Una legi¨®n de apoderados y periodistas en el escrutinio
Las calles de Pontevedra estaban a¨²n semidesiertas, a las 7.30 de la ma?ana, cuando dos grupos de hombres, cartera en ristre, avanzaban hacia el Palacio de Justicia de la ciudad. Al frente del primero, Federico Trillo, ex ministro de Defensa y jefe del equipo jur¨ªdico del PP. El segundo lo encabezaba Ricardo Varela, secretario de Organizaci¨®n del PSdeG. Se encontraron en los pasillos de la Audiencia y se saludaron con esa cordialidad protocolaria que suelen exhibir los deportistas antes de una competici¨®n. Armados de papeles y aparatosos vol¨²menes jur¨ªdicos, los dos equipos se desearon suerte antes de comenzar el escrutinio del siglo.
Adem¨¢s de los juristas, compareci¨® una legi¨®n de apoderados. El PP acredit¨® 35. El PSdeG y el BNG -que no se jugaba nada directamente, pero depend¨ªa del resultado ajeno-, 25 cada uno. Entre ellos hab¨ªa desde militantes de base hasta dirigentes de los partidos, como el miembro de la ejecutiva federal del PSOE ?scar L¨®pez; el coordinador de campa?a del PP gallego, Xos¨¦ Crespo, o el presidente de los populares de Pontevedra, Rafael Louz¨¢n.
Este ¨²ltimo provoc¨® involuntariamente un retraso de unos minutos. Pis¨® un cable y desconect¨® la alimentaci¨®n el¨¦ctrica de algunos ordenadores. El incidente no produjo mayores trastornos porque los datos que se hab¨ªan introducido hasta entonces ya estaban guardados en la memoria.
Avalancha
La Junta Electoral de Pontevedra hab¨ªa advertido de que restringir¨ªa el acceso de informadores y representantes de los partidos para que no entorpecieran a los 33 funcionarios que se repart¨ªan las tareas. Pero la avalancha se llev¨® por delante todas las previsiones. Los funcionarios abrieron los sobres e introdujeron las papeletas en las 11 urnas bajo la vigilancia de decenas de ojos. Los apoderados y los informadores se situaban detr¨¢s de ellos para escudri?ar su labor. Los mirones acabaron siendo m¨¢s que los que trabajaban. De vez en cuando, alg¨²n pol¨ªtico hac¨ªa una observaci¨®n. Y si la queja iba a mayores, se trasladaba a la mesa principal, donde vigilaban el proceso los miembros de la Junta Electoral.
A las 11.00, los funcionarios pararon para tomar caf¨¦. A las 14.15 se fueron a comer y regresaron dos horas despu¨¦s. Una m¨¢quina seccionaba los paquetes postales que conten¨ªan el sobre con el voto y el certificado de inscripci¨®n en el censo. Un grupo de funcionarios los abr¨ªa a mano y, finalmente, otro los introduc¨ªa en la urna, previa lectura digital del c¨®digo de barras.
Por la tarde, el barullo fue en aumento. A los apoderados, funcionarios y periodistas, se sumaron los primeros curiosos. Entonces se agot¨® la paciencia del presidente de la Junta Electoral, Antonio Berengua, quien restringi¨® la presencia en la sala a cinco representantes por partido. Nadie protest¨®. Ni siquiera la pareja de jubilados que se fue rumiando su decepci¨®n: "Nosotros pensamos que esto iba a ser otra cosa".
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