Elogio de la incertidumbre
El Quijote es un libro de ayer, porque la novela de Cervantes aparece en el gozne entre los siglos XVI y XVII, en la Espa?a de Felipe III y la Contrarreforma, pero se inscribe en el radio mucho m¨¢s amplio de la cultura del Renacimiento y la propuesta erasmista de la doble verdad: "Todas las cosas humanas", leemos en El elogio de la locura, "tienen dos aspectos... Todo en la vida es tan oscuro, tan diverso, tan opuesto, que no podemos asegurarnos de ninguna verdad...".
Le¨ªdo a la luz de Erasmo -maestro del maestro de Cervantes, L¨®pez de Hoyos-, el Quijote recoge las lecciones del Elogio de la locura, obviamente, porque don Quijote pasa por ser loco pero a cada momento se muestra m¨¢s cuerdo que nadie al grado de que su aventura relativiza los absolutos tanto de la l¨®gica como de la imaginaci¨®n, d¨¢ndole su parte de raz¨®n a la locura de don Quijote y parte de su locura a la raz¨®n del mundo.
Que la raz¨®n, suplic¨® Erasmo en el renacer del siglo XVI, no se convierta en nuevo dogma en el lugar de la fe. Y advirtamos, dijo m¨¢s tarde Pascal, que ser¨ªa una locura, por otro giro de la raz¨®n, no estar un poco locos.
El erasmismo fue un intento auroral de conciliar las verdades de la raz¨®n y la fe. Tanto la Reforma como la Contrarreforma, con sus respectivas intolerancias, sofocaron el di¨¢logo de la raz¨®n y la fe. Cervantes, a mi parecer, se vale de las certezas dogm¨¢ticas de su tiempo para humanizarlas, relativizarlas y someterlas a la prueba de la incertidumbre.
Es m¨¢s: Cervantes, en el Quijote, pone, en cada p¨¢gina, a prueba la realidad. Pero no niega. Afirma: hay una realidad del mundo en la medida en que hay una imaginaci¨®n del mundo. Y ¨¦sta es una afirmaci¨®n v¨¢lida para ayer, hoy y ma?ana.
La imaginaci¨®n cervantina pasa por el fino cedazo de la incertidumbre, palabra rectora de todo el universo del Quijote.
Incierto es el escenario de la novela: un lugar de La Mancha de nominaci¨®n indeterminada.
Incierto es el g¨¦nero de la obra, toda vez que Cervantes est¨¢ inaugurando la novela moderna como g¨¦nero de g¨¦nero o, como propone Claudio Guill¨¦n, di¨¢logo de g¨¦neros.
El di¨¢logo de Quijote y Sancho es entre la ¨¦pica caballeresca intemporal y la picaresca radicada en el aqu¨ª y el hoy. La interacci¨®n de los personajes subordina ambos g¨¦neros, pero los revitaliza al relativizarlos en el roce con los dem¨¢s g¨¦neros presentes en el Quijote: el pastoril, el morisco, la novela de amor, la balada, la novela italiana, la novela bizantina: todas las voces narrativas previas al Quijote encuentran su foro dialogante en el Quijote.
Cervantes, sin embargo, va mucho m¨¢s all¨¢ de este cruce gen¨¦rico para darle la m¨¢xima amplitud, fund¨¢ndola a la que consideramos, con justicia, la primera novela moderna.
Al pasar del g¨¦nero establecido o can¨®nico al din¨¢mico di¨¢logo de g¨¦neros, Cervantes introduce tambi¨¦n la incertidumbre autoral. ?Qui¨¦n escribe la novela que leemos? ?Un tal Cervantes, m¨¢s versado en desdichas que en versos, cuya Galatea ha le¨ªdo el cura que hace el escrutinio de los libros de don Quijote? ?Un tal de Saavedra, mencionado por el Cautivo con admiraci¨®n, a causa de los hechos que cumpli¨® por alcanzar la libertad? ?O se debe la autor¨ªa al ag¨®nico quehacer del historiador ar¨¢bigo y manchego Cide Hamete Benengeli, quien vierte al castellano los papeles de un an¨®nimo traductor morisco: un relato rescatado, casi, del basurero? ?O ser¨¢ verdadero autor del Quijote el villano usurpador Alonso Fern¨¢ndez de Avellaneda, autor de la versi¨®n ap¨®crifa que se convierte en parte de la segunda parte de la novela cuando obliga a don Quijote a cambiar de ruta y seguir a Barcelona a fin de denunciar la farsa de Avellaneda y demostrar que ¨¦l, "don Quijote, es el verdadero personaje real del Quijote?". O ser¨¢ enmascarado autor de la novela Gin¨¦s de Pasamonte, galeote liberado por don Quijote y "por otro nombre llamado" Ginesillo de Parapilla, personaje transformista que vuelve a aparecer como el titiritero Maese Pedro y a quien Francisco Rico, en su magn¨ªfica edici¨®n del libro, identifica como el aragon¨¦s Jer¨®nimo de Pasamonte, "a quien Cervantes conoci¨®" y candidato, a?ade Rico, a ser precisamente el que se oculta tras el seud¨®nimo de Avellaneda el p¨ªcaro.
Pero cuidado, que esta autor¨ªa podr¨ªa extenderse a toda la familia de La Mancha, la vasta descendencia del Quijote en el Tristram Shandy de Sterne, en las andanzas de Jacques y su Amo de Diderot, en las Quijotitas que creen a pie juntillas todo lo que leen: novelas g¨®ticas de Jane Austen, folletines rom¨¢nticos en Madame Bovary... Hijos de La Mancha son, al cabo, todos los novelistas contempor¨¢neos que rescatan la herencia del Quijote, la menospreciada herencia que evoca Milan Kundera, la tradici¨®n que se autocelebra como ficci¨®n, consagra su g¨¦nesis ficticia, se sabe hija de otros libros, es reflexiva, lee al mundo y lo dice, parte de la inexperiencia y lo admite, hasta aterrizar en Pierre Menard autor del Quijote, que es la manera como Borges nos indica que, al cabo, el autor del Quijote eres t¨², hip¨®crita lector, mi semejante y mi hermano. Somos nosotros, los que al leerla, le damos su actualidad a la novela de la incertidumbre no s¨®lo autoral, sino nominal.
S¨ª, incierto nombre tambi¨¦n. El Quijote acent¨²a su libre incertidumbre a trav¨¦s de un verdadero carnaval onom¨¢stico, en el que no sabemos a ciencia cierta si don Quijote, en la vida civil, es Quixano, Quixana o Quezada, como en el modo pastoril es Quijotiz, y en otros pasajes caballerescos, el Caballero de los Leones y el Caballero de la Triste Figura. Lo cierto es que quien entra a la esfera de don Quijote, cambia de nombre y aun el centro de estabilidad nominativa, que es Sancho Panza, es un multiplicador de apelativos: convierte al fiero Fortinbr¨¢s en el Feo Blas, a Cide Hamete Benengeli en Berenjena y al yelmo de Mambrino en bac¨ªn del barbero Malandrino.
La Condesa Trifaldi se transforma en Tres Faldas, Tres Colas, Condesa Lobuna y Condesa Zorruna. Mas, ?no ha sido el propio Quijote, en tesitura ¨¦pica, quien ha abierto la puerta al festival onom¨¢stico con su invocaci¨®n temprana de h¨¦roes con nombres tan estrafalarios como Lepolemo Caballero de la Cruz, Platir hijo del emperador Primale¨®n, enfrentados a enemigos, reales e imaginarios, que multiplican la adjetivaci¨®n delirante de don Quijote: gente endiablada y descomunal, fementida canalla, a la cual s¨®lo puede vencer Don Quijote, ¨¦mulo de Alifanfarr¨®n de la Trapobana y Pemtapolp¨ªn del Arremangado Brazo.
La novela moderna, nos explica Victor Schlovsky, nace a partir de la estratificaci¨®n del lenguaje que deja de ser ¨²nico y comprensible para todos y admite, en cambio, la diversidad del habla, mediante el reprocesamiento de todos los niveles del lenguaje. Esta posibilidad, que le es negada a la ¨¦pica y a la tragedia, es lo propio de la novela: los personajes ya no se entienden entre s¨ª. Se entienden Aquiles y la Amazona Pentesilea, incluso se entienden Ulises y la diosa Calipso. Pero no se entienden Madame Bovary y su marido, ni Ana Karenina y el suyo.
Quijote y Sancho hablan dos estilos opuestos y de su encuentro surge el lenguaje propio de la novela, un malentendido constante que convierte a Dulcinea-Aldonza en Miss Understanding, se?orita incierta pero que, gracias a ello, nos permite acceder a la pedagog¨ªa misma de la novela: un lenguaje ilumina a otro lenguaje. Nadie es due?o absoluto, como en el pasado pudo ocurrir, de las palabras.
Este triunfo de las palabras como corona de la imaginaci¨®n pasa por el descubrimiento de la novedad del libro y de la lectura.
Don Quijote es un lector de todos los libros que se convierte en libro le¨ªdo por todos los lectores. Ya desde la primera parte, Quijote habla de "el sabio que habr¨¢ de escribir esta historia". Ya vimos la pluralidad autoral que nos ofrece el libro de don Quijote. Pero hay un momento en el cual el problema ya no es qui¨¦n escribi¨® el libro sino qui¨¦n lo ley¨®, lo lee y lo leer¨¢. Ese momento ocurre cuando don Quijote, el lector afiebrado, se sabe le¨ªdo e impreso. Don Quijote deja atr¨¢s sus propias lecturas y es perseguido por su propio libro. Al cabo, el libro lo alcanza y se convierte en ¨¦l. El personaje don Quijote se transforma en el libro Don Quijote.
Si en la primera parte don Quijote puede preguntar: ?qui¨¦n me escribe?, en la segunda puede exclamar: ?soy escrito!
Unidos para siempre el personaje y su libro, de este ayuntamiento nace el lector del libro. El lector del Quijote aparece necesariamente cuando se rompen las fronteras narrativas del libro y desaparecen las cercas que separaban al narrador de lo narrado y al lector de lo le¨ªdo.
As¨ª como don Quijote no escribe nuevos libros de caballer¨ªas sino que los vive, para seguirlos leyendo debe actuarlos pero para seguir viviendo va a necesitar al lector de su propia ¨¦pica c¨®mica.
As¨ª como en la novela de Cervantes entran y salen de las historias los protagonistas y los narradores, los historiadores y los traductores, as¨ª entran y salen ahora los lectores.
De ser lector de textos anteriores, don Quijote se transforma de esta manera en autor de un nuevo texto cuya vida depende del siguiente lector de la novela de Cervantes.
Porque el lector sabe algo que no conoce el autor: el lector conoce el futuro.
Nosotros somos parte del futuro que no conoci¨® Cervantes: somos la actualidad legible de la novela Don Quijote.
Y si Cervantes escribi¨® el Quijote en una ¨¦poca alterada por el paso de las certezas del Medioevo a las dudas del Renacimiento y a una Modernidad embargada entre la eclosi¨®n de grandes talentos individuales que ya no toleraban el anonimato y quer¨ªan no s¨®lo el nombre, sino el renombre, al tiempo que coexist¨ªan la primera globalizaci¨®n -la de Col¨®n y Magallanes- con las ambiciones din¨¢sticas, las rivalidades comerciales y las pugnas religiosas, como coincid¨ªan la sujeci¨®n colonial de pueblos abor¨ªgenes y la creaci¨®n de un estatuto jur¨ªdico que los protegiese, al tiempo que la norma medieval de la guerra constante y la paz excepcional se transformaba en desider¨¢tum jur¨ªdico de que la paz fuese norma y la guerra excepci¨®n.
Entonces todo esto, y mucho m¨¢s, definen el hoy de la ¨¦poca de Cervantes. ?Qu¨¦ define nuestra actualidad como lectores de Cervantes cuatro siglos despu¨¦s del primer Quijote?
Miremos a nuestro alrededor.
Hay un aplazamiento y a menudo una perversi¨®n de las agendas humanas al iniciarse el siglo XXI.
Los gastos militares rebasan con mucho los destinados a la salud, la educaci¨®n, el desarrollo.
Las urgentes demandas de la condici¨®n femenina, la tercera edad y la juventud desorientada e inconforme, son abandonadas al azar.
Las ofensas contra el medio ambiente se multiplican.
Conquistas internacionales ganadas con perseverancia cr¨ªtica y a veces con sacrificio humano -diplomacia, multilateralismo, apego al orden jur¨ªdico- son avasalladas por la premura ciega del unilateralismo y la guerra preventiva, con alt¨ªsimo costo para todos.
A menudo, todo esto induce a dos actitudes igualmente peligrosas.
Por una parte, la beatitud pasiva. Hay quienes creen que vivimos en el mejor de los mundos posibles porque nos han dicho que lo indispensable es imposible.
Por otra parte, somos deliberadamente avasallados por un agitado aunque pasivo temor al Apocalipsis latente.
Se?oras y se?ores:
Hay uno, dos, tres tsunamis en su futuro.
Pero detr¨¢s de la complacencia y la pasividad est¨¢ la profunda sospecha, prevista por Goethe, de que "Dios deje de querer a sus criaturas y deba, una vez m¨¢s, aniquilar al mundo y empezar de nuevo".
El espacio ha capitulado: gracias a la imagen, podemos estar en todas partes instant¨¢neamente.
Pero el tiempo se nos ha pulverizado en instantes, perdiendo la capacidad de imaginar el pasado y recordar el futuro en un cont¨ªnuum m¨¢s all¨¢ de lo que Emilio Lled¨® denomina "el et¨¦reo imperio de las im¨¢genes".
De all¨ª la importancia de Cervantes y el Quijote para nuestro propio tiempo.
Cervantes y don Quijote son la constante advertencia de que el lenguaje es cimiento de la cultura, puerta de la experiencia, techo del mundo, azotea de la imaginaci¨®n, rec¨¢mara de amor y, sobre todo, ventana abierta al aire de la duda, la incertidumbre y el cuestionamiento.
?Y ad¨®nde nos conduce la incertidumbre del Quijote?
A la realidad del libro.
Y al coraz¨®n de la realidad.
Don Quijote de la Mancha, a cada relectura, nos devuelve el color del mundo. Lo que parec¨ªa incoloro y al menos gris¨¢ceo, recobra intensos rojos, brillantes amarillos, cielo y mar azules, boscosos verdes y eso que Melville vio en otra gran epopeya cr¨ªtica, el Moby Dick: el blanco que contiene todos los colores pero sobre todo el negro de nuestra conciencia nocturna y de nuestra luminosidad por amanecer.
Pero el Quijote, me dir¨¢n ustedes, es todo luz.
No lo ve¨ªa as¨ª Dostoievski, quien ley¨® el Quijote como "la novela m¨¢s triste de todas", porque es "la historia de una desilusi¨®n".
Ilusi¨®n y desilusi¨®n. ?No trasciende Cervantes ambas alternativas demostr¨¢ndonos que s¨®lo hay una realidad del mundo -triste o gozosa- en la medida en la que hay una imaginaci¨®n del mundo?
?No nos demuestra la imaginaci¨®n literaria que el mundo no es s¨®lo lo que es o parece ser sino lo que fue y lo que puede ser?
?Y no nos dice Cervantes que si no hay imaginaci¨®n en el mundo, pues entonces, hay que inventarla?
La duda cervantina nos est¨¢ diciendo que como la autor¨ªa (la autoridad) y los nombres son susceptibles de muchas explicaciones, tambi¨¦n lo es el mundo mismo: nuestra realidad no es fija, sino mutable, s¨®lo nos acercamos a la realidad si no pretendemos abarcarla: novela relativa de realidades parciales, el Quijote es un valladar contra el totalitarismo.
Toda verdad, como toda raz¨®n, est¨¢ aqu¨ª en tela de juicio.
Aqu¨ª, s¨®lo nos acercamos a la verdad si no pretendemos ser sus due?os.
Y s¨®lo nos acercamos a la raz¨®n si la conjugamos con la imaginaci¨®n.
Novela fundadora de la novela, Don Quijote de la Mancha, es tambi¨¦n la ficci¨®n que funda la verdad, la ficci¨®n que pone a prueba la raz¨®n, la ficci¨®n que inventa lo que falta en el mundo, la ficci¨®n que nos permite apropiarnos del mundo, la ficci¨®n que le da color, sabor, sentido, sue?o y vigilia, perseverancia y holganza, al mundo.
Entra en ti mismo y descubre al mundo, nos pide Cervantes.
Pero tambi¨¦n, sal al mundo y desc¨²brete a ti mismo.
Novela pr¨®xima a todos los tiempos y al nuestro mismo porque nos demuestra que s¨®lo se acerca a la verdad quien no trata de imponer su verdad.
Novela que nos ense?a, al cabo, a pasar del milagro al misterio con escala indefinida en el asombro.
Discurso de aceptaci¨®n del doctorado honoris causa de la Universidad de Castilla-La Mancha, pronunciado el pasado 20 de abril.
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