Los granos de la luz
Dentro de una itinerancia internacional, que, tras mostrarse en Madrid, recalar¨¢ en otras ciudades de nuestro pa¨ªs, lo cual, en este caso particular, hay que celebrarlo por todo lo alto, no porque Shoji Ueda (Sakaiminato, 1913-2000) sea uno de los mejores fot¨®grafos japoneses del siglo XX, ni porque la fotograf¨ªa despierte hoy particular inter¨¦s entre el p¨²blico-mercado, sino porque nos trae algo ¨²nico existencial y, por tanto, art¨ªsticamente. Comisariada conjuntamente por Gabriel Bauret y William Ewing, esta antol¨®gica de 150 fotograf¨ªas es, desde luego, una excelente representaci¨®n de la trayectoria de Ueda, pero como se remarca en la selecci¨®n y en los textos del cat¨¢logo lo crucial de la obra de este artista japon¨¦s se refiere al paisaje de las dunas de Tottori, ubicadas en su tierra natal.
UNA L?NEA SUTIL. SHOJI UEDA 1913-2000
Fundaci¨®n "la Caixa"
Serrano, 60. Madrid
Hasta el 24 de julio
Las dunas de arena son un accidente geogr¨¢fico particularmente fascinante y, como tal, en su desnudez, con un no s¨¦ qu¨¦ simple de temible: la de ese borde de la realidad donde el planeta se disuelve, una pulverizaci¨®n f¨ªsica, pero tambi¨¦n metaf¨ªsica. Desde el punto de vista art¨ªstico evoca, claro, a la est¨¦tica del minimalismo que, por otra parte, es tan natural en Jap¨®n. No obstante, en esta pulverizaci¨®n convertida por Ueda en im¨¢genes se multiplican los hilos. Pienso, por ejemplo, en la novela La mujer de las dunas (1962), del escritor Abe K?b? (1924-1993), luego, un par de a?os despu¨¦s, trasladada a la pantalla en la impresionante versi¨®n de Hiroshi Teshigahara. Pienso en ello porque el protagonista es un entom¨®logo que recorre las dunas para fotografiar insectos, pero que ser¨¢ "tragado" por la arena. Ambas, novela y pel¨ªcula, son estremecedoras met¨¢foras de una realidad succionada, pulverizada, abismada en la nada.
El discreto encanto, por llamar as¨ª al autodominio que se impone un fot¨®grafo, le permite a Shoji Ueda eludir de forma tan frontal y aparatosa las im¨¢genes de la desolaci¨®n. ?Qu¨¦ fuerza!, sin embargo, ?qu¨¦ estremecedora belleza la que sabe sacar a estos encuadres tan despojados! ?Qu¨¦ hondura japonesa en esa bien llamada "l¨ªnea sutil" donde caligraf¨ªa el horizonte, aterradoramente dom¨¦stico! Revisa uno sus fotos y puede caer en la tentaci¨®n de descubrir gestos y t¨¦cnicas occidentales, y, en especial, como un aire surrealista, con algo de esos paisajes-bodeg¨®n a lo Tanguy. Pero es ¨¦ste un enfoque trivial, porque lo importante en Ueda es su concepci¨®n del espacio, su ubicaci¨®n de las figuras, el alargamiento de ¨¦stas, que se nos asemeja, a veces, a un Greco en blanco y negro.
La arena, el agua, el cielo,
los granos de luz: he aqu¨ª una radiograf¨ªa moral y t¨¦cnica de la fotograf¨ªa. El escenario ¨²nico transforma las figuras en fantasmas, que posan con la naturalidad de un juego. El efecto que nos produce no es nunca cotidiano, ni pintoresco, ni, a¨²n menos, encantador, sino de una desnudez sobrecogedora. En realidad, el icono por excelencia es un desnudo sobre esta planetaria desnudez. Los hilos de esta l¨ªnea sutil los forma el viento, como peque?os surcos de arena, el trenzado de una escritura gris donde el universo graba signos para nosotros, mu?ecos de arena, indescifrables. Ah¨ª estamos, como sombras monocromas, luminosamente positivados por la c¨¢mara de Ueda, poeta y fil¨®sofo de las dunas, escrutador del abismo.
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