La caza del concejal nacionalista
Ochenta y un ediles renuncian a sus cargos por el acoso de Batasuna tras su ilegalizaci¨®n
Hay lugares de Guip¨²zcoa donde ser nacionalista no basta. Xabier Larruskain lo es, y mucho. Militante activo del PNV desde hace 28 a?os, en la actualidad es concejal del Ayuntamiento de Oiartzun (9.400 habitantes). El mi¨¦rcoles por la noche estaba viendo la televisi¨®n con su mujer y una amiga en el interior del batzoki (la sede del PNV) cuando las ventanas estallaron y empezaron a caer piedras. "Aqu¨ª est¨¢n", dice Xabier se?alando una caja de cart¨®n, "15 piedras, algunas de m¨¢s de un kilo de peso. No nos dieron de milagro". Cuando se repuso del susto y sali¨® a la calle, apenas acert¨® a ver a unos j¨®venes encapuchados que hu¨ªan a la carrera. Ol¨ªa a pintura fresca. Las fachadas de las sedes del PNV y de Eusko Alkartasuna, situada justo enfrente, hab¨ªan sido manchadas de rojo y amarillo.
"Iban encapuchados y tiraron piedras contra nuestros cristales", relata un edil del PNV
"Hay pueblos donde no sabemos qu¨¦ pasa", admite la Delegaci¨®n del Gobierno
El viernes por la noche, y despu¨¦s de pasar un d¨ªa fuera del pueblo aventando el susto, Xabier Larruskain volvi¨® al batzoki: "Todo esto forma parte de una estrategia de Batasuna para que dejemos las concejal¨ªas que ganamos en mayo de 2003 y se las demos a ellos, que no se pudieron presentar porque estaban ilegalizados. Nos insultan, nos amenazan por tel¨¦fono, se concentran delante de nuestras casas y hasta han llegado a colgar nuestras fotograf¨ªas por el pueblo junto a la palabra ladr¨®n. Le aseguro que es muy duro estar viviendo todo esto".
Aunque violenta, no se trata, ni mucho menos, de una estrategia secreta. El parlamentario de la ilegalizada Batasuna Joseba Permach anunci¨® el pasado 5 de septiembre que se aumentar¨ªa la "presi¨®n pol¨ªtica" sobre los concejales, principalmente del PNV, que se negaban a renunciar a sus cargos. Batasuna sostiene que, de no haber sido ilegalizada, sus plataformas sat¨¦lites hubieran obtenido 472 concejal¨ªas, que fueron a caer en manos del PNV, Eusko Alkartasuna, Izquierda Unida o Aralar. Seis meses despu¨¦s de aumentar la "presi¨®n pol¨ªtica" -cuyo ¨²ltimo acto conocido consisti¨® en el apedreamiento del batzoki de Oiartzun-, la estrategia ya ha dado sus frutos. Nada m¨¢s y nada menos que 81 concejales nacionalistas -seg¨²n datos de la propia Batasuna- han renunciado a sus puestos. Ahora, el trabajo de los radicales se divide en dos frentes. Por un lado, aumentar la presi¨®n sobre los que se siguen resistiendo. Por otro, hacerse con esas 81 vacantes. Para ello, su mejor aliado es -paradojas de la vida- el art¨ªculo 182 de la Ley Electoral.
Dice el apartado uno del art¨ªculo 182 que "en caso de fallecimiento, incapacidad o renuncia de un concejal, el esca?o se atribuir¨¢ al candidato o, en su caso, al suplente de la misma lista a quien corresponda atendiendo a su orden de colocaci¨®n". Y el apartado dos concluye: "En el caso de que, de acuerdo con el procedimiento anterior, no quedasen posibles candidatos o suplementes a nombrar, las vacantes ser¨¢n cubiertas por cualquier ciudadano mayor de edad que no est¨¦ incurso en causa de inelegibilidad". Y es por esta gatera de la ley por la que Batasuna pretende entrar en los ayuntamientos. El ¨²nico inconveniente es que para ello necesita la colaboraci¨®n de los partidos que, legalmente, obtuvieron las concejal¨ªas. Un buen ejemplo es Lizartza. En ese pueblo guipuzcoano de 597 habitantes, la anulaci¨®n de las listas de Batasuna permiti¨® la victoria de Joseba Egibar, presidente del PNV en Guip¨²zcoa. El d¨ªa de su proclamaci¨®n como alcalde, Egibar fue insultado por los radicales, que lo persiguieron por las calles del pueblo hasta que se tuvo que marchar. Aquella presi¨®n, sostenida durante un a?o, le ayud¨® a recapacitar y, en julio de 2004, opt¨® por ceder tres de sus cuatro concejal¨ªas al entorno de Batasuna -a dos integrantes de la plataforma ilegalizada y a la madre de un preso de ETA-. Aunque al final la operaci¨®n fracas¨® porque la direcci¨®n del PNV llam¨® al orden a Egibar, Batasuna sigue insistiendo en la misma estrategia.
Seg¨²n la Delegaci¨®n del Gobierno, en el Pa¨ªs Vasco se est¨¢n produciendo tres situaciones an¨®malas en lo que a constituci¨®n de ayuntamientos se refiere. Hay unos pueblos donde no se han llegado a constituir -siete en Guip¨²zcoa-; otros, donde la lista entera de alg¨²n partido ha renunciado por temor a represalias; y otros lugares donde la sangr¨ªa de concejales -hartos de insultos y pedradas- se produce d¨ªa a d¨ªa. Hay todav¨ªa un cuarto supuesto, seg¨²n explic¨® un alto funcionario de la Delegaci¨®n: "Hay pueblos donde nunca atienden las llamadas de las subdelegaciones del Gobierno y, al menos oficialmente, no sabemos qu¨¦ est¨¢ pasando".
Oiartzun, por el momento, resiste. Apoyado en la barra del batzoki, Xabier Larruskain cuenta su vida. Sus palabras se parecen a la de los concejales socialistas y populares que malviven en otras zonas de Euskadi: "No soy un h¨¦roe, pero hay que aguantar, aunque s¨®lo sea por respeto a los que te han votado". Habla del miedo de la gente a saludarlo, de c¨®mo tiene que sujetar a sus hijos para que no se enzarcen con los que vienen a decirle ladr¨®n a las puertas de su casa. Aunque las piedras le pasaron cerca, admite que su caso es distinto al de los concejales del PP o del PSOE. Se pone en la piel de ellos y le dan escalofr¨ªos. A ¨¦l, que se sepa, no lo quieren matar. ?Y si le tuvieran que poner escolta?
- Me ir¨ªa.
Oiartzun, pintura y cristales rotos
Despu¨¦s de 16 a?os bajo gobiernos de Batasuna, la actual corporaci¨®n -formada por EA y PNV- tuvo que gastarse 36.000 euros en limpiar las calles de Oiartzun de pintadas a favor de ETA. Y, a¨²n as¨ª, no lo parece. Las fotograf¨ªas de los terroristas presos cuelgan todav¨ªa del balc¨®n del ayuntamiento y las calles siguen estando sucias de pintadas, carteles y pancartas. Sin embargo, lo que m¨¢s impresiona es lo que no se ve. El miedo de estos hombres a hablar -"haga el favor de no poner lo que le he dicho hace un rato, por si acaso"-, a denunciar a unos verdugos que conocen con nombres y apellidos; a que un d¨ªa un ambiente tan violento les termine por contagiar a sus hijos m¨¢s peque?os o vulnerables. "Nos vigilamos unos a otros", dice Xabier Larruskain, "para que la zorra no se nos meta en casa". Tambi¨¦n da miedo la memoria. Estos hombres y mujeres que plantan cara al entorno de ETA saben lo que les pas¨® a otros concejales nacionalistas que tambi¨¦n lo intentaron. A Jos¨¦ Mar¨ªa -para qu¨¦ dar apellidos- le ahorcaron un gato negro en la puerta de su casa. Se fue. A Xanet, su sustituto, tambi¨¦n le amargaron la vida. M¨²sico de profesi¨®n, lo persegu¨ªan all¨ª donde tuviera un concierto y se sub¨ªan al escenario, lo amenazaban, le tiraban objetos. Tambi¨¦n se fue. Luego lleg¨® Nemesio. Dos veces ardi¨® su empresa en un solo a?o... Dicen los concejales del PNV y EA que la ilegalizaci¨®n ha sido un varapalo econ¨®mico muy fuerte para el mundo de Batasuna, pero es un asunto en el que no se quieren explayar. La vida, y tambi¨¦n la pol¨ªtica, se ve diferente desde un batzoki de Bilbao que desde este de Oiartzun. Piedras, pintura y cristales rotos.
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