Importar
Dec¨ªa Lord Robbins que euforia es no saber qu¨¦ se es y no importar. Viendo la euforia desatada tras el triunfo del Bar?a, en cambio, parece justo lo contrario: un subid¨®n de identidad y la necesidad de subrayar lo que realmente te importa. Sonaron bocinas y petardos, c¨¢nticos y alirones y la generaci¨®n del m¨®vil con c¨¢mara tom¨® las calles para imponer su forma de celebrar los ¨¦xitos. El desenlace tuvo la emoci¨®n que requiere la tradici¨®n cul¨¦: sufrir hasta el ¨²ltimo minuto. La media hora final del partido fue escandalosa desde el punto de vista futbol¨ªstico, con el equipo asustado, pas¨¢ndose una pelota congelada por la prudencia, renunciando a cualquier cosa que no fuera esperar el final. Vimos otras cosas raras: Deco haciendo una entrada asesina, dos espont¨¢neos que confirmaron el peligro de lo espont¨¢neo y un planteamiento que se fue crispando a medida que pasaban los minutos, interrumpido por el en¨¦simo acierto de Eto'o. De los proleg¨®menos de esta primera gran alegr¨ªa del siglo me quedo con la lecci¨®n que dio Frank Rijkaard. Dijo que hablar de triunfo antes de conseguirlo era presuntuoso y que no hay que caer en esa trampa ni tampoco en el fatalismo. Era un mensaje para enmarcarlo, pero lo complet¨® diciendo que el secreto del ¨¦xito se basa en el talento y el compromiso.
Contra el Levante, parec¨ªa que no hab¨ªa talento hasta que apareci¨® Eto'o y toda la plantilla puso un compromiso que, en otras fases de nuestra historia (Sevilla, Atenas) brill¨® por su ausencia. Talento y compromiso son palabras que deber¨ªan figurar en el escudo del club. Es una aspiraci¨®n rom¨¢ntica, pero posible, y no tiene nada que ver con la parte m¨¢s viscosa de esta industria. Es una cuesti¨®n de contagio: el talento y el compromiso generan respeto e ilusi¨®n. La ilusi¨®n se expande y revierte en el rendimiento, que multiplica sus efectos en forma de respeto por la ilusi¨®n ajena. Volviendo a la sabia tesis de Rijkaard, se agradece que los jugadores no fueran presuntuosos. Para demostrarlo, incluso estuvieron a punto de perder. Al final, cumplieron sufriendo. Luego se desat¨® la locura. Por la radio escuch¨¦ a Johan Cruyff contando que estaba brindando en El Montany¨¢, probablemente despu¨¦s de ponerse las botas en el restaurante L'Estanyol. ?Est¨¢ Cruyff detr¨¢s de todo? ?l insiste en que no, pero, sin estarlo, ha conseguido que el presidente, el entrenador y el secretario t¨¦cnico sean amigos y disc¨ªpulos suyos. O sea: que es probable que, gracias a su peculiar talento, no haga falta que est¨¦ detr¨¢s de todo para estarlo. Tambi¨¦n me acord¨¦, fugaz e intensamente, de dos cul¨¦s ausentes, hijos de Balaguer: mi t¨ªo Pau y Toni Torres, ex jugador. Cada brindis, cada abrazo, cada sonrisa, cada l¨¢grima, cada recuerdo introspectivo fueron a?adiendo elementos a un enorme misterio transgeneracional. ?Todo esto por un equipo de f¨²tbol? Analizarlo es tan esteril como fingir entenderlo. Tiene que ver con las cosas absurdas que dan sentido a la vida a base de quit¨¢rselo: el amor, la vocaci¨®n, la capacidad para hacer justo lo contrario de lo que uno desear¨ªa. La alegr¨ªa se vive y, mientras dura, te preguntas si no estaremos exagerando. M¨¢s tarde, pens¨¢ndolo mejor, te das cuenta de que la especie humana es exagerada de por s¨ª y que un poco m¨¢s de excesos no puede afectarla demasiado. En cuanto a la celebraci¨®n, me alegro de que no fuera en la plaza Sant Jaume, esa tradici¨®n del siglo pasado. La ¨²ltima vez que estuvimos all¨ª qued¨® claro que los balcones institucionales no pueden convertirse en una et¨ªlica sala de karaoke ocupada por j¨®venes con el pelo pintado coreando chorradas junto a unos pol¨ªticos que luchan a codazo limpio para chupar c¨¢mara.
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