Pesos cruceros
Mientras el Mallorca y el Levante se juegan la vida, el Sevilla, el Villarreal, el Betis y el Espanyol se juegan la bolsa. Con dos plazas de la Liga de Campeones sobre el tablero y los presupuestos del a?o pr¨®ximo en el congelador, buscan el segundo aire en los respiraderos del estadio. La temporada ha sido para ellos una aventura gobernada por las mareas; un violento intercambio de esfuerzos en el que la fama y la oscuridad se han alternado caprichosamente como piezas de un drama pendular.
Con los planos de Europa en la guantera, hacen cuentas, gui?os y flexiones, y adquieren el triple compromiso de creer, insistir y esperar. A falta de tres horas para el desenlace, con la lengua de estropajo y el coraz¨®n al l¨ªmite, ya no necesitan comprensi¨®n ni inspiraci¨®n: s¨®lo necesitan fuelle.
A las ¨®rdenes de Lotina, los chicos del Espanyol se agrupan por ¨²ltima vez, comparten su discurso voluntarista y se encomiendan a Iv¨¢n de la Pe?a y Ra¨²l Tamudo. En su libro de ruta no hay m¨¢s que tres cl¨¢usulas; exactamente una f¨®rmula, un camino y una salida. La f¨®rmula consiste en cerrar filas, el camino pasa por Iv¨¢n y la salida empieza en Ra¨²l. Hay que sudar para ellos.
El Betis es, al contrario, una abigarrada n¨®mina de solistas en la que cada cual interpreta su propia composici¨®n. Desde el c¨ªrculo central, Marcos Assun??o toca como nadie; su juego, tan limpio, tan pausado y tan profundo, es un compendio de la pericia brasile?a. En la banda, Joaqu¨ªn vive su vida; es decir, la vida del lince. Se mueve con una mezcla de sigilo y atrevimiento, maneja dos zarpas ideales para el recorte y lleva un l¨¢tigo en la cintura. M¨¢s que un fluido, su juego es una descarga. Cuando ¨¦l desborda, su compinche Oliveira, bien plantado sobre sus cabos de purasangre, mira y espera en alg¨²n lugar del ¨¢rea.
M¨¢s arriba, el Sevilla y el Villarreal est¨¢n separados por las mismas cualidades que el hierro y la goma. Los peones de Caparr¨®s juegan a toque de corneta. En sus dominios, el que no corre, vuela, y el que no pincha, corta. Armados de picos, hachas, guada?as y otras herramientas de precisi¨®n, se entregan a su trabajo con una admirable devoci¨®n rural.
A un cent¨ªmetro de distancia, el Villarreal hace de contrapunto. Adem¨¢s de recrear la vista, su f¨²tbol deslizante nos permite comprobar que las verdaderas figuras transmiten al equipo todos sus c¨®digos, impulsos y perfiles.
Movido por el viento de Riquelme, marca goles, marca estilo y corta la hierba con la elegancia de un catamar¨¢n.
Gracias a ¨¦l, a ellos, esta Liga excedente no ser¨¢ un producto residual.
Ser¨¢ una nueva emoci¨®n; una de esas experiencias que s¨®lo pueden medirse en unidades coronarias.
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