?Maestro!
El Teatre Grec estaba abarrotado, las entradas se hab¨ªan acabado con varios d¨ªas de antelaci¨®n. L¨®gico, si se piensa que la ¨²ltima visita de Paolo Conte a Barcelona fue hace 20 a?os y simplemente cant¨® un par de canciones. Dos d¨¦cadas son tiempo suficiente para forjar una leyenda, y la del cantautor piamont¨¦s ha crecido como la espuma pero con una solidez a prueba de bombas. Y cuando las leyendas se convierten en realidad s¨®lo pueden suceder dos cosas: o la desilusi¨®n o la euforia. En el Grec se vivieron un par de horas de aut¨¦ntica euforia. Una euforia que, a la salida, se fue diseminando por las faldas de la monta?a en las conversaciones de los grupitos que sal¨ªan del anfiteatro. Conversaciones que s¨®lo hablaban de lo que acababan de ver y o¨ªr, de vivir, de la juventud fascinante de Conte, de la fuerza de su voz templada por cajetillas de cigarrillos y vino de aguja de su tierra, de la belleza de las canciones, o de que se fue sin cantar ni Gelato al limone ni Azzurro.
Paolo Conte
Teatre Grec, Barcelona, 1 de julio.
De acuerdo, Conte no cant¨® esas dos canciones pero no se dej¨® en la cartera sus otros temas emblem¨¢ticos y ofreci¨® un concierto s¨®lido, coherente y que rezumaba belleza por todos los poros. Comenz¨® con discreci¨®n pero inmediatamente las notas de Sotto le stelle del jazz lo revolucionaron todo. Siguieron otros temas impactantes como Max, Verde milonga, Genova per noi, ese Sandwich Man que resplandece en su ¨²ltimo disco y, l¨®gicamente, Via con me que, repetida como bis de despedida, fue coreada por el p¨²blico.
La voz del piamont¨¦s lo domin¨® todo a lo largo de esas casi dos horas de un espect¨¢culo terriblemente cercano. Como si cantara al o¨ªdo de cada presente y le susurrara esas gotas de cinismo certeras como balas. Una voz que matiza hasta el desasosiego las peque?as exclamaciones o los simples ruidos y se balancea en un ritmo infeccioso. Como es su norma, no dijo ni palabra en toda la velada, se acompa?¨® de su inseparable kaz¨² en un par de temas y hasta hizo sus pinitos con la marimba.
Alguien grit¨®: "?Maestro!". Nada mejor para resumirlo todo.
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