Ilustrando lo bonito del mundo
Tras el inapelable ¨¦xito de sus bolsos, libretas, toallas y bol¨ªgrafos, Jordi Labanda entra en el mundo del vestir con una l¨ªnea de camisetas. Un nuevo lienzo para sus ilustraciones que nace con muy buen pie: 50 modelos colocados en 40 pa¨ªses y de los que ya hay falsificaciones en la calle.
Turistas y carritos de beb¨¦ conspiran para hacer la Rambla intransitable. Es Sant Jordi, y el centro de Barcelona, un avispero de gente, y rosas, y bolsas de la Fnac. En un aleda?o, un port¨®n a¨ªsla un palacio del XVII; huele a iglesia. Jordi Labanda sale a recibir el d¨ªa de su santo, menudo y amable. Tras la puerta, un jard¨ªn privado donde las primeras moscas del verano son una visi¨®n a contraluz.
El ilustrador, de 37 a?os, habita un espacio salido de la alta comedia. Un estudio y apartamento de soltero para David Niven, con paredes de ¨¦bano, mueble-bar secreto y ducha con luz cenital. Un par¨¦ntesis en el bullicio arrabalero de la ciudad en fiestas. Una ciudad cuya otra cara, la m¨¢s moderna, la m¨¢s pija y chic, ha retratado este uruguayo de nacimiento desde que en 1993, tras estudiar dise?o industrial, se puso a ilustrar "de la noche a la ma?ana". "En parte coincidi¨® con la crisis econ¨®mica; es mucho m¨¢s f¨¢cil colocar una ilustraci¨®n que un mueble", explica. Doce a?os despu¨¦s, sus figuras estilizadas y aficionadas a los c¨®cteles est¨¢n por todas partes. En las p¨¢ginas de opini¨®n de La Vanguardia, los editoriales de moda de Wallpaper, las colonias de Zara, los anuncios de Fontbella y en sus propios productos: bolis, carpetas, libretas, toallas, bolsos y, desde esta temporada, camisetas: 50 modelos, su primera incursi¨®n en la moda. "Fue una elecci¨®n natural, es el soporte perfecto para una ilustraci¨®n". Aun as¨ª, y pese a la demanda popular (las prendas han sido distribuidas en 40 pa¨ªses), no ten¨ªa prisa por meterse en el l¨ªo: "La moda requiere una estructura, y yo estaba m¨¢s feliz que una perdiz con mi pincel. Necesitas sentirte fuerte para entrar en algo as¨ª". En el camino ha aprendido un par de cosas: "El mundo de la moda no tiene nada de fr¨ªvolo; es una industria despiadada, y el p¨²blico es implacable. Adem¨¢s es un shock cultural; por eso da personajes tan excesivos, tan locos. ?C¨®mo se puede pensar dos temporadas por delante, con la cabeza fuera del tiempo en el que vives? Para dedicarse a la moda hay que ser medio gur¨², medio as de las finanzas. Y acabas fatal, claro".
Pero ¨¦l tambi¨¦n sabe lo suyo de adelantarse a las tendencias, de frivolidad e incluso de finanzas. Convertido en estandarte de modernez, ha sido criticado por su desmedido ¨¦xito y por la supuesta banalidad del mundo que ha elegido retratar. "Cualquier personaje pop que haya pasado a la historia recibi¨® pedradas en su momento. No es por comparar, pero mira a Truman Capote, a Oscar Wilde? Siempre que la gente creativa recubre su obra de intrascendencia se enciende la luz roja. Pero la frivolidad es un arte y una defensa contra lo vulgar", dice desde su torre de marfil en plena Rambla. "La vida es muy chunga, tener un punto de vista esnob es una vacuna". Profilaxis no s¨®lo contra lo vulgar, sino tambi¨¦n contra quienes ven incoherente ser "un artista comercial" como ¨¦l mismo se define, y contra el v¨¦rtigo de la fama. "Me han pasado cosas muy fuertes. Cualquiera se habr¨ªa vuelto gilipollas. De pronto eres el no va m¨¢s; creo que, dadas las circunstancias, he mantenido la cabeza bastante fr¨ªa", explica recordando aquella vez que recibi¨® una llamada previa a la de Tita Cervera avis¨¢ndole de que la baronesa estaba interesada en comprar obra.
Los originales que Labanda tiene en su estudio -y que quiz¨¢, adem¨¢s de decorar camisetas, un d¨ªa cuelguen en el Thyssen- son un portento de pulcritud. De las hueveras donde moja el pincel, al papel, ni un error. La precisi¨®n del guasch en los diminutos logos de Vuitton de un dibujo es hiriente. "S¨ª, soy muy limpio", sonr¨ªe orgulloso. En un rinc¨®n, un ordenador Mac se muere de aburrimiento. Lo us¨® por primera vez para mandar un e-mail hace s¨®lo un a?o: "Me gusta el correo, as¨ª no tienes que hablar con gente por curro; si eres autista, te hace m¨¢s hura?o".
Firmas y copias. Por Sant Jordi, su tocayo, debe ir a firmar libros. Acaba de publicar Si te he visto no me acuerdo, una recopilaci¨®n de vi?etas de sus siete a?os en La Vanguardia que parecen visiones de Dorothy Parker. Camino de la tienda de dise?o donde firma, la gente le para. Una chica desde un coche le pide que le firme el libro. En la tienda espera una cola variopinta. Labanda se disculpa y dibuja en cada contraportada la silueta de su mano, con las letras del nombre del comprador en la punta de los dedos. A los que tienen nombres raros les pide que lo deletreen para no meter la pata. Se deja hacer fotos, dar besos, y aunque parece que todo esto le da una verg¨¹enza horrible, es encantador todo el rato. Unas maduritas turistas italianas le achuchan encantadas porque han alucinado con los murales que ha pintado para un restaurante. Eva, que no ha cumplido los 13, le mira suspirando, "?jo!", como si estuviese ante una estrella de pop. Modas aparte, mirando esta cola es evidente que los dibujos de Labanda dicen cosas a gente de todo pelaje: "Hay algo que hace que comunique. No s¨¦ qu¨¦ es? Supongo que mis ilustraciones siempre son aspiracionales. Dime alguien, de cualquier cultura, que no pretenda la belleza. Est¨¢ en nuestro ADN. Y luego dime alguien que no desee vivir bien; por muy progre que seas, todo el mundo quiere disfrutar de la vida. Mi trabajo habla de eso".
El ¨¦xito tiene sus s¨ªntomas en el mundo posmoderno. Poco m¨¢s de un mes despu¨¦s de sacar las camisetas a la venta, la polic¨ªa se ha incautado de 4.000 prendas falsas, "y otras tantas de Custo", remata Labanda. "Hay una lectura positiva: falsificar tambi¨¦n cuesta dinero, y esta gente sabe lo que copia. ?Me est¨¢n poniendo el list¨®n muy alto!", bromea. A pesar del ¨¦xito con sus productos, el "artista comercial" que se ha convertido en marca quiere ponerse a pintar lienzos a los que no trasladar¨¢ su imaginer¨ªa. Pero no reniega de su elecci¨®n: ante el mundo, escoger lo bonito. "No te puedes rendir a la comercialidad", suspira y sonr¨ªe encogiendo los hombros, "el problema es que a m¨ª todo me sale vendible".
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