Garc¨ªa Lorca en el mundo de Dal¨ª
Antonina Rodrigo recoge en un libro la relaci¨®n del poeta granadino con Catalu?a
En la primavera de 1919, el joven Federico Garc¨ªa Lorca se presentaba en Madrid, en casa de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, con una carta de Fernando de los R¨ªos en la que ped¨ªa al de Moguer que lo "recibiera con amor" ya que en aquel joven granadino hab¨ªan puesto sus "m¨¢s vivas esperanzas". Juan Ram¨®n intercedi¨® por Garc¨ªa Lorca para que ¨¦ste entrara en la Residencia de Estudiantes, una ventana abierta a la cultura universal en el campo literario, art¨ªstico y cient¨ªfico.
Cuando al iniciarse un nuevo curso en 1922 Salvador Dal¨ª llega a la Residencia, Lorca "era ya su estrella fulgurante, la fiesta del ingenio, la risa y el j¨²bilo, en la que todos participaban de su extraordinario y exuberante talento", afirma Antonina Rodrigo, autora de Garc¨ªa Lorca en el pa¨ªs de Dal¨ª, que acaba de ser publicado por la Editorial Base y que analiza la relaci¨®n entre ambos y las estancias del poeta andaluz en Cadaqu¨¦s y en Barcelona.
El joven pintor que llega a la Residencia no causa una buena impresi¨®n entre los estudiantes, cuya reacci¨®n inicial ser¨¢ de rechazo ante la extra?a peculiaridad de Dal¨ª, su extravagancia y su deseo de no pasar inadvertido. Pero pronto la situaci¨®n cambiar¨ªa, como afirma Josep Rigol: "Salvador era muy despistado y los compa?eros abusaban a menudo de su inocencia".
Y es que la inocencia de Dal¨ª se escapaba de lo com¨²n. Por ejemplo, el pintor catal¨¢n no ten¨ªa idea alguna del valor del dinero. Si le hac¨ªa falta papel, alg¨²n compa?ero se ofrec¨ªa a ir a buscarlo, cobr¨¢ndole varias veces m¨¢s de su valor sin que se percatara del enga?o. Una vez entr¨® en una pescader¨ªa a comprar l¨¢pices y sali¨® indignado, le resultaba inadmisible que en cualquier tienda no hubiese todo lo que le hac¨ªa falta. Por estas y otras razones su padre encomend¨® a Rigol su custodia. "As¨ª que yo estaba siempre al quite y le ayudaba a solucionar las cosas pr¨¢cticas de la vida", agregaba Rigol.
Los primeros tiempos de Dal¨ª en la Residencia fueron los de un ser secreto, hosco y retra¨ªdo. Pero lograr¨ªa salir del cascar¨®n de su cuarto y se integrar¨ªa en el grupo de Federico. Los dos iban a protagonizar una serie de diversiones y juegos en la Residencia.
En la primavera de 1925, el pintor invit¨® al poeta a pasar la Semana Santa en su casa. Su familia resid¨ªa en Figueres, donde su padre ejerc¨ªa como notario. Despu¨¦s partir¨ªan a Cadaqu¨¦s, donde ten¨ªan una casa a la orilla del mar. El lugar le pareci¨® a Lorca un "paisaje eterno y actual, pero perfecto". All¨ª no tardar¨ªa en hacer nuevas amistades y fue invitado a dar un recital de poemas en el Ateneo de Barcelona. Uno de los m¨¢s gratos recuerdos que se llev¨® el poeta de su primera estancia en Cadaqu¨¦s fue conocer a Lydia, una pescadora que regentaba una hospeder¨ªa y que estaba totalmente deslumbrada por la personalidad y el aspecto de Eugenio d'Ors. Al morir su marido, la joven empieza a creer que ella es Teresa, la protagonista de La ben plantada. Lydia compr¨® los libros de D'Ors y convirti¨® en un epistolario amoroso cifrado el Glosario, que el fil¨®sofo catal¨¢n firmaba con el seud¨®nimo Xenius. La inteligencia natural y la fantas¨ªa de Lydia asombraron a Lorca, que la escuch¨® en respetuoso silencio, admirado de su elocuencia. En una carta escrita a Ana Mar¨ªa Dal¨ª afirma que "lo de Lydia es encantador. Tengo su retrato sobre mi piano. Xenius dice que ella tiene la locura de Don Quijote, ?se equivoca! Cervantes dice que a su h¨¦roe se le sec¨® el cerebro pero la locura de Lydia es h¨²meda, suave, llena de gaviotas y langostas...".
Lo m¨¢s trascendente de la primera estancia de Lorca en Cadaqu¨¦s fue la lectura de su drama Mariana Pineda en el ambiente acogedor de la casa de los Dal¨ª. Despu¨¦s, y tras la exaltaci¨®n del padre del pintor, Lorca la leer¨ªa ante un p¨²blico m¨¢s amplio, que se mostr¨® igual de ilusionado. "Garc¨ªa Lorca es por antonomasia el juglar del siglo XX. Su mayor diversi¨®n consist¨ªa en la espontaneidad de la transmisi¨®n oral de su mundo l¨ªrico y dram¨¢tico", afirma la granadina Antonina Rodrigo, que reside en Barcelona desde 1970 y que ha rescatado del olvido a numerosas mujeres que participaron de forma decisiva en la historia de la II Rep¨²blica, la Guerra Civil y la dictadura de Franco.
Correspondencia ¨ªntima
Llegado el momento de marcharse de Catalu?a, el poeta y la hermana de Dal¨ª, la hermosa Anna Mar¨ªa, iniciaron una correspondencia ¨ªntima. Su amistad, apuntalada en las cartas, se acrecentar¨ªa con la segunda visita del poeta a Cadaqu¨¦s, esta vez por una larga temporada, en mayo de 1927. "Federico iba a encontrarse con una Anna Mar¨ªa transformada f¨ªsicamente. Los tirabuzones de adolescente hab¨ªan desaparecido por un corte de pelo a lo gar?on. S¨®lo su alegr¨ªa, su entusiasmo y sus bellos ojos segu¨ªan siendo los de la muchachita de dos a?os atr¨¢s", afirma Rodrigo.
Para Anna Mar¨ªa Dal¨ª, la personalidad de Lorca era "tan vivaz, tan absorbente y atractiva, que todos nos sent¨ªamos impresionados por ¨¦l; adem¨¢s, se hac¨ªa querer por su car¨¢cter espont¨¢neamente infantil. Quer¨ªa que le cuidasen, que le mimasen constantemente. Iba siempre de nuestra mano. Ten¨ªa miedo a morir y le parec¨ªa que as¨ª, cogido de nuestras manos, se aferraba a la vida".
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