Claridad y sustancia
Al periodista que es Francisco Peregil el novelista que tambi¨¦n lo es le ha robado la concisi¨®n y la s¨ªntesis y le ha forzado a dejar a un lado, amontonados, algunos excesos verbales (primerizos) que aparecieron como manchas en la piel en su primera novela, Dulce como la hiel de tus labios (Plaza & Jan¨¦s). Se le nota -lo saben los lectores de este diario, en el que escribe- que est¨¢ acostumbrado a contar historias con el m¨ªnimo n¨²mero de palabras posibles. Es admirable, as¨ª, el que haya conseguido transmitir tantas emociones, crear tantos hermosos personajes en un par de centenares de p¨¢ginas. Manuela es una historia compleja y simple a la vez de relaciones humanas, que trata de la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica, que defiende la posibilidad de que el amor se conserve, a lo largo de medio siglo, sin enmohecer, que se adentra con una incre¨ªble habilidad y una inusual valent¨ªa en un tema tab¨² (el amor de un joven por una anciana). Peregil ha escrito una novela con el olfato del periodista, que sabe lo que se trae entre manos, esto es, un buen reportaje humano, y por eso no tiene inconveniente en presentarnos personajes espor¨¢dicos que dejan hecho en unas pocas l¨ªneas su papel y ya no vuelven a aparecer. Pero no tiene el lector la sensaci¨®n de que Peregil ha desaprovechado ese personaje: al contrario lo ha exprimido period¨ªsticamente con mano experta. Insisto en lo period¨ªstico, puesto que Manuela, que habla tambi¨¦n de la Guerra Civil y de la necesidad (o no) de abrir cunetas tantos siglos despu¨¦s o de saldar cuentas de cuando entonces, y de los ni?os de Morelia (que fueron llevados a M¨¦xico como otros fueron trasladados, ni?os de guerra todos, a la Uni¨®n Sovi¨¦tica o a Inglaterra), y del amor de tres de ellos, ni?os, j¨®venes, viejos, que se deshace -el amor- y se deshace, a lo largo del tiempo, en el trapecio sin red de la vida, y de muchas cosas m¨¢s; insisto, digo, en lo period¨ªstico puesto que, en este caso, estas banderillas puestas a una novela no superficializan el relato sino que lo enriquecen con lo m¨¢s valioso del oficio. Esto es, concisi¨®n, claridad, sustancia. Francisco Peregil en todo momento ha sabido controlar, con las palabras adecuadas, su novela: hay di¨¢logos de los dos viejos en Dubl¨ªn o del joven asistente social y Manuela que son casi poemas en prosa sin ninguna desviaci¨®n l¨ªrica que acabara en molesto pringue de alm¨ªbar, y eso que, en ocasiones, roza, por la sustancia del material elegido (sentimientos, deseos aplazados), el l¨ªmite. Pero en todo momento sale airoso Peregil, y lo hace habiendo escrito una novela de emociones.
MANUELA
Francisco Peregil
Espasa. Madrid, 2005
223 p¨¢ginas. 20,90 euros
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