Tan bello como la verdad
Alfred de Vigny (1797-1863), poeta, ensayista, autor dram¨¢tico y novelista, es uno de los grandes nombres del Romanticismo franc¨¦s. Si bien es un hombre que toca todas las teclas de la escritura, incluido el diario (Le journal d'un po¨¨te), no debe ser clasificado como mero homme de lettres porque su alcance es mucho mayor, como bien puede verse en el libro que comentamos. De Vigny fue un hijo de padre cercano a la vejez, cuidado y educado admirablemente en un ambiente de nobleza y respeto a las tradiciones. A diferencia de sus contempor¨¢neos, como Hugo o Lamartine, no fue un escritor de gran presencia p¨²blica, pero sus convicciones, su percepci¨®n de la realidad y su valent¨ªa como artista sostienen hoy d¨ªa su modernidad.
STELLO
Alfred de Vigny
Traducci¨®n de Alberto
Torrego Salcedo
Gredos. Madrid, 2005
268 p¨¢ginas. 23 euros
Stello es un libro un tanto inclasificable aunque yo no dudar¨ªa en defenderlo como una narraci¨®n. En realidad son tres narraciones unidas por un asunto com¨²n: la visi¨®n del poeta como un ser especial y maldito a la vez. La cuesti¨®n es mucho m¨¢s importante de lo que pueda parecer hoy a primera vista porque el eje de toda su argumentaci¨®n es un viejo conocido nuestro: el Poder. Para De Vigny el planteamiento estriba en la relaci¨®n entre el Poeta y el Poder. El Poder niega al Poeta y lo arroja a la marginaci¨®n argumentando "la inutilidad de las Artes al estado Social". El Poeta es, pues, un par¨¢sito social cuya gloria es, precisamente, su insobornable acuerdo con la belleza, que el Poder considera in¨²til, y con la verdad, que el Poder considera altamente peligrosa. Lo expresa as¨ª, con admirable precisi¨®n: "Dado que el poder es una ciencia de conveniencia seg¨²n los tiempos y que todo orden social est¨¢ basado en una mentira m¨¢s o menos rid¨ªcula, mientras que por el contrario las bellezas de todo arte s¨®lo son posibles cuando derivan de la verdad m¨¢s ¨ªntima (...) el poder, sea cual sea, encuentra una permanente oposici¨®n en toda obra as¨ª creada".
Estamos ante la relaci¨®n ne-
tamente rom¨¢ntica de "belleza igual a verdad" que los pensadores ilustrados -no los poetas- se ir¨ªan encargando de modificar paulatinamente y cuya modificaci¨®n alcanza al arte de nuestros d¨ªas. El Poeta pasa a ser concebido un ser sublime y ¨²nico y entre el Poder y ¨¦l se mueve una multitud presa del orden social que De Vigny desde?a, pero cuya invencibilidad reconoce. Poeta-multitud-Poder. La figura del poeta maldito est¨¢ servida, aunque m¨¢s cerca del ruise?or de Coleridge que del gorri¨®n "piaulant dans la boue de la rue" de Rimbaud.
Pero dec¨ªamos que Stello es una narraci¨®n y lo es de veras. Las tres historias est¨¢n interrumpidas de vez en cuando por lo que el excelente traductor y prologuista denomina cap¨ªtulos-discurso por oposici¨®n a los cap¨ªtulos-relato. Los primeros no disturban ni entorpecen a los segundos, que son mayoritarios. La novela tiene el car¨¢cter de conversaci¨®n entre dos personajes que representan, uno, el Dr. Noir, al razonamiento l¨²cido; el otro, Stello, poeta, al sentimiento ciego. La excusa es que Stello est¨¢ decidido a intervenir en la vida p¨²blica como pol¨ªtico, es decir, como representante del poder a fin de cuentas, pues se ver¨¢ obligado a integrarse en un partido, y el Dr. Noir trata de apartarlo de ese error que, sostiene, acabar¨¢ con ¨¦l como artista. El asunto, como se ve, es -salvando las distancias y las circunstancias- tan moderno como sigue si¨¦ndolo hoy el propio De Vigny.
El Dr. Noir le contar¨¢ a Stello -¨¦sta es la narraci¨®n, que ocupa la mayor parte del libro- los casos de tres poetas laminados por tres formas hist¨®ricas de Poder: la Monarqu¨ªa absoluta (absolutismo), la Monarqu¨ªa Constitucional (representativa) y la Rep¨²blica. Los tres poetas son Gilbert, Chatterton y Andr¨¦ Chenier. La verdad es que De Vigny manipula sus historias a conveniencia para que se cumpla lo que Stello resume al final: "As¨ª, de las tres formas posibles de poder, la primera nos teme, la segunda nos desde?a como a in¨²tiles, la tercera nos odia y nos pone al nivel de superioridades aristocr¨¢ticas. ?Somos, pues, los eternos ilotas de las sociedades?". Sin embargo, manipuladas las tres vidas, los tres relatos son espl¨¦ndidos. El primero de ellos, con la escena en la c¨¢mara del rey, que se encuentra con su amante, y a donde ha acudido el Dr. Noir para pedir socorro para el poeta Gilbert, es un prodigio de sutileza e iron¨ªa de una eficiencia cr¨ªtica admirable. El segundo relato cuenta el cruel trato que recibe Chatterton del Lord-Alcalde de Londres, la altanera y ciega respuesta de ¨¦ste y la inquietud de la casada enamorada del joven genio, Kitty Brown, cuya presencia -es un personaje magn¨ªfico- liga De Vigny, muy astutamente, con el propio Dr. Noir. El tercero es el m¨¢s realista e impresionante de los tres cuadros, pues relata la ¨¦poca del Terror en los d¨ªas anteriores a la ca¨ªda de la Comuna con una sensaci¨®n de veracidad s¨®lo propia de un gran narrador. Son tres estilos en una sola novela y cada uno de ellos cumple a la perfecci¨®n. Del ¨²ltimo habr¨ªa que destacar, si cabe, la formidable escena que re¨²ne a Noir, Ch¨¦nier padre e hijo menor, que han venido, cada uno a su manera, a interceder por Andr¨¦ Chenier preso en Saint Lazare, y Saint-Just en el despacho de Robespierre.
Noir habla a Stello sobre "el camino embarrado de la vida real y p¨²blica que esta noche estamos pisando". Noir hace descender a Stello a la realidad en lo que dura la noche hasta que el d¨ªa ilumine las conclusiones de Stello. El individualismo rom¨¢ntico que entroniza al poeta como superior y maldito a la vez le hace decir que "rara vez el hombre yerra, mientras siempre lo hace el orden social". Pero la mejor definici¨®n de la distancia entre poeta y multitud llega m¨¢s tarde: "Los hombres vulgares (...) sienten, cuando est¨¢n cerca de los Poetas, ese malestar que les producir¨ªa el estar pr¨®ximos a una gran pasi¨®n para ellos incomprensible". ?sta es una magn¨ªfica ocasi¨®n de leer a un cl¨¢sico que tiene mucho que decir, a trav¨¦s de su ¨¦poca, sobre problemas de la nuestra; conviene adem¨¢s cambiar de tono y de registro lector de cuando en cuando y ¨¦sta es una ocasi¨®n excelente. Y mientras esta rese?a se apaga, recordemos aquella imagen de Tasso reducido a la miseria por el poder y "careciendo hasta de la luz de una vela para escribir sus versos...".
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