De 'yanqui' a keniano
Los n¨²meros del proceso de maduraci¨®n fisiol¨®gica de Lance Armstrong muestran c¨®mo ha llegado a la magn¨ªfica eficiencia de los atletas africanos
Cualquier alma c¨¢ndida, cualquier mente inocente tendr¨ªa derecho a pensar que en Lance Armstrong, en la vida y la obra del ciclista que ha ganado seis Tours consecutivos y que acaba de anunciar que el de 2005 ser¨¢ el ¨²ltimo que corre, habita una paradoja.
El tejano es quiz¨¢s el campe¨®n m¨¢s misterioso de la historia del ciclismo, el corredor que m¨¢s cuidado pone para frenar las fugas de informaci¨®n, que m¨¢s trabaja para controlar toda la informaci¨®n que puede surgir de ¨¦l, de su equipo y de su entorno -a quien ha impuesto una f¨¦rrea ley del silencio-, y, al mismo tiempo, es el ciclista que mejor partido ha sacado a los h¨¢bitos medi¨¢ticos de la sociedad del siglo XXI, de una ¨¦poca en la que la informaci¨®n es un alimento que se consume, se digiere y se excreta a toda mecha, en un proceso continuo e interminable, en c¨ªrculo vicioso inevitable.
De Armstrong se est¨¢ haciendo una pel¨ªcula; de su vida Armstrong ha escrito dos autobiograf¨ªas; de Armstrong sus entrenadores, amifgos, colegas y vecinos cuentan an¨¦cdotas, historias y milagros siempre que pueden; de Armstrong, sobre Armstrong, su madre, Linda, acaba de publicar un libro en Estados Unidos (No mountain high enough, m¨¢s o menos Ninguna monta?a es demasiado alta) en el que cuenta c¨®mo cri¨® a su hijo campe¨®n, c¨®mo, en el proceso, se cri¨® a s¨ª misma.
De Armstrong se sabe todo y no se sabe nada, lo que, en realidad, no es parad¨®jico, sino l¨®gico, reflejo del ¨¦xito del campe¨®n ciclista para construir a posteriori su propia historia, su propia imagen.
De Armstrong, sobre Armstrong, autorizado por Armstrong, un fisi¨®logo norteamericano, Edward F. Coyle, acaba de publicar un estudio que pone n¨²meros a lo evidente, a su proceso de maduraci¨®n fisi¨®logica entre 1992 y 1999, a c¨®mo entre tres y seis horas de entrenamiento diario convirtieron un cuerpo tocho de 80 kilos, con porcentajes de grasa de sprinter, potente, pesado y muy, muy fuerte, fuerte, el f¨ªsico de un corredor de pruebas de un d¨ªa, de un clasic¨®mano, en una m¨¢quina ¨²nica, perfecta para el Tour de Francia, para las contrarreloj y la monta?a, una m¨¢quina de 73 kilos cuyo aspecto m¨¢s destacado es la eficiencia, el cociente entre gasto y producci¨®n.
Coyle, de la Universidad de Tejas, en Austin, se encarg¨® de las pruebas de esfuerzo de Armstrong desde 1992, desde que era el mejor amateur del ciclismo norteamericano, un f¨ªsico portentoso llegado de la pr¨¢ctica del triatl¨®n, hasta noviembre de 1999, hasta meses despu¨¦s de que Armstrong ganara su primer Tour. Y, entre medias, los meses finales de 1996 y todo 1997, el tiempo en que cur¨® un c¨¢ncer.
Poniendo unos detr¨¢s de otros los datos obtenidos durante los nueve a?os de observaci¨®n, Coyle llega a la conclusi¨®n de que en la transformaci¨®n de Armstrong no tiene mucho que ver su capacidad cardiorrespiratoria (lo que los cient¨ªficos llaman consumo de ox¨ªgeno o VO2max, el principal criterio para discriminar desde j¨®venes a los deportistas gen¨¦ticamente predispuestos), lo que en realidad no es nada extraordinario. Desde 1967, desde los estudios de Astrand y Salting, se sabe que el VO2max de los deportistas de resistencia tiene un tope cercano a los 86 mililitros de ox¨ªgeno por kilo y por minuto, un l¨ªmite que, excepto algunos casos anecd¨®ticos, nadie ha superado desde entonces. Y Armstrong, desde siempre, ha exhibido un VO2max excepcional, variando entre 76,1, cuando su peso en forma era de casi 77 kilos, y 85 (cifra no alcanzada en prueba de esfuerzo, que Coyle colige bas¨¢ndose en su experiencia), cuando pesaba 73 kilos y encadenaba Tour tras Tour (el mismo Coyle recuerda que el VO2max de Indurain era de 79).
El 50% del VO2max de una persona es de componente gen¨¦tica, lo que queda claro con la cifra de 66 que mostr¨® un Armstrong desentrenado -salidas de apenas 30 kil¨®metros diarios- en la prueba de esfuerzo a que se someti¨® en agosto de 1997, ocho meses despu¨¦s de terminar sus sesiones de quimioterapia. Esa capacida, 66, que tan baja parece, es la m¨¢xima que puede so?ar con alcanzar, por mucho que se entrene y trabaje, cualquier persona que no est¨¦ gen¨¦ticamente predispuesta.
S¨ª que es espectacular la disminuci¨®n de la producci¨®n de ¨¢cido l¨¢ctico, un dato que indujo a Coyle, que no le practic¨® a Armstrong ninguna biopsia muscular, a pensar en que tantas horas diarias de entrenamiento, tanmtos a?os, hab¨ªa tenido como efecto una transformaci¨®n de sus fibras musculares. "Mi predicci¨®n es que en estos siete a?os, Armstrong ha pasado de poseer un 60% de fibras de tipo I [fibras lentas pero resistentes] a un 80%", escribe Coyle en su estudio, publicado en el Journal of Applied Phisiology, "lo que vendr¨ªa a confirmar la hip¨®tesis de que con los a?os, las fibras II [r¨¢pidas, potentes y fatigables] se transforman en I". Otro s¨ªntoma que afianza la predicci¨®n de Coyle es la evoluci¨®n en la pedalada de Armstrong, su gusto creciente por el uso de desarrollos m¨¢s ligeros movidos a mayor frecuencia: m¨¢s velocidad y menos fuerza para producir la misma potencia. Este proceso est¨¢ en la base de una mejora en su eficiencia en un 8% [un 8% m¨¢s de potencia, de vatios], que, unido a su descenso de peso en el Tour, su p¨¦rdida de grasas, le ha permitido un progreso del 18% en otro factor important¨ªsimo, y fundamental cuando de escalar un puerto se trata, la relaci¨®n entre peso y potencia.
Esta transformaci¨®n muscular, acompa?ada de otros factores, como el uso de c¨¢maras hipob¨¢ricas y otros medios de hipoxia intermitente, han conseguido el milagro: un yanqui nacido en Tejas con el perfil fisiol¨®gico de un fondista keniano. En efecto, la superioridad de los africanos en las pruebas de fondo del atletismo no nace tanto de su mejor capacidad cardiorrespiratoria -que no es tal: su VO2max no es mejor que el de los blancos- sino de su mejor eficiencia: la misma potencia con menos gasto. Como Armstrong.
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