El hombre que quiso volver
La ¨²ltima vez que pas¨® por Madrid Augusto Roa Bastos nos habl¨® de dos obsesiones suyas: volver a Paraguay y vivir en Espa?a. Eran dos alternativas irreconciliables. El autor de La vigilia del almirante, se sentaba ante una mesa de madera en el hotel Welington de Madrid, y desgranaba, mientras tomaba su primera cerveza, las razones para ir y las razones para quedarse. Hab¨ªa recibido propuestas de Murcia y de Alcal¨¢ de Henares; en ambos casos, Roa era requerido para ense?ar literatura y para reconciliarse en Espa?a con una cultura que ¨¦l contribuy¨® a hacer. Adem¨¢s, los rectores de las universidades que le convocaban le propon¨ªan un sueldo como para subsistir de buena manera en un pa¨ªs cuyas puertas -conferencias, art¨ªculos, cursos- se le hab¨ªan abierto con largueza. ?l mov¨ªa aquella cabeza grande y bien peinada, su nariz robusta y sus ojos clareados por el cansancio y, era extraordinario, ?dec¨ªa s¨ª y no al mismo tiempo!
En Espa?a ten¨ªa amigos, y muchas amigas, entre ellas, su agente, Carmen Balcells; ten¨ªa editores, y ten¨ªa un enorme n¨²mero de lectores que se hab¨ªan hecho con Yo, el Supremo, su gran novela contra la dictadura. Pero en Paraguay ten¨ªa el sonido de su pueblo, y ten¨ªa el guaran¨ª. En esa misma conversaci¨®n nos hablaba con su pasi¨®n opaca, porque Roa era un hombre de media voz e incluso de media noche, de las cosas que le esperaban en Toulouse, donde habitaban familia e historia, y en todo momento daba la impresi¨®n de que ¨¦l quer¨ªa estar al tiempo en los tres sitios: Espa?a, Paraguay y Toulouse. Dentro de su alma era evidente que habitaba un exilio, y no s¨®lo un exiliado; durante a?os, Paraguay fue el paradigma de las dictaduras crueles de Am¨¦rica Latina, como si fuera una dictadura pionera.
Y, adem¨¢s, ¨¦l fue, lo era entonces, la contrafigura del dictador. Por eso, cuando hablaba de volver y cuando hablaba de quedarse no hablaba s¨®lo como un ciudadano, sino como un s¨ªmbolo. Le preguntamos por qu¨¦ no hac¨ªa a medias su decisi¨®n: pod¨ªa vivir en un lado y en otro, y viviendo la pasi¨®n de su nacimiento y la raz¨®n de su viaje. Qu¨¦ va. Regres¨® a Toulouse y despu¨¦s de una vida en la que se mezclaron las frustraciones familiares con la historia derrumbada volvi¨® definitivamente a Paraguay. A¨²n as¨ª, fue y volvi¨®; despu¨¦s de La vigilia del almirante Roa public¨® otros libros, e incluso dio a la estampa El fiscal, una novela en la que el Roa que rasgaba con su u?a de creador implacable el alma de la injusticia, se mostraba otra vez incisivo e insobornable.
En su historia de exilio, aquella noche en Madrid, nos mostr¨® el coraz¨®n de sus pasiones: no volv¨ªa por ¨¦l ni por sus libros a Paraguay, sino por el guaran¨ª y por su pueblo; a ellos dedic¨® el dinero del Premio Cervantes que le correspondi¨® en su d¨ªa, y como era un hombre ingenuo que por tanto se cre¨ªa inmortal pens¨® que la fuerza le durar¨ªa hasta que su pueblo superara la negra noche felina que tanto a ¨¦l como a tantos hizo a¨²n m¨¢s negra la trayectoria feroz del dictador. Roa se despidi¨® diciendo que volv¨ªa. Eso lo dec¨ªa el exiliado. El paraguayo ya se estaba yendo.
Babelia
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