En busca del hotel y restaurante perfectos
Recetas de Philippe Starck y Ferran Adri¨¤ para disfrutar de todos los detalles
Un hombre alienado. La imagen de Bill Murray sentado al borde de una cama en el cartel de la pel¨ªcula Lost in translation resume todo lo que no debe sentir un ser humano en un hotel. Solo, perdido e inc¨®modo. Con un albornoz peque?o y un sistema de aire acondicionado que no entiendes. Sin embargo, el filme es una ficci¨®n. Se rod¨® en el Park Hyatt de Tokio, uno de los m¨¢ximos exponentes del lujo y el dise?o contempor¨¢neos y uno de los favoritos del mism¨ªsimo Philippe Starck. Por tel¨¦fono, desde sus oficinas en Par¨ªs, el hombre que revolucion¨® el concepto hotelero a finales del siglo pasado tiene un secreto de lo m¨¢s prosaico. "Un buen hotel es una almohada", dice con su fuerte acento franc¨¦s y un gui?o en la voz. "El hotel ideal es un lugar donde te sientes como en casa", contin¨²a el dise?ador, "el problema es que se presta mucha atenci¨®n a la fachada, y un hotel hay que crearlo desde dentro hacia fuera, empezando por la almohada".
El hotel ideal. Una f¨®rmula que no existe, o reside s¨®lo en la cabeza (o bajo la misma) de cada cual, pero est¨¢ claro que en general, como sociedades, buscamos m¨¢s o menos lo mismo. As¨ª, cuando a mediados del siglo XIX el ferrocarril hizo del mundo un lugar accesible, los grandes hoteles ofrecieron un reflejo de la ciudad a la que llegaban los viajeros burgueses con sus enormes ba¨²les. La estancia era una experiencia que romp¨ªa la rutina, una aventura de lujo y texturas. A mediados del siglo XX, el avi¨®n volvi¨® a alterar las dimensiones del planeta. El ocio se convirti¨® en negocio, y los hoteles buscaron un referente en los aeropuertos. Los hombres con corbata ped¨ªan funcionalidad, eficacia y racionalismo, al tiempo que los turistas se convirtieron en masa y surgieron como setas alojamientos megal¨ªticos y anodinos que s¨®lo el retro chic consigue mirar con ternura. Y entonces lleg¨® el talento de personajes como Ian Schrager o Philippe Starck. Desde finales de los ochenta, Internet consigui¨® que la mayor¨ªa de los viajes de negocios resultasen superfluos, y el hotel tuvo que replantearse. Adem¨¢s, a los turistas, al menos a los que pod¨ªan elegir, no les bastaba con sauna y piscina. Nacieron entonces los hoteles de dise?o, los hoteles con encanto, los tem¨¢ticos... No s¨®lo se decoraron y se construyeron edificios siguiendo la ¨²ltima tendencia, sino que resultaba necesario tener detr¨¢s una identidad. Volver quiz¨¢ a la idea de experiencia del XIX. Ofrecer un punto de vista.
Dise?o
Philippe Starck separa los dos espacios b¨¢sicos del hotel, el p¨²blico y el privado: "La habitaci¨®n requiere menos dise?o. Es necesario que sea acogedora, luminosa. Hay que crear un espacio donde la persona pueda florecer. Ha de haber ternura, profundidad, poes¨ªa. La idea no es crear belleza, sino bondad". Su visi¨®n del espacio p¨²blico es un poco lo contrario: "Si alguien se hospeda tres d¨ªas en un hotel, lo normal es que pase entre tres minutos y una hora en los pasillos, el hall, los ascensores... El espacio p¨²blico es, por tanto, un buen lugar para ofrecer una experiencia nueva. Es donde entra la creatividad, el surrealismo, la magia. Estos espacios son como escenarios teatrales donde colocas a la gente para elevarla, para que se sienta m¨¢s sexy y glamurosa. Para que se sienta alabada".
Magia
En los hoteles de la cadena Aman hacen cosas como avisarte de que la piscina va a cerrar derramando sobre ella flores de loto. Hoy la compa?¨ªa tiene una docena de complejos hoteleros, pero todo empez¨® en 1987 con la visi¨®n de un solo hombre. Aquel a?o, Adrian Zecha, que hab¨ªa trabajado como cr¨ªtico de hoteles antes de meterse en la industria, decidi¨® vender todas sus acciones de Regent International Hotels y tomarse un a?o sab¨¢tico en Phuket (Tailandia). Quer¨ªa construirse una casa en aquella isla m¨¢gica y hermosa. Para tener agua y electricidad deb¨ªa crear las infraestructuras y, como buen hombre de negocios, decidi¨® que, ya puestos, bien pod¨ªa montar un peque?o resort de lujo que reflejase cierta filosof¨ªa. S¨®lo habr¨ªa 40 exclusivas habitaciones. Lo llam¨® Amanpuri (lugar de paz). La cadena Aman maneja hoy unas 430 estancias exclusivas en las localizaciones m¨¢s paradisiacas del globo, pero Zecha sigue defendiendo que lo que ¨¦l vende es "estilo de vida". Uno de sus clientes asiduos es Ferran Adri¨¤, que se ha metido en el negocio con uno de sus ¨²ltimos proyectos, el hotel Bulli. El chef afirma que ir a hoteles es su hobby, ya que los considera "parques de atracciones para adultos". Dice que Aman es "una cadena m¨¢gica". ?Su favorito? Amankila (colina de paz), en las monta?as del este de Bali, sobre el estrecho de Lombok. Sus piscinas en terrazas caen sobre la ladera hacia el mar. "El enclave es maravilloso", argumenta Adri¨¤, "tiene unas 40 habitaciones, y unos 200 empleados para atenderlas. Este tipo de lujo en Europa ya no existe, no se puede pagar". ?Un pero? "S¨®lo le falta mejorar un poquito el restaurante". Aunque viniendo de uno de los mejores cocineros del mundo, la queja bien pasar¨ªa inadvertida para el resto de los mortales.
Modas
Mucho m¨¢s pragm¨¢tico resulta Gabriele Burgio, presidente de la cadena NH, a quien encontramos, destilando Italia por el traje, el pelo y las maneras, en la pasada edici¨®n de Fitur: "Para acercarse al ideal es muy importante que el hotel tenga un tama?o medio, humano, y cosas b¨¢sicas, como que funcione la presi¨®n de la ducha. La atenci¨®n al cliente es lo que marca la diferencia, el hotel te debe solucionar los problemas. La idea es que no te sientas un n¨²mero". La cadena que preside, fundada en 1978, tiene m¨¢s de 34.000 habitaciones repartidas por el mundo, un crecimiento medio anual de ingresos del 39% y est¨¢ incluida entre las compa?¨ªas m¨¢s importantes en el IBEX 35. Aun as¨ª, Gabriele Burgio, el mejor gestor de las empresas espa?olas del a?o 2003 seg¨²n la revista Actualidad Econ¨®mica, no conoce la clave del ¨¦xito: "Si hubiese una f¨®rmula, todo el mundo la llevar¨ªa a cabo. Hay cosas, como el emplazamiento o la luz, que provocan sensaciones ¨²nicas y dif¨ªciles de controlar". Burgio es incapaz de escoger un hotel favorito. "Ya no disfruto, s¨®lo veo los fallos", se excusa. Lo que s¨ª tiene claro es que "el momento del hotel de superdise?o est¨¢ acabando". "El problema con la moda es que pasa", explica, "los inversores no pueden permitirse renovar el hotel cada dos a?os; por tanto, se impone algo moderno, pero que aguante el cambio".
Starck est¨¢ de acuerdo: "Los hoteles tradicionales resultan completamente aburridos, y los de boutique, con demasiado dise?o, son una pesadilla. Para hacer un buen hotel es necesario el talento de gente como Ian Schrager o Adrian Zecha", explica. "Son inventores de sensaciones; la mayor¨ªa de los hoteles no cuentan con talento original, sino que copian, y eso se nota".
Car¨¢cter
Como respuesta a los fr¨ªos hoteles de dise?o y en la b¨²squeda de ese algo intangible que hace de la estancia en un hotel una experiencia trabaja Isabel Llorens. Junto con su socia, Carlota Mateos, cre¨® Rusticae en 1997, un club de calidad de peque?os hoteles con car¨¢cter que ya re¨²ne m¨¢s de 160 establecimientos. Juzgan los hoteles buscando "un c¨²mulo de sensaciones que te hacen sentir bien", de la decoraci¨®n al trato. Entre lo m¨¢s importante para Llorens est¨¢ "que te cuiden". Habla de sus hoteles favoritos en t¨¦rminos tan subjetivos como "vibraciones positivas" o "esp¨ªritu", pero cuando eval¨²an un hotel en Rusticae tienen una lista de 270 par¨¢metros de lo m¨¢s concreto. La "experiencia" debe empezar incluso antes de llegar, durante la reserva. Se punt¨²a la buena se?alizaci¨®n, ya que no hay nada peor para amargar el viaje que no encontrar el alojamiento escogido. El desayuno es un factor b¨¢sico.
Quedan terminantemente prohibidos los sobrecitos individuales de jab¨®n o dent¨ªfrico. Se penalizan las banderas a la entrada, las m¨¢quinas expendedoras y el hilo musical. Seg¨²n Isabel Llorens, "se esta yendo hacia la personalizaci¨®n de servicios a?adidos", hoteles con spa, con restaurantes que van m¨¢s all¨¢ de lo funcional, con experiencias. Pero el secreto del hotel ideal sigue siendo una combinaci¨®n misteriosa. Ni siquiera el maestro Starck se aventura a se?alar un favorito: "Tendr¨ªa que haber cadenas especializadas para cada tipo de persona. Para los hombres de negocios, para los amantes... El problema es que la mayor¨ªa de las veces dormimos en hoteles porque estamos obligados a hacerlo". Quiz¨¢ no haya un secreto, pero s¨ª muchas claves. Starck, siempre ¨²nico, ofrece otra: "Yo s¨®lo visito por placer un hotel una vez al a?o, por el cumplea?os de mi mujer. ?Nos encerramos para tener un d¨ªa entero de sexo! A veces, la perfecci¨®n no depende tanto del lugar como de la compa?¨ªa".
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