M¨²sicas para Juan Gris

Qu¨¦ delicia de concierto y qu¨¦ forma tan inteligente de buscarle las vueltas musicales a un Juan Gris cuya experiencia con compositores y afines fue m¨¢s bien lamentable. Como complemento a la magn¨ªfica exposici¨®n del Reina Sof¨ªa, un pu?ado de autores que o significaron algo en su vida -como Satie, el ¨²nico m¨²sico que le ca¨ªa verdaderamente bien- o la enmarcaron de forma m¨¢s o menos cercana, una sucesi¨®n de locos y cuerdos, genios y talentos que marcaron con su traza una modernidad de m¨²ltiple faz.

Jorge Fern¨¢ndez Guerra explicaba muy bien en sus notas al programa el porqu¨¦ de la elecci¨®n, sin pasar por alto la inclusi¨®n de la Sonata para guitarra de un Joaqu¨ªn Turina que, verdaderamente, poco tiene que ver con Juan Gris, aunque s¨ª con el necesario aprendizaje parisiense de todo espa?ol que se preciara. La impronta de la ¨¦poca estaba clar¨ªsima, de una parte, en la asimilaci¨®n de los ritmos del sal¨®n mundano -todo era mundano- que aparecen en Piano-Rag Music de Stravinski o en la Sonatina transatl¨¢ntica de Alexander Tansman. Con un sentido m¨¢s canalla, plet¨®rico de una autoafirmaci¨®n que luego quedar¨ªa en la frustraci¨®n ante el esfuerzo, la Sonata II de Georges Antheil aparece como una pieza llena de fuerza y de ingenio que hoy fascinar¨ªa a los p¨²blicos que la desconocen. En nombre de Satie se han dicho muchas barbaridades y su abuso por parte de buena parte de lo m¨¢s hortera del escalaf¨®n ha sido escandaloso. Sus Embryons dessech¨¦s y los Croquis et Agaceries d'un Bonhomme -una par¨¢frasis genial de Beethoven, Chopin y Chabrier y una burla de la coda como procedimiento enf¨¢tico- mantienen una frescura casi comestible, mientras las Tres pastorales del joven Poulenc ya lo revelaban como un prodigio de elegancia.

Se cont¨® para la sesi¨®n con tres int¨¦rpretes estupendos capitaneados por Juan Carlos Garbayo, quien en la obra de Antheil toc¨® tambi¨¦n el tambor, como Ezra Pound el d¨ªa del estreno.