El lado oscuro de la pol¨ªtica
Un amigo me cont¨® hace tiempo la siguiente an¨¦cdota. Con el paso del tiempo, la acequia que corre por la finca de su segunda residencia en el Empord¨¤ se hab¨ªa ido llenando de hierbas y maleza, dificultando el paso del agua por su cauce. Un fin de semana, imagino que como si se tratara de un ejercicio de fitness m¨¢s que como una muestra de responsabilidad por el mantenimiento del medio rural, decidi¨® ponerse personalmente a limpiarla. Pero no bien hab¨ªa comenzado la tarea, cuando del pueblo se acerc¨® un lugare?o corriendo y gritando: "?Pedro, pare, no haga eso!". Sorprendido, mi amigo crey¨® que, dada su poca familiaridad con las tareas agr¨ªcolas, su vecino le quer¨ªa prevenir. Pero no era ¨¦sa la raz¨®n. Lo que el vecino le quer¨ªa decir era que antes de limpiar la acequia pidiera la subvenci¨®n p¨²blica que exist¨ªa para ese tipo de actividades, de lo contrario despu¨¦s no la podr¨ªa cobrar.
Me vino a la memoria esta historia cuando le¨ª en este diario los resultados de una investigaci¨®n de Interm¨®n Oxfam para conocer c¨®mo se reparten en Espa?a las subvenciones europeas a las actividades agr¨ªcolas y de mantenimiento del medio rural. Los resultados son espectaculares. Unos pocos propietarios se llevan, en cantidades millonarias, la mayor parte de las subvenciones, mientras que un gran n¨²mero de peque?os agricultores s¨®lo reciben una cantidad ¨ªnfima.
Como era de esperar, entre los afortunados aparecen los grandes apellidos de la Espa?a eterna, pr¨¢cticamente inmutable desde la reconquista de las tierras castellanas y andaluzas a los moros, o, cuando menos, desde que la revoluci¨®n liberal del siglo XIX desamortiz¨® las tierras de la Iglesia y las ¨®rdenes religiosas para venderlas a la vieja aristocracia y a la nueva burgues¨ªa. Pero, entre los nombres de los afortunados, o por mejor decir, de los aprovechados, aparecen tambi¨¦n algunos apellidos vinculados a la nueva riqueza surgida con el desarrollo econ¨®mico de la segunda mitad del siglo pasado y de los florecientes negocios inmobiliarios de a?os recientes. Como se ve, la tierra sigue siendo un signo que da brillo social al ¨¦xito empresarial.
Interm¨®n Oxfam descubre otro aspecto interesante. De forma creciente, los receptores de subvenciones dejan de tener cara y ojos y se ocultan detr¨¢s de sociedades mercantiles. Lo mismo que sucede por el lado de los impuestos. Ya lo dijo el fallecido Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez: cada vez hay menos personas f¨ªsicas en Espa?a y m¨¢s personas jur¨ªdicas. De esta manera los ricos pagan menos impuestos y, a la vez, est¨¢n m¨¢s subvencionados.
A algunos quiz¨¢ les puede sorprender y hasta parecer escandaloso que las subvenciones favorezcan fundamentalmente a los m¨¢s ricos. Pero, de hecho, aunque el objetivo aparente es ayudar a los m¨¢s necesitados -ya sea un ciudadano o una peque?a empresa-, en realidad ese objetivo sirve para oscurecer su verdadera finalidad, que es transferir recursos a los m¨¢s ricos.
Pero lo malo de las subvenciones no es s¨®lo que favorecen a los ricos, sino que fomentan actividades ineficientes que de otro modo nunca se llevar¨ªan a cabo. Se trata de lo que los economistas llaman actividades estrat¨¦gicas relacionadas con la b¨²squeda de rentas, que nunca se desarrollar¨ªan sino existiesen esas subvenciones. Recuerden el llamado caso del lino. La cosa consist¨ªa en que como exist¨ªan unas subvenciones europeas a la producci¨®n de esa planta, algunos grandes propietarios dejaron de producir cultivos tradicionales y los sustituyeron por el lino. Pero como ¨¦ste no ten¨ªa demanda, la cosa consist¨ªa en buscar un comprador ficticio, cobrar la subvenci¨®n y proceder a quemar el lino. Un despilfarro de recursos p¨²blicos, pero un buen negocio privado.
Por otro lado, hay algo perverso en las subvenciones que corrompe la vida p¨²blica y deslegitima instituciones importantes. Hace pocas semanas, un juez del Baix Llobregat abri¨® diligencias contra una organizaci¨®n patronal por el uso indebido de las subvenciones para la formaci¨®n profesional de los trabajadores. Y en los tribunales anda tambi¨¦n el caso de subvenciones de ese tipo desviadas para la financiaci¨®n de alg¨²n partido. Y as¨ª, otros muchos casos.
De hecho, el n¨²mero de cazadores de subvenciones aumenta proporcionalmente con el n¨²mero de autoridades y organismos p¨²blicos. Hay profesionales valiosos que dedican su inteligencia y energ¨ªa a convencer a las autoridades para crear nuevas subvenciones y despu¨¦s buscan empresarios que quieran solicitarlas. Imag¨ªnense la riqueza productiva que se generar¨ªa si esa inteligencia y energ¨ªa se dedicara a poner en marcha actividades productivas, en vez de la b¨²squeda de rentas de las subvenciones.
Todos, menos los buscadores de rentas, ganar¨ªamos haciendo desaparecer muchas subvenciones. Entre otros beneficios, se podr¨ªan bajar los impuestos, porque, no se olvide, las subvenciones no son un man¨¢ que cae gratuitamente del cielo, sino de los impuestos que pagan las clases medias. Pero, como mi confianza en que desaparezcan es reducida, y, por otro lado, algunas son necesarias, habr¨ªa que hacer algunas cosas. En primer lugar, limitar la cuant¨ªa m¨¢xima de subvenci¨®n que puede recibir una persona o empresa, de la misma forma que se limita la cuant¨ªa m¨¢xima de las deducciones fiscales por compra de vivienda o por planes privados de pensiones. En segundo lugar, obligar a que todo organismo p¨²blico tenga un registro, accesible a trav¨¦s de Internet, con los nombres y apellidos de los que reciben subvenciones y la cuant¨ªa de las mismas.
Si hace unas semanas habl¨¦ en estas mismas p¨¢ginas de la cara oculta de la Luna, refiri¨¦ndome a la financiaci¨®n oculta de los partidos, las subvenciones dan lugar a un lado oscuro de la pol¨ªtica, que pervierte la vida empresarial y contribuye a deslegitimar instituciones importantes para la democracia. En uno y otro caso, la transparencia y el acceso p¨²blico a los datos es la ¨²nica medicina eficaz contra el fraude y la corrupci¨®n.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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