Un libro para cada habitaci¨®n

A los vecinos de Lanuza parece que les haya tocado la loter¨ªa con la reversi¨®n de sus casas por la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Ebro, expropiadas hace tres d¨¦cadas para el proyecto de un embalse que nunca alcanz¨® la elevaci¨®n prevista. En poco tiempo han recuperado el pueblo y su entorno a sabiendas del enorme atractivo tur¨ªstico que ahora imprime su postal lacustre en el valle pirenaico de Tena: la piedra reflejada en el agua, el campanario de la iglesia silueteados sobre la pe?a Foratata, y un hotelito con mucho encanto apadrinado por los hermanos P¨¦rez Urieta, nacidos bajo estos tejados.

Hospitalidad aragonesa

La Casue?a es una exclamaci¨®n geogr¨¢fica y de la hospitalidad aragonesa. Pero tambi¨¦n un par¨¦ntesis art¨ªstico del decorador Vicente Garc¨ªa Planas, cuyo interiorismo rebelde de policrom¨ªas inspiradas en Rothko -p¨¢tina de modernidad sobre la piedra y la pizarra- abraza lo kitsch en las alegor¨ªas rom¨¢nicas y miniaturas extra¨ªdas del Museo de Arte Sacro de Huesca que conforman el paisaje visual del hotel. Cierto que sobre gustos no hay nada escrito... Muchas de sus creaciones rayan en lo imprevisible en la monta?a. Otras apenas ocultan sus veleidades escult¨®ricas, como el hierro enmadejado en el arco de la entrada y en la escalera.

Bajo los frescos que exornan el techo del comedor, cualquiera de los propietarios se emplea con estilo en servir los desayunos y las cenas, solventes en la calidad de las materias primas, muy centrados en la calidez de los platos. Una chimenea minimalista a?ade fuego a las tardes rom¨¢nticas de Lanuza, incluso en pleno verano.

El rugido del viento

M¨¢s consenso en su ornato suscitan las habitaciones, con espacio suficiente para holgar y mirar, especialmente las abuhardilladas, que son las que gozan del embalse desde sus lucanas. Paredes v¨ªrgenes, pintadas en tonos neutros; suelos de parqu¨¦ en tonos canela; piezas de arte antiguo junto a otros elementos de dise?o contempor¨¢neo, como la encimera del cuarto de ba?o, forman un cuadro sedante indemne a los silencios de la monta?a. Sin embargo, no parecen haberse insonorizado convenientemente las paredes, ni las bajantes por las que circulan los desag¨¹es. Todo el edificio est¨¢ expuesto al rugido de las ventiscas, que no del tr¨¢fico, pr¨¢cticamente inexistente en este conf¨ªn pirenaico.

Cada dormitorio recibe el nombre de un escritor cuya novela m¨¢s conocida se ofrece en la mesilla de noche y sus extractos serigrafiados en la mampara del cuarto de ba?o. Mario Vargas Llosa y La guerra del fin del mundo, con la mejor panor¨¢mica sobre Lanuza. Mario Benedetti e Inventario, con vistas al campanario de la iglesia. Julio Llamazares y La lluvia amarilla, Julio Cort¨¢zar y Rayuela... As¨ª hasta 10 escritores que le conducen a uno, por la v¨ªa culta, a los mil y un sue?os. Lo peor es cuando has terminado un cap¨ªtulo y la m¨¢quina de escribir no aplaude... (Orson Welles).