suyos. En Argentina, Fontanarrosa es tan famoso como Maradona, y en Rosario, su pueblo, es un ¨ªdolo, hemos tenido ocasi¨®n de comprobarlo. Lleva 30 a?os publicando en Clar¨ªn un chiste diario; podr¨ªa hacer lo que quisiera, pero se pliega a la actualidad, y sobre lo que pasa versan sus vi?etas. Y es adem¨¢s un escritor, sobre todo de cuentos, celebrad¨ªsimo en Argentina y cada d¨ªa m¨¢s conocido fuera de all¨ª. Hace poco apareci¨® por Madrid, con compatriotas suyos, tambi¨¦n cuentistas, y en la Casa de Am¨¦rica le pusieron delante del micr¨®fono, en medio de las solemnidades habituales en concili¨¢bulos as¨ª. La gente no par¨® de re¨ªr escuch¨¢ndole: habl¨®, con una seriedad que se parece corresponder con el car¨¢cter de los buenos humoristas (por cierto, la mirada de Fontanarrosa se parece a la de Buster Keaton), sobre la literatura. Empez¨® con esta frase, Puto el que lee esto, que no escribieron "ni Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de G¨®ngora", sino que ¨¦l ley¨® "en un ba?o p¨²blico en una estaci¨®n de la ruta". Con esa frase (que culmina con una declaraci¨®n de principios: "Puto el que lee esto? Eso es literatura") con la que comenz¨® su desternillante intervenci¨®n de Madrid empieza precisamente su ¨²ltimo libro de cuentos, Usted no me lo va a creer (Ediciones de La Flor. Argentina). Seg¨²n ¨¦l, ese principio es m¨¢s impactante que cualquier principio de la historia de los libros, desde Cervantes hasta Gabo? Le vimos de nuevo en Rosario, con motivo del reciente Congreso de la Lengua Espa?ola, del que fue un invitado estrella, y all¨ª hablamos con ¨¦l, sentados en el rinc¨®n oscuro del hotel donde se hab¨ªan alojado los Reyes de Espa?a. Lleg¨® con una bolsa ligera, en mangas de camisa, caminando como un interior izquierda. Durante la conversaci¨®n recibi¨® algunas llamadas, una de las cuales fue de los directivos de Rosario Central, el equipo de f¨²tbol por el que se partir¨ªa la cara: hab¨ªan sabido que Ernesto S¨¢bato (presente en Rosario) quer¨ªa lucir una camiseta del equipo y le ped¨ªan a ¨¦l que fuera quien se la entregara en la propia cancha. Despu¨¦s de la entrevista ten¨ªa que ir a rehabilitaci¨®n, pues una complicaci¨®n cerebral que felizmente est¨¢ detenida le dej¨® inh¨¢bil su brazo izquierdo, y mientras cruzaba luego en su coche las calles de su ciudad (le adoran porque nunca se fue, el m¨¢s famoso de los rosarinos actuales y no ha tenido la tentaci¨®n de irse del sitio donde naci¨®) nos estuvo hablando de las dentelladas que dejan en el cuerpo y en el alma los avatares de la salud; lo hac¨ªa con solidaridad y melancol¨ªa, hablando con una ternura sin l¨ªmites, tambi¨¦n, de su gran amigo Joan Manuel Serrat, a quien dedicar¨ªa un especial homenaje durante su intervenci¨®n en el congreso y que en ese momento estaba siendo operado en Barcelona. Es interesante recordar esa aparici¨®n suya en el congreso que revolucion¨® Rosario, porque le retrata como es, el hombre del extremo, solitario y sonriendo. Estaba sentado en el extremo de la mesa, en mangas de camisa, vestido de blanco, en contraste abierto con la oscuridad de los trajes de todos sus compa?eros de panel. Nada m¨¢s ocupar su sitio, una ovaci¨®n lo recibi¨® como si fuera una estrella de rock o un jugador de f¨²tbol. Su compa?ero de mesa, el mexicano Federico Reyes Heroles, dir¨ªa luego que se sent¨ªa muy feliz de ver un auditorio tan lleno de mujeres. Y ah¨ª se la puso en bandeja para que rematara Fontanarrosa: "Rosario se distingue por sus mujeres y por el buen f¨²tbol. ?Qu¨¦ m¨¢s puede pedir un intelectual?". No fue un comentario machista, ¨¦l no lo es: fue un comentario de Fontanarrosa, y el estadio, perd¨®n, el teatro, se levant¨® en una ovaci¨®n. Cualquier cosa que dijera (revindicaba las malas palabras, nada menos) desataba la simpat¨ªa del p¨²blico, porque adem¨¢s cualquier cosa que dijo estuvo llena de la simpat¨ªa que convirti¨® su intervenci¨®n en un espect¨¢culo de humor. Como en Madrid, pero con los suyos. Basta leer sus libros, El mundo ha vivido equivocado, por ejemplo, para entender que Fontanarrosa no simula el humor: ¨¦l es humor en estado puro. Aunque aqu¨ª hable en serio de ¨¦l, de su pa¨ªs.
As¨ª que el mundo ha vivido equivocado.
S¨ª, a grandes rasgos se puede decir que el mundo ha vivido equivocado, aunque yo no me siento autorizado para contestar a eso. Claro que hay algunos datos preocupantes, sobre todo en lo que se refiere a la ecolog¨ªa; ah¨ª ves a Estados Unidos, la mayor potencia, ?y si ella no firma los protocolos para defender el medio ambiente, qu¨¦ carajo vamos a hacer? Y est¨¢ el armamentismo, el control de la natalidad de modo que no se produzca una superpoblaci¨®n que despu¨¦s ser¨ªa muy dif¨ªcil de manejar? Pero yo soy un dibujante humor¨ªstico, no soy un soci¨®logo ni un estadista?
Parece obvio que Argentina ha vivido equivocada?
Pero al menos ha demostrado una vez m¨¢s el poder de recuperaci¨®n que tiene. Yo creo que el ¨²ltimo golpazo que nos pegamos a nivel econ¨®mico ha servido bastante para que se rebaje aquella soberbia de los chistes argentinos, en los que por cierto hay mucho de verdad. Mi viejo dec¨ªa que cuando en el barrio dicen que un tipo est¨¢ loco algo loco debe estar, as¨ª que cuando nos tratan de soberbios es que algo de soberbios debemos tener. Pues deb¨ªa ser que no ¨¦ramos ni tan inteligentes ni tan listos, ni tan r¨¢pidos, y por eso nos pas¨® aquello. Pero ahora parece que hay una tendencia positiva, y eso se advierte en la gente.
?Y con qu¨¦ estado de ¨¢nimo ha seguido usted la reciente historia de Argentina?
Yo siempre soy moderadamente optimista, porque el pesimismo paraliza. Nosotros pertenec¨ªamos a la clase media-media, la famosa clase media argentina, mi viejo vend¨ªa seguros de vida y trabajaba s¨®lo en casa. Alquilamos un departamento aqu¨ª, en el centro de Rosario, yo iba a la escuela y mi hermana aprend¨ªa ingl¨¦s y declamaci¨®n? Eran los a?os sesenta de Argentina. Una vez me sorprendi¨® la respuesta que Manuel Puig [el autor de Boquitas pintadas] dio a una encuesta sobre el momento y el sitio donde ¨¦l situaba el para¨ªso; dijo que era en Argentina en los a?os sesenta. Yo no me hab¨ªa percatado de eso, pero es cierto: el tipo de clase media ten¨ªa un trabajo seguro, viv¨ªa sin mayores sobresaltos; pero se pod¨ªa dar el gusto de salir a comer afuera una vez a la semana, pod¨ªa ir al cine, ese tipo de cosas. Despu¨¦s vinieron las dictaduras militares, y eso se vivi¨® muy mal, con mucho temor.
?C¨®mo soport¨® usted esa situaci¨®n?
Yo creo que a m¨ª me atemorizaba a¨²n m¨¢s irme que quedarme. Y digamos que en esa ¨¦poca jugamos con las cartas con las que pod¨ªamos jugar, publicamos lo que se pod¨ªa publicar. As¨ª y todo, el humor tiene esa caracter¨ªstica que te permite decir en broma lo que no se puede decir en serio. Los que empujaron los l¨ªmites fueron los de la revista Humor, que empez¨® con un peque?o tiraje y por eso la permitieron seguir; cuando se dieron cuenta estaba ya en 250.000 ejemplares. Y despu¨¦s sobrevino la guerra de las Malvinas. ?C¨®mo hacer humor sin parecer que uno est¨¢ haciendo una pr¨¦dica belicista o que aprobaba la guerra? Cuando termin¨® la guerra cambiaron las cosas y se abri¨® bastante la posibilidad de publicar.
?C¨®mo ser¨ªa hoy la caricatura de aquel r¨¦gimen?
Es dif¨ªcil hacer esa caricatura. F¨ªjate que algunas veces uno se pregunta hasta d¨®nde puede llegar el humor. Nuestros pa¨ªses siempre han estado en crisis. Y cuando hay crisis, controversia y pol¨¦mica el periodista est¨¢ en su salsa, y el humorista tambi¨¦n. El problema es cuando la crisis se torna en tragedia. Y entre nosotros hubo muchas tragedias. Como la guerra de las Malvinas, como la dictadura, con los desaparecidos? Ninguno de nosotros hizo chistes sobre desaparecidos.
?Se pregunt¨® en alg¨²n momento qu¨¦ hago yo aqu¨ª?
Pues no. Hay un lugar com¨²n que dice que el dibujante puede trabajar en cualquier parte porque la imagen es universal. Quiz¨¢ eso sirve para el dibujante, pero no sirve para el humorista que hace un humor editorial o que sigue la noticia. Me voy a Espa?a, ?y qu¨¦ hago? Ac¨¢ comparto c¨®digos comunes, si alguien canta algo sobre el tipo que se asoma al balc¨®n yo s¨¦ que est¨¢ hablando de Per¨®n? Yo voy a Espa?a y durante un tiempo har¨ªa chistes, chistes de toros, hasta empaparme del sentir de la gente de all¨¢, de sus complicidades, y eso yo creo que me llevar¨ªa mucho tiempo? Nac¨ª en Rosario y sigo en Rosario. Siento que es mi lugar, mi gente. Nunca me ha movilizado mucho conocer ciudades que son deslumbrantes. A m¨ª la curiosidad me dio para viajar y volver, siempre tengo que tener la fecha de regreso, ?viste?
?Qu¨¦ huella ha dejado esta historia argentina en usted, en sus amigos?
Depende mucho de la edad. Mi hijo no vivi¨® la guerra de las Malvinas. Yo le cuento de la dictadura, porque tengo muchos amigos desaparecidos, le cuento de aquella ¨¦poca, y me doy cuenta de que s¨ª, dej¨® una cicatriz muy profunda en casi todos los argentinos, que eso no, que eso no?
Que esa cicatriz no se toca?
Ya lo pasamos, fue dur¨ªsimo, ya qued¨® demostrado qu¨¦ son esos Gobiernos de mano dura. Hay un consenso general de que a eso no volvemos.
A lo mejor por eso la ¨²ltima crisis no se sald¨® con un problema mayor.
Desde la recuperaci¨®n de la democracia ha habido como un cuidado mayor, incluso en la prensa, con respecto a lo que hab¨ªamos conquistado; el Gobierno del presidente Alfons¨ªn fue tratado con mucho cuidado y con mucha mesura, porque se sab¨ªa que era un Gobierno fr¨¢gil. Pero yo ahora no vislumbro una situaci¨®n de vuelta atr¨¢s.
En ¨¦pocas democr¨¢ticas tambi¨¦n ha habido sacudidas fuertes?
S¨ª, tambi¨¦n nos ha marcado la ¨¦poca menemista. Argentina fue con Menem un pa¨ªs de fantas¨ªas. Nos beneficiamos de esa especie de ficci¨®n que nos llev¨® a creer que, en efecto, un peso era igual a un d¨®lar. Y d¨ªa a d¨ªa iba desapareciendo la producci¨®n argentina, que se iba cayendo a pedazos. Todos los d¨ªas cerraban f¨¢bricas y cerraban talleres. Hab¨ªa servicios, no producci¨®n. Y uno dec¨ªa: ?qu¨¦ est¨¢ fallando? Hasta que lleg¨® el d¨ªa en que nos dejaron de prestar dinero, se acab¨® la fiesta.
?C¨®mo afronta usted las cosas que no le hacen re¨ªr?
Yo agarro el diario, leo, me ocupo de las noticias de las que es factible sacar algo. Pero cuando viene la gran crisis econ¨®mica, la desocupaci¨®n, los datos de mortalidad infantil, los atentados, las Torres Gemelas, ?c¨®mo tratas eso humor¨ªsticamente?
En Espa?a sorprendieron much¨ªsimo las noticias sobre las muertes por hambre.
S¨ª, eso parece inconcebible en pa¨ªses como ¨¦ste. Lo que sucede es que se ha dado, y todav¨ªa existe, una acumulaci¨®n de riqueza absolutamente desproporcionada e irritante. Ahora ha vuelto a aparecer el dinero, aunque el famoso derrame todav¨ªa no aparece. Pero, francamente, que haya mortandad o hambre es inconcebible. Y esa crisis vino aparejada con niveles de corrupci¨®n desorbitados. Lo desaforado de la corrupci¨®n se asoci¨® a la falta de pudor de los corruptos, que hasta entonces se hab¨ªan retra¨ªdo un poquito. Pero esta vez no se recataron: mostraron sus mansiones en las revistas del coraz¨®n, como diciendo: "Esta es la casa que me hice con el dinero que les afan¨¦ a todos". Eso pas¨® en el menemismo, se colm¨® la medida.
Hay ahora Gobiernos progresistas en el Cono Sur de Am¨¦rica. ?Es un espejismo?
Es como si se estuvieran probando distintos modelos. Despu¨¦s de la ca¨ªda del muro se intent¨® imponer una sola pol¨ªtica econ¨®mica, y eso no funcion¨®. Ahora parece que se dirige la cosa hacia un punto intermedio que parece m¨¢s razonable. No es la idea de la revoluci¨®n de izquierda de los sesenta y los setenta, pero tampoco es la cosa ultraderechista. Y se est¨¢ produciendo un efecto de contagio, porque para la llegada de Kirchner influy¨® mucho que Lula resultara elegido en Brasil, y Tabar¨¦ V¨¢zquez usufruct¨²a en Uruguay que est¨¦ Kirchner ac¨¢, y adem¨¢s est¨¢ Lagos en Chile, y parece que son tipos moderados y con criterio.
?C¨®mo son los latinoamericanos?
?Oh, no, esa es una pregunta ¨ªntima! ?Somos 35 millones de argentinos! Lo ¨²nico que me atrever¨ªa a decir es que hablamos la misma lengua. Hay de todo: somos buenos, malos, corruptos, soberbios, nost¨¢lgicos, hay de todo. Quiz¨¢ en Am¨¦rica Latina hay un denominador com¨²n de calidez.
Puesto que no podemos hablar de 35 millones de argentinos, d¨ªganos qui¨¦n es el ciudadano Fontanarrosa.
Yo creo que hay elementos que me hacen sentirme a gusto conmigo mismo, y eso ayuda mucho en mi relaci¨®n con los dem¨¢s. ?Que por qu¨¦ estoy a gusto? Porque disfruto mucho con mi trabajo, y esa es una fortuna muy grande. De chico yo ten¨ªa las caracter¨ªsticas de todo dibujante; era muy t¨ªmido, extremadamente t¨ªmido. Si vos conoc¨¦s a Quino [el creador argentino de Mafalda] tambi¨¦n te vas a dar cuenta de que es un tipo callado, muy observador, y porque somos t¨ªmidos y callados, muy observadores, dibujamos: nos resulta m¨¢s f¨¢cil dibujar a la gente que ponernos a hablar con ella. Y me di cuenta de que esa era mi vocaci¨®n cuando dej¨¦ la escuela, porque yo no termin¨¦ la secundaria.
?Y por qu¨¦?
No me interesaba en absoluto. No sab¨ªa muy bien qu¨¦ quer¨ªa hacer, y, aparte de eso, tuve la mala suerte de ir ac¨¢ a una escuela que se llama El Industrial, donde les daban mucha preponderancia a las matem¨¢ticas, a la f¨ªsica y a la qu¨ªmica, que son materias que yo detesto. Cuando abr¨ª los libros al tercer a?o me di cuenta de que all¨ª se hab¨ªa terminado todo. Y entonces me fui y estuve mucho tiempo sin hacer nada concreto, saltando de un lado para otro, siempre con el dibujo como descarga.
?Y c¨®mo le naci¨® el dibujo?
Leyendo historietas, del c¨®mic, del tebeo. Me apasionaban las revistas y ah¨ª empec¨¦ a copiar a dibujantes. Aunque no me gustara el estilo, me apasionaban los libros del Pr¨ªncipe Valiente. Me acuerdo del primer dibujante que copi¨¦, Roy Crane, que ac¨¢ aparec¨ªa como Pepe Dinamita, que era un dibujo a medio camino entre lo humor¨ªstico y lo serio. Y, claro, Hugo Pratt, que vivi¨® en Argentina. Despu¨¦s estuve mucho tiempo en publicidad, y cuando me di cuenta de que pod¨ªa ganarme la vida con algo que me gustaba me dio cierta tranquilidad personal. Empec¨¦ a publicar m¨¢s habitualmente en 1973, en una revista que se hac¨ªa en C¨®rdoba, Hortensia, que tuvo bastante ¨¦xito. Ah¨ª naci¨® mi personaje El Aceitoso, y comenz¨® mi relaci¨®n con la prensa.
Y con la actualidad?
Muchos de los de Hortensia pasamos a Clar¨ªn. Me di cuenta en seguida de que hab¨ªa que leer el diario para poder hacer dibujos que tuvieran que ver con las noticias. Si no te fijas en el diario terminas haciendo chistes de n¨¢ufragos, que todos hemos hecho alguna vez.
Est¨¢n Les Luthiers, Quino, usted? Hay, obviamente, un humor argentino.
Hay un humor latino. Algunas veces he sido jurado de alg¨²n sal¨®n internacional, y, bueno, eran totalmente distintos los dibujantes de los pa¨ªses socialistas, por ejemplo; me sonaban que eran m¨¢s ingenuos. Un amigo m¨ªo que vive en Madrid volvi¨® despu¨¦s de un tiempo y me dijo que se hab¨ªa olvidado de que el humor argentino era tan agresivo, siempre marcando los defectos del otro. Pero yo no s¨¦ si llamarlo argentino, porque ese es el humor de Buenos Aires. Yo no conozco a todos los humoristas, pero recuerdo que el humor de Hortensia era menos sofisticado, era menos parecido a Europa, y Buenos Aires ha estado siempre mirando a Europa y a Estados Unidos. Lo cierto es que es un oficio que se aprende copiando. Hay una tradici¨®n de revistas de s¨¢tira pol¨ªtica y social, en Argentina y en Uruguay, y hay mucha gente: Lino Palacio, Oski, Quino; en Uruguay trabajan Tavar¨¦, est¨¢ el Menchi Sabas, Breccia? Maitena, que se hace la uruguaya porque tiene una casa en La Pedrera, pero es argentina.
?Se llevan bien entre ustedes? ?Hay envidia?
La disimulamos llegado el caso? Hay un elemento que favorece la buena relaci¨®n. En el dibujo de humor todos hemos hecho el servicio militar de la publicidad. No tiene nada que ver con el arte, la pintura, la poes¨ªa. As¨ª que optas entre prostituirte y prostituirte, y eso te quita divismo.
Se dice que detr¨¢s de un dibujante de humor hay un melanc¨®lico?
Eso se debe a las expectativas un poco equivocadas que hay respecto de los humoristas; se piensa que somos los animadores de la fiesta.
?Qu¨¦ le hizo ser un aficionado tan desaforado al f¨²tbol?
Es un juego muy lindo. Y es f¨¢cil de armar, porque no se necesita mucho dinero. Est¨¢ muy bien pensado; es muy divertido y adem¨¢s es muy caprichoso: ?por qu¨¦ tenemos que manejar el bal¨®n con el pie, cuando todo lo hacemos con la mano? Y en este pa¨ªs siempre hay un amigo de tu viejo que viene con el carnet para hacerte socio, y luego te regalan una camiseta, los pantalones del equipo, te hablan de los canallas y los leprosos, te hac¨¦s de Rosario Central.
?Los canallas y los leprosos?
Hubo ac¨¢ una gran an¨¦cdota de rivalidades; el Newell's, que es nuestro contrincante hist¨®rico, quiso hacer un partido a favor de una leproser¨ªa, y por esas rivalidades profundas Rosario Central se neg¨® a hacerlo tal como quer¨ªa Newell's, y ¨¦stos llamaron a los de Rosario canallas y los de Rosario llamaron a los otros leprosos. Y as¨ª somos, canallas. Los dos equipos respond¨ªan a la divisi¨®n de la ciudad: los de Rosario eran los populares, proven¨ªan de los trabajadores del ferrocarril, y los otros eran de la clase alta, proven¨ªan de un colegio ingl¨¦s. Yo creo que en Argentina el f¨²tbol tiene que ver con el orgullo: nos hac¨ªan creer que ¨¦ramos del Primer Mundo y donde ¨²nicamente mand¨¢bamos era en el f¨²tbol. Acord¨¢te de Di Stefano, de Kempes?, y no cualquier f¨²tbol puede dar un Maradona. Pel¨¦ sale de Brasil, Maradona sale de Argentina, no es casualidad.
?Preve¨ªa el fin de Maradona?
No, pero no me asombra, por las caracter¨ªsticas personales suyas, un pibe que llega de la pobreza, se codea con todos y llega a ser un dios. Valdano lo dijo: es muy dif¨ªcil que a un tipo al que siempre se le dijo que s¨ª, y que se cree un dios?
Dice Valdano que nunca se ha podido olvidar de dos goles que usted mismo marc¨® en un partido en su pueblo, en Las Parejas?
?Ja, ja! ?Fue un hito hist¨®rico! Fue un partido amistoso, ¨¦l estaba con Las Parejas, y yo fui como Rosario, todos veteranos. Marqu¨¦ dos goles, s¨ª, nadie lo ver¨¢ nunca m¨¢s.
Hay muchos de sus cuentos que tienen al f¨²tbol en el centro.
Es un regodeo personal. Obviamente, lo que m¨¢s me ha gustado desde siempre, aparte de algunas mujeres, es jugar al f¨²tbol. Menotti dec¨ªa que los equipos son como peque?as sociedades. Y mi viejo, que era muy aficionado al basket, cre¨ªa que jugando conoc¨ªas al que es generoso, al corajudo, al ego¨ªsta, al que se asusta, al que es abnegado, ah¨ª est¨¢ todo. Creo que es una tem¨¢tica muy rica, que posiblemente no llega al grado de dramatismo del boxeo, lo que explica que hasta hace muy poco tiempo hab¨ªa m¨¢s literatura de boxeo que de f¨²tbol.
En sus cuentos usted tacha la vanidad, la solemnidad?
Yo ah¨ª entro como lateralmente, todos esos asuntos son muy atractivos de observar. Es un poco lo que dice Daniel Samper: lo contrario del humor no es la seriedad, sino lo pomposo. Realmente poca gente tan seria para trabajar como Les Luthiers o como Woody Allen. Son tipos que laburan. Y a m¨ª me causa gracia todo lo ceremonioso, lo acad¨¦mico, lo pomposo, las instituciones r¨ªgidas, los ej¨¦rcitos, algunos escritores, todos aquellos que observan la vida como desde una torre de marfil. A m¨ª me hacen mucha gracia los pensadores. ?Y de qu¨¦ trabajan? Yo hice un cuento de un pensador que iba a una universidad, se quedaba callado y los alumnos lo miraban: estaba pensando. Ahora, claro, leo a pensadores que me explican algunas cosas en un idioma que yo entiendo, como Fernando Savater, ?no?
La sensaci¨®n que dan sus personajes es que los tiene al lado?
Es lo que vos preguntabas sobre la influencia del f¨²tbol en mi escritura: es como si pusiera una grabadora y estuviera robando di¨¢logos y s¨ªmbolos, y el f¨²tbol me ha dado mucho en ese sentido. A veces pienso si no estoy robando lo que se dice a mi alrededor; ahora me acaba de llamar un pitufo para decirme lo de la camiseta de S¨¢bato, pues a lo mejor hoy pongo a alguien a hablar como ¨¦l en un cuento m¨ªo.
Dec¨ªa un ilustre rosarino, Ernesto Guevara, que hab¨ªa que endurecerse, pero nunca perder la ternura. ?C¨®mo anda de dureza su pa¨ªs?
Todos los pa¨ªses se han complicado, en t¨¦rminos de seguridad. Antes ac¨¢ las puertas se dejaban abiertas. Ahora hay rejas, hay perros, hay guardia privada; eso genera otro tipo de relaci¨®n con la gente, y desde ese punto de vista el pa¨ªs se ha endurecido. ?Ese es el retrato del mundo? S¨ª, en tanto sigan esas pol¨ªticas de acumulaci¨®n de riqueza, que me parecen muy poco inteligentes porque el resultado es que vos ten¨¦s mucho dinero, pero est¨¢s encerrado entre rejas, al final est¨¢s preso. Es obvio que si toda la plata est¨¢ en Estados Unidos y en los pa¨ªses desarrollados, todo el mundo querr¨¢ ir ah¨ª. A lo mejor no es incitar a la violencia, pero la extrema desigualdad genera violencia.
Fontanarrosa, ?por qu¨¦ le llaman 'El Negro'?
Es la pregunta permanente en Espa?a: ac¨¢ es muy normal, si no sos rubio, sos negro, y no es despectivo; puede ser muy cari?oso.
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