EE UU: tortura e impunidad en la 'guerra contra el terror'
Ha transcurrido un a?o desde que el 28 de abril de 2004 se hicieran p¨²blicas las primeras fotograf¨ªas en las que soldados estadounidenses aparecen humillando y torturando a detenidos en la prisi¨®n de Abu Ghraib, en Irak. Poco despu¨¦s de que las fotograf¨ªas salieran a la luz, el entonces secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, dijo a los l¨ªderes mundiales: "Vean a Estados Unidos. Vean c¨®mo tratamos este asunto. Vean c¨®mo EE UU har¨¢ lo correcto".
Pero Washington no est¨¢ haciendo lo correcto. M¨¢s bien, Washington practica lo que el Gobierno de cualquier rep¨²blica bananera hace cuando sus abusos son descubiertos: encubrirlos y asignar la culpa a los subordinados.
Cada d¨ªa hay nuevas evidencias de que el maltrato de prisioneros musulmanes, lejos de ser un incidente aislado en Abu Ghraib, ocurri¨® de manera sistem¨¢tica en Afganist¨¢n, Irak, Guant¨¢namo, Cuba y en lugares secretos alrededor del mundo. Hay casos en Afganist¨¢n en que los detenidos fueron golpeados, mantenido desnudos y privados de sue?o durante largos periodos de tiempo. Prisioneros de Guant¨¢namo han sido encadenados en posiciones dolorosas y mantenidos en cuartos helados, e incluso algunos fueron forzados a sentarse en su propio excremento. Por medio de un programa de entregas extraordinarias, la CIA envi¨® a sospechosos a pa¨ªses como Egipto y Siria para someterlos a interrogatorios, y fueron torturados. Otros detenidos de la CIA simplemente han desaparecido, mantenidos en lugares secretos sin notificar a sus familias, sin acceso al Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja ni vigilancia de ning¨²n tipo sobre su tratamiento, y en algunos casos, sin confirmaci¨®n de su detenci¨®n.
Esta forma de abuso en varios pa¨ªses no fue el resultado de actos individuales de soldados que violaron las reglas. Se trata del resultado de decisiones tomadas por la Administraci¨®n de George W. Bush para distorsionar, obviar o desechar esas mismas reglas. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, por ejemplo, cuestion¨® p¨²blicamente la relevancia de las Convenciones de Ginebra y puso en juego m¨¦todos ilegales de interrogaci¨®n -como el uso de perros guardianes para aterrorizar a los detenidos- que han surgido una y otra vez en los informes de abuso. Fue el propio presidente Bush quien, seg¨²n diversas fuentes, dio la autorizaci¨®n a la CIA para entregar a presos y detener a otros en lugares secretos.
El Gobierno de Estados Unidos es consciente de las serias denuncias de abuso y torturas en Afganist¨¢n desde 2002, y despu¨¦s en Irak. Sin embargo, ni Rumsfeld ni los otros dirigentes se opusieron a estos maltratos ni advirtieron que deber¨ªan cesar. Al contrario, las investigaciones de las muertes bajo custodia se han prolongado sin resoluci¨®n. Los soldados acusados de cr¨ªmenes contra los detenidos, incluyendo todos los casos de asesinatos en Afganist¨¢n e Irak, han eludido el castigo judicial hasta que las fotograf¨ªas de Abu Ghraib fueron reveladas en abril del a?o pasado.
Con el esc¨¢ndalo que surgi¨® despu¨¦s de las fotograf¨ªas de Abu Ghraib, el Pent¨¢gono orden¨® por lo menos nueve investigaciones diferentes. Dos de ellas demostraron que las pol¨ªticas de interrogaci¨®n de Rumsfeld contribuyeron a la tortura y abuso en Irak y Afganist¨¢n. Pero los investigadores no tuvieron las facultades -ni la independencia- para sacar las conclusiones necesarias ni para asignar la responsabilidad pol¨ªtica y legal a Rumsfeld u otros oficiales que aprobaron las t¨¢cticas ilegales.
Como resultado, s¨®lo unos cuantos soldados de bajo rango, tal como el suboficial Charles Graner y la soldado de Primera Clase Lynndie England, que fueron fotografiados en Abu Ghraib, han tenido que enfrentar cargos criminales. Pero ning¨²n l¨ªder civil en el Pent¨¢gono, la CIA u otra parte del Gobierno ha sido acusado.
Sin embargo, no son los soldados los que obviaron las convenciones de Ginebra, los que autorizaron m¨¦todos ilegales de interrogaci¨®n o aprobaron la desaparici¨®n y entrega de detenidos. Hasta que no se enjuicie a los oficiales de alto rango que aprobaron o toleraron los cr¨ªmenes en contra de detenidos, todas las manifestaciones de repulsi¨®n del presidente Bush acerca de las fotos de Abu Ghraib no tendr¨¢n significado alguno. La ¨²nica manera que esto puede suceder es nombrando a un fiscal especial que no dependa de la Administraci¨®n de Bush.
Si no hay una asignaci¨®n real de responsabilidades por estos cr¨ªmenes, los responsables de este tipo de atrocidades en todo el mundo se?alar¨¢n a este trato de prisioneros por parte de Estados Unidos como una excusa y una legitimaci¨®n para evitar la cr¨ªtica a sus propias conductas.
El mundo, por lo tanto, sigue observando -y esperando- para ver si Estados Unidos har¨¢ lo correcto.
Reed Brody es consejero jur¨ªdico de Human Rights Watch y autor de informes sobre Abu Ghraib (www.hrw.org).
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