La plaga m¨¢s extendida
Todav¨ªa no hace demasiado tiempo, la gente med¨ªa, sopesaba un poco lo que dec¨ªa y contaba, as¨ª como delante de qui¨¦n lo hac¨ªa. No es s¨®lo que se abstuviera de hablar de ciertas cuestiones en presencia de los menores (es el ejemplo m¨¢s n¨ªtido), al considerarlas inadecuadas, perniciosas, truculentas o terror¨ªficas, sino que ten¨ªa conciencia del peligro de dar ideas. Es ¨¦sta una expresi¨®n con ya escaso uso, aunque a¨²n se la entienda, veremos por cu¨¢ntos m¨¢s a?os. Su desuso progresivo, no cabe duda, es consecuencia del desuso de la cosa misma, justo en el momento en que m¨¢s falta har¨ªan ambas, cuando a trav¨¦s de la televisi¨®n y de Internet todo llega r¨¢pidamente a casi todo el mundo; y adem¨¢s, en unos tiempos cuya mayor plaga -contra la que nadie lucha, quiz¨¢ por ser guerra perdida- es el mimetismo m¨¢s idiota y gregario, m¨¢s fr¨ªvolo e indiscriminado. De hecho vivimos en el reino del papanatismo.
Imb¨¦ciles y criminales ha habido siempre, y a menudo no se exclu¨ªan, sino que se complementaban. No s¨¦ si ahora hay m¨¢s, pero lo parece, y en todo caso disfrutan siempre de una legi¨®n de imitadores. Tal vez lo que antes pasaba es que a las ideas imb¨¦ciles o criminales se les daba poca o ninguna cancha. Debi¨® de haber una ¨¦poca en la que no bastaba con que existieran los hechos, o las iniciativas, o las ocurrencias, o las reclamaciones, para que los responsables de un peri¨®dico, una televisi¨®n o una radio se hicieran de inmediato y sumiso eco de ellos. Imagino, en el pasado, a una figura que ahora me cuesta creer que exista: la de un jefe de secci¨®n, o un redactor, o un director de diario que, ante tal o cual noticia o propuesta est¨²pida, se plantara tanquilamente y dijera: "Esto es una sandez. Esto no tiene inter¨¦s. Esto no se justifica. Esto es gato por liebre. Esto no aporta nada. Esta gente no lleva raz¨®n. Esa otra est¨¢ grillada. Estos son unos jetas. En definitiva, esto no sale porque es una majader¨ªa. Cuesti¨®n zanjada". En verdad cuesta creer que ahora haya individuos as¨ª, con criterio propio y no amedrentados, que no teman ser acusados de "censores" por no reflejar en su medio lo que juzgan una parida, una chorrada, un aprovechamiento, un chantaje o algo criminal en s¨ª mismo.
Por el contrario, lo descontado es que cualquier imbecilidad encontrar¨¢ todas las espitas abiertas, y por supuesto centenares de imitadores. Si a un grupo terrorista se le ocurre secuestrar a alguien y decapitarlo, no hay duda de que eso crear¨¢ escuela y en breve habr¨¢ muchos m¨¢s grupos haciendo rodar cabezas. Si un pa¨ªs hip¨®crita (que ni siquiera suscribe el Protocolo de Kyoto) lanza una exagerada y demencial campa?a contra el tabaco, es seguro que casi todos los dem¨¢s har¨¢n otro tanto, como ovejas memas. Si escalan el Everest unos pioneros, al cabo de unos cuantos a?os el lugar estar¨¢ arruinado, lleno de basura y caba?as, casi de pelda?os tallados para que las masas suban por ellos y se ufanen luego de haber "coronado", aunque eso carezca ya de m¨¦rito y no sea ninguna haza?a. Si a unas decenas de snobs cretinos se les ocurre veranear en la Ant¨¢rtida, al poco habr¨¢ muchedumbres all¨ª devast¨¢ndola, ahuyentando a su fauna y probablemente deshel¨¢ndola. Si aparece la rese?a de cualquier festejo "popular" especialmente necio, como esa repugnante "tomatina" del Pa¨ªs Valenciano, ser¨¢n millares quienes acudan a la vez siguiente, hasta el punto de que los arrojadizos tomates habr¨¢n de importarse, anul¨¢ndose as¨ª toda "espontaneidad" posible (imposible en este caso, nadie es tan tonto espont¨¢neamente). Si los miembros de una secta estafadora y chalada (perd¨®n por las redundancias) cometen un suicidio colectivo, tenemos garantizado que los remedar¨¢n los de otras cuantas. Si unos analfabetos gramaticales proponen el rid¨ªculo signo @ para indicar que incluyen a varones y hembras cuando escriben "mon@s" o "vasc@s", surgir¨¢n millares de imitamon@s aplicando su ignorancia y convirtiendo cualquier texto en ilegible. Y qu¨¦ decir de la parte de tontificaci¨®n mundial de la que es responsable el Libro Guinness de los R¨¦cords o como se llame: lo que empez¨® como un registro de curiosidades ya existentes se ha convertido en una invitaci¨®n permanente a que la gente pierda su dinero y su tiempo en las m¨¢s in¨²tiles gilipolleces de que en la historia hubo noticia; y lo que no falla es que todos los medios den, en efecto, cada subnormal noticia.
Desde la m¨¢s idiota pero en apariencia inocua -no hay idiotez que sea inocua del todo y que no traiga consecuencias-, hasta la m¨¢s criminal y monstruosa, nadie se abstiene jam¨¢s de dar ideas, sean o no convenientes, a sabiendas de que en esta era de mimetismo enfermizo y desenfrenado todas ellas ser¨¢n al instante a?adidas a la enorme carga que ya soporta el mundo sin necesidad de ellas. Y uno se pregunta por qu¨¦ se le incorporan a diario tantas, y por qu¨¦ nadie las frena, atrevi¨¦ndose a decir meramente: "Esto est¨¢ de sobra. No pasa".
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