"Sigo siendo un aprendiz"
Se cuida mucho de presumir de nada, pero Gonzalo Men¨¦ndez-Pidal (Madrid, 1911) es un personaje ¨²nico y fascinante, un caballero dotado de un humor exquisito y una seductora falta de grandilocuencia y pretensiones. Memoria viva del siglo XX, testigo parco, cosmopolita y sabio, don Gonzalo film¨®, anot¨®, fotografi¨®, registr¨® y guard¨® en el monumental archivo de su casa de San Rafael (Segovia) un verdadero tesoro visual, escrito y sonoro: conferencias, viajes, an¨¦cdotas, canciones, conversaciones, grandes y min¨²sculos acontecimientos que sirven para definir entera esa ¨¦poca apasionante que ¨¦l trata de relativizar diciendo: "Todo lo hac¨ªamos por diversi¨®n".
Quiz¨¢ el hijo de Ram¨®n Men¨¦ndez-Pidal y Mar¨ªa Goyri pasar¨¢ a esa posteridad que tan poco estima como un acad¨¦mico de la Historia m¨¢s, pero eso esconder¨ªa al menos la mitad de cuanto ha hecho desde que naci¨® en abril de 1911: escolar en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza y el Instituto Escuela, estudiante adolescente en Alemania, pol¨ªglota de lenguas vivas y muertas, electricista del grupo de teatro La Barraca, miembro de las Misiones Pedag¨®gicas, reportero privado durante la II Rep¨²blica y la Guerra Civil, cineasta de los a?os clave de la cultura espa?ola (realiz¨® el documental Hijos del 68 sobre la generaci¨®n de Baroja y su padre), pionero del bricolaje (construy¨® todas las estanter¨ªas de su casa ¨¦l mismo), profesor de instituto, arque¨®logo, dibujante, esquiador...
"He pasado las crisis sin darme cuenta. Ibas a las Misiones Pedag¨®gicas, o a lo que fuese, porque era lo normal. Iban tus amigos..."
"Pasionaria dijo: '?M¨¢s vale ser viuda de h¨¦roe que mujer de cobarde!'. Y D¨ªaz Canedo solt¨®: 'Pues yo prefiero ser soltero de las dos cosas"
Esa condici¨®n renacentista y su inteligencia siempre en marcha le han permitido adem¨¢s publicar sobre esto y aquello, musicolog¨ªa, literatura, f¨ªsica, meteorolog¨ªa, y cumplir con el padre ilustre escribiendo (?e ilustrando a mano!) libros como La Espa?a del siglo XIII en im¨¢genes o Imagen del mundo hacia 1570, entre otros.
Ahora, a sus 94 a?os, lleno de proyectos (dos pel¨ªculas y un disco con las voces del siglo), este caballero elegante y austero ha accedido a publicar una breve y deliciosa colecci¨®n de recuerdos (Papeles perdidos, Residencia de Estudiantes), y despu¨¦s de varias semanas resisti¨¦ndose ha concedido esta entrevista, rendido ante la insistencia de Paloma Saras¨²a, amiga y, junto a Elvira Onta?¨®n, espita de su memoria.
Pregunta. En Papeles perdidos cuenta una gran an¨¦cdota de Julio Caro: tras la guerra, pill¨® copiando a una monjita.
Respuesta. Fue bonito, porque vio que la monja ten¨ªa una imagen de la Virgen sobre la mesa y el libro de la asignatura debajo, y le dijo: "Hermana, una de las dos cosas sobra".
P. Aunque tampoco es manca la respuesta de Enrique D¨ªez Canedo a Pasionaria.
R. Fue al principio de la guerra. Pasionaria dijo una de aquellas frases grandilocuentes que buscaban resonancia universal: "?M¨¢s vale ser viuda de h¨¦roe que mujer de cobarde!". Y Enrique solt¨®: "Pues yo prefiero ser soltero de las dos cosas".
P. ?Y c¨®mo le dio a usted por ir guard¨¢ndolo todo?
R. ?Guardaba porque nadie lo quer¨ªa! Las Enso?aciones de Cajal las encontr¨¦, escritas a mano, en una revista que vi tirada en el Rastro. Eran los a?os del aislamiento... Nadie lo quer¨ªa.
P. Pero tambi¨¦n fotografiaba, y filmaba, y grababa voces... ?Pensaba en la posteridad?
R. ?T¨² ahora est¨¢s pensando en la posteridad? ?Era otro clima! Las cosas pasaban as¨ª. Lo hac¨ªamos todo por diversi¨®n.
P. ?Se llev¨® bien con su padre?
R. Ten¨ªa m¨¢s trato con mi madre y con mi abuela, que me ense?¨® a leer en franc¨¦s. Nadie me ense?¨® a leer en espa?ol. Y a escribir, menos.
P. ?C¨®mo era don Ram¨®n?
R. Bien, muy normal.
P. Le mand¨® a M¨²nich y aprendi¨® alem¨¢n.
R. ?Qu¨¦ remedio! Me mandaron all¨ª porque Jos¨¦ Castillejo, que era un gran angl¨®filo, se opuso a que me mandaran a Inglaterra. ?Dec¨ªa que no hab¨ªa suficiente disciplina!
P. Parece que ha costado un triunfo convencerle de publicar estas peque?as memorias...
R. Hay dos culpables, como siempre, mujeres. No quer¨ªa porque tengo mala memoria, y adem¨¢s hablo raro, tenemos un lenguaje
en esta casa... Cuando viv¨ªa mi hijo, yo le dec¨ªa: "Coge el tel¨¦fono de pedales", o sea, el m¨®vil. He publicado algunas cosas pero podr¨ªa contar m¨¢s.
P. ?Por ejemplo?
R. Conoc¨ª a Hildegard Rodr¨ªguez, la ni?a prodigio, liberada, hija de cura. Vino a primero de Filosof¨ªa y Letras con su madre, que nos daba un tost¨®n horroroso: "Va a hacer cinco doctorados para que le den la borla de oro, bla, bla". En lo m¨ªo no aprob¨® primero. Luego la asesin¨® la madre porque se enamor¨® de un chico. La madre iba a clase y un d¨ªa que est¨¢bamos s¨®lo seis en aquel anfiteatro tan grande empez¨® a revolver en el bolso y se le cayeron unas monedas por las escaleras. El profesor, don Juan Hurtado, se indign¨® y pidi¨® al bedel que llamara a la fuerza p¨²blica... Estaba nervioso porque daba clase a los de Derecho, que eran muchos y montaban mucho l¨ªo. La pobre Hildegard fue una v¨ªctima de su madre.
P. ?D¨®nde pas¨® la guerra?
R. En los dos sitios. San Rafael cambiaba de manos, vine a Madrid. Tuve miedo a veces, pero he pasado las crisis sin darme cuenta. Entrabas en las Misiones Pedag¨®gicas o en lo que fuese porque era lo normal, iban tus amigos... Nunca entender¨¦is lo normal que era todo, en el azar, en esa mezcla de normalidad y suerte. Una vez tuve que viajar a Barcelona en un avi¨®n infernal. Al aterrizar hab¨ªa mucho revuelo en el aeropuerto. El otro avi¨®n, el de Iberia, se hab¨ªa estrellado.
P. ?Ha sido afortunado?
R. Hice lo que me cuadraba. No hay que enfatizar las cosas nada.
P. ?C¨®mo era La Barraca?
R. No iba con los actores. Iba con los decorados y luego nos un¨ªamos. Una vez Benjam¨ªn Palencia me orden¨®: "A ¨¦se ¨¦chele una luz negra". Nos divert¨ªamos mucho... Federico tocaba bien el piano y cantaba cosas muy graciosas.
P. ?Qu¨¦ diferencia hab¨ªa entre el Instituto Escuela y la Instituci¨®n Libre de Ense?anza?
R. S¨®lo fui a la Instituci¨®n dos a?os y luego me negaban el saludo, por traidor. Era m¨¢s solemne que la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios: el Instituto era m¨¢s abierto. Mi compa?ero era hijo de tranviario.
P. ?Qui¨¦n fue su maestro?
R. Con mi cu?ado Miguel Catal¨¢n me llev¨¦ bien, G¨®mez Moreno, un picapedrero de San Rafael, un carrero... ?No s¨¦!
P. ?En la Residencia aprendi¨® muchas cosas?
R. Com¨ªa all¨ª con Miguel. Te dec¨ªan: "P¨¢same a Ortega y Gasset". ?Las vinagreras! Al salir, o¨ªas: "?Te acuerdas de que esta noche viene a tocar Falla?". ?Era eso! En el Crucero Universitario por el Mediterr¨¢neo hubo un amago de accidente, cundi¨® el p¨¢nico. All¨ª aprend¨ª algo: s¨®lo cayeron al agua los que no sab¨ªan nadar.
P. ?Ha dejado de aprender?
R. Los catedr¨¢ticos japoneses de 70 a?os siguen aprendiendo escritura. El chino es m¨¢s complicado. Cuando me hicieron acad¨¦mico, Gonzalo Anes dijo: "Aqu¨ª llega el aprendiz para seguir siendo aprendiz". Sigo siendo el aprendiz...
Babelia
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