La felicidad de escribir

"Uno entiende que todo es c¨ªclico, que tanto nacer como morir son momentos del mismo ciclo. Que est¨¢ como pegado todo". La escritora Isabel Allende habla en su oficina de Sausalito y m¨¢s tarde en su casa de San Rafael, frente a la bah¨ªa de San Francisco, horas antes del nacimiento de dos mellizas, hijas de Ernesto, el hombre que estuvo casado con su hija Paula. Y la excitaci¨®n por el parto inminente -"?estamos locos por ver a las ni?as!"- se enlaza con el recuerdo de Paula, que muri¨® hace 13 a?os: "Ernesto, el viudo de Paula, se volvi¨® a casar con una chica americana, Giulia Welch, que naci¨® el mismo d¨ªa que Paula. La madre de la chica se llama Paula; su padre naci¨® el mismo d¨ªa y el mismo a?o que yo. Se casaron y viv¨ªan en Nueva Jersey. Yo empec¨¦ a tirar cuerda para que se vinieran a California, porque los quer¨ªa tener aqu¨ª, conmigo. En aquel momento estaba construyendo esta casa, y les dije: v¨¦nganse, y si acaso se consiguen un trabajo por aqu¨ª, yo les doy la casa vieja. Consiguieron trabajo y se vinieron -a la casa en la que muri¨® Paula- el aniversario del mismo d¨ªa que nosotros llegamos con Paula desde Espa?a, el 4 de mayo de 1992. Han sido muy felices ah¨ª y ahora esperan mellizas. Giulia est¨¢ como un gale¨®n, yo nunca hab¨ªa visto una barriga de ese tama?o. Dos ni?itas que se van a llamar Elisa Mariana y Cristina Pilar".

Me dan una gran felicidad, porque pienso que Ernesto merece ser feliz y que Paula lo protege desde el cielo, o desde donde sea. Le han pasado cosas a Ernesto con las fechas que son demasiado significativas. Todas ¨¦stas que acabo de decirte y otras, cosas demasiado significativas como para ignorarlas.

Yo creo que todos sentimos a Paula muy cercana, muy presente, como un esp¨ªritu ben¨¦fico. No te voy a decir que veamos fantasmas en la casa, pero hay una especie de conexi¨®n con la vida que antes no ten¨ªamos, porque nosotros no somos gente religiosa. Entonces, la idea de que existe un esp¨ªritu, de que la muerte es como un umbral, pero no necesariamente un fin, puede ser un consuelo. Y adem¨¢s, la respuesta que tuvo Paula ha sido mayor que la de todos mis otros libros juntos. Siguen llegando cartas todos los d¨ªas, as¨ª que hay una presencia de ella que viene de los lectores tambi¨¦n, y eso es bonito.

Yo creo que fue cuando naci¨® mi nieta Nicole. Al morir Paula, mi nuera de entonces, la primera mujer de mi hijo Nicol¨¢s, dijo que quer¨ªan tener otro beb¨¦. Les dije que Paula no se pod¨ªa reemplazar; pero cuando naci¨® Nicole, yo cort¨¦ su cord¨®n umbilical: ¨¦se fue el momento en el que empez¨® la vida de nuevo.

?Claro! Yo veo una chica en blue jeans y con el pelo largo, flaca, caminando por la calle, con una mochila a la espalda, y se me aprieta el coraz¨®n, porque es Paula. Todav¨ªa es Paula. Y siempre ser¨¢ Paula, de 28 a?os. Hoy d¨ªa tendr¨ªa 40. ?La reconocer¨ªa yo si la viera? C¨®mo ser¨ªa ella hoy a los 40, no lo s¨¦, pero para m¨ª ella siempre va a tener 28; siempre va a ser una ni?a graciosa, delgada, de melena casta?a, con una actitud de bailarina?

En lo que Isabel Allende llama "la caba?a", una construcci¨®n separada de la casa en donde se encierra once horas diarias cuando escribe, hay dos habitaciones. "Yo empiezo cada d¨ªa all¨ª, con una meditaci¨®n en esos almohadones. Doy gracias por todo, me hablo con la Paulita, prendo mis velas, y luego me pongo a trabajar aqu¨ª, en esta otra habitaci¨®n". En la mesa, a un lado de la pantalla del ordenador, la foto de Paula; al otro, sus dos abuelos, los protagonistas de La casa de los esp¨ªritus, el libro que arranc¨® como una carta escrita en Caracas al abuelo que se mor¨ªa en Chile. Isabel Allende empez¨® aquella carta un 8 de enero. La acab¨® un a?o m¨¢s tarde. Desde entonces empieza siempre sus libros el 8 de enero. "Y esto es salvia, que quemo cada vez que comienzo a escribir, y que tiene un sentido m¨¢gico entre los indios. Cuando empec¨¦ El Zorro [el ¨²ltimo de sus 15 libros, traducidos a casi treinta lenguas] y quem¨¦ la salvia me dije: ?quiero ser un hombre de 20 a?os, joven, fuerte, rom¨¢ntico, enamorado! Y as¨ª escrib¨ª el libro".

?Sabes que me dicen "el padrino"? Porque dicen que soy igual a Marlon Brando en la pel¨ªcula, que yo quiero tener a toda mi familia en varias casas cercadas con guardaespaldas para que no salgan [risas]. Esto que tenemos no es como yo quisiera, pero la verdad es que vivimos en tres casas que quedan a una o dos cuadras de distancia, a minutos caminando. Nos vemos todo el tiempo. Anoche cocin¨¦ para 20 personas, hoy me tocan 17.

S¨ª, es un poco raro, pero a todo el mundo le acomoda, porque nos ayudamos mutuamente. Yo me siento respaldada, puedo hacer mi trabajo en paz porque tengo toda una infraestructura familiar que me sostiene. Siempre hay alguien. Si uno se enferma, siempre hay tres o cuatro personas listas para ayudar. Y hay privacidad, no nos invadimos unos a otros; por lo menos yo no lo siento, no s¨¦ si mi nuera americana pensar¨¢ diferente [risas]. Y por supuesto, hay problemas, hay fricciones que se resuelven hablando.

Yo creo que tengo una vida muy feliz. Una vida en la que me han pasado muchas cosas, pero una vida muy rica. Comparado con otras personas, he tenido mucho. He tenido ¨¦xito; he tenido fracasos, dolor y alegr¨ªa. He tenido mucho amor siempre? En todas las vidas hay p¨¦rdidas, hay desgracias, hay separaciones, hay abandonos. A todos nos toca una cuota. Para m¨ª, esa cuota ha sido compensada con cosas extraordinarias: como este tiempo que estoy viviendo ahora, que no va a durar mucho, en el que estamos todos juntos, que los nietos est¨¢n creciendo en un ambiente familiar? Eso no va a durar siempre. Los ni?os van a ser adolescentes, se van a ir a la universidad y no les vamos a ver m¨¢s que para Acci¨®n de Gracias. Por eso hay que gozarlo ahora. Y despu¨¦s, ya veremos.

Habr¨ªa tratado de ir a la universidad y estudiar una carrera, habr¨ªa tratado de casarme un poco m¨¢s tarde? Habr¨ªa tenido m¨¢s cuidado de no pasar como un tanque por encima de las vidas ajenas, produciendo dolor a otra gente. Y habr¨ªa tratado de empezar a escribir m¨¢s temprano.

Willie Gordon entra en la casa que sirve de oficina en Sausalito. "Hola, viejito, ven a saludar. ?ste es mi marido, mi adorado marido. ?C¨®mo le fue?". Willie Gordon, abogado californiano ya retirado, lleva sombrero y habla un espa?ol con acento chileno. Se cas¨® en 1987 con Isabel Allende, chilena nacida en Per¨² -ahora, adem¨¢s, con nacionalidad estadounidense- y que ha vivido en Bolivia, L¨ªbano, Espa?a y Venezuela. "Las ra¨ªces chilenas son fuertes; con Willie hablo casi todo en castellano, y escribo s¨®lo en espa?ol, aunque simplificado por el ingl¨¦s. Cuando veo mis primeros libros digo: ?pero qu¨¦ me pas¨®?, se me saltaron todos los puntos; ?puras comas, p¨¢rrafos de catorce l¨ªneas! Eso ya no lo hago, porque estoy acostumbrada a leer en ingl¨¦s, a hablar en ingl¨¦s, que es un idioma muy preciso. Ahora me preocupo de encontrar un buen sustantivo que reemplace tres adjetivos. Trato de que la frase vaya mucho m¨¢s directa. Mi marido dice que, antes de abrir un sobre, ¨¦l sabe si la carta viene en espa?ol o en ingl¨¦s, porque la que est¨¢ en ingl¨¦s es mucho m¨¢s liviana". En ese espa?ol m¨¢s directo, Isabel Allende escribe, por ejemplo, "sollozar a pulm¨®n partido" en su ¨²ltimo libro, El Zorro. "As¨ª sollozaba yo cuando la Paula se muri¨®. Te duelen los pulmones de dolor".

A m¨ª no se me hubiera ocurrido nunca escribirla. El Zorro tiene due?o: la familia Gertz compr¨® en 1920 los derechos del personaje al autor, el novelista Johnson McCulley, que escribi¨® La maldici¨®n de Capistrano en 1919. Cuando Douglas Fairbanks hizo la primera pel¨ªcula muda de El Zorro, recre¨® al personaje, porque en la novelita era m¨ªnimo. Despu¨¦s de la pel¨ªcula, McCulley hizo como setenta historietas, que luego fueron seriales de televisi¨®n en los cincuenta. John Gertz vino a mi casa en agosto de 2003 y me dijo que hab¨ªan hecho de todo con El Zorro menos una obra literaria, y que si yo quer¨ªa hacerla.

A m¨ª me pareci¨® completamente descabellada la idea. Adem¨¢s, me sent¨ª ofendida y pens¨¦: ?qu¨¦ se imagina esta gente, que yo escribo por encargo? ?Y El Zorro? Imag¨ªnate, era como escribir sobre Batman. Pero me dejaron una caja con v¨ªdeos, con pel¨ªculas, con libros?, era verano, y yo de todas formas ten¨ªa que esperar hasta el 8 de enero para empezar a escribir un libro del que ya ten¨ªa preparado todo el material. Vi las pel¨ªculas, y luego empec¨¦ a leer sobre el momento hist¨®rico en el que supuestamente naci¨® El Zorro, una ¨¦poca fascinante: la expansi¨®n de las ideas de la Revoluci¨®n Francesa, las guerras napole¨®nicas, las guerras de independencia en Am¨¦rica? de todo. En California no pasaba nada; hab¨ªa indios, vacas y unos pocos misioneros, as¨ª que dije: bueno, si este muchacho nace aqu¨ª, tiene que salir de aqu¨ª. Y al estudiar la ¨¦poca, ya me fascin¨® el tema.

Despu¨¦s empec¨¦ a estudiar a El Zorro, y descubr¨ª que sent¨ªa una gran simpat¨ªa por el personaje, porque es un h¨¦roe liviano de coraz¨®n. Es una mezcla de Robin Hood, Peter Pan y Che Guevara, pero sin tragedias. Es un personaje liviano de sangre, alegre de coraz¨®n. Tiene esa cosa eternamente juvenil de Peter Pan, la idea de la justicia de Robin Hood y el valor y la parte social del Che. Y luego est¨¢ toda la parte rom¨¢ntica: imag¨ªnate un tipo que se trepa a tu balc¨®n de noche y al d¨ªa siguiente no hay culpa, ni siquiera recuerdas qui¨¦n era, porque ten¨ªa m¨¢scara. Y me pareci¨® fant¨¢stico.

No, yo no quer¨ªa hacer un h¨¦roe al que todo le va bien. Quer¨ªa un tipo humano, que se pone el disfraz y le cambia la personalidad. Pero me enamor¨¦ del personaje completamente. Y luego descubr¨ª que El Zorro es adorado en el mundo entero. ?Sabes que el 64% de la poblaci¨®n en China sabe qui¨¦n es El Zorro, desde los abuelos hasta los nietos? ?En China!

Yo ten¨ªa toda la libertad del mundo, con las limitaciones de no salirme de las caracter¨ªsticas b¨¢sicas: El Zorro se viste de negro, tiene m¨¢scara, usa l¨¢tigo y espada, y defiende la justicia. Ten¨ªa un sirviente que se llama Bernardo, que a m¨ª no me gust¨® en la televisi¨®n, y lo cambi¨¦ por completo; ten¨ªa un caballo, que se llamaba Tornado, y ten¨ªa a su padre, Don Alejandro de la Vega. Pero con la ¨¦poca pod¨ªa hacer lo que yo quer¨ªa, porque se trataba de los primeros veinte a?os de El Zorro, cuando todav¨ªa no es El Zorro.

Isabel Allende busc¨® en las tradiciones de los indios americanos el viaje espiritual de la adolescencia en busca de la misi¨®n en la vida, en busca del esp¨ªritu tot¨¦mico -no pod¨ªa ser otro que un zorro- que gu¨ªa al joven Diego de la Vega. Le invent¨®, para justificar su defensa de los ind¨ªgenas, una madre india, Toypurnia, inspirada en una guerrera shoshone que se cas¨® con un soldado espa?ol y adopt¨® el nombre de Regina; le llev¨® a Barcelona; le hizo miembro de una sociedad secreta, y le mezcl¨® con piratas.

Todo hay que cuestionarlo. Todo. No hay cosa m¨¢s torpe y m¨¢s peligrosa que aceptar el juicio moral de otros, el dogma de otros o sus posiciones pol¨ªticas, las que sean. Se ha matado -se sigue matando- en nombre de Dios; se mata en nombre de la justicia social, como hicieron en Rusia; se mata en nombre de la sociedad cristiana occidental, como hicieron en Chile. Se mata por miles de razones. Todo tiene que ser cuestionado.

Claro que soy m¨¢s flexible. Sigo igualmente apasionada que antes y ser¨ªa capaz de enamorarme locamente, como a los 20 o los 40; ser¨ªa capaz de dejar todo tirado por salir detr¨¢s de una causa o detr¨¢s de un hombre. Pero ahora cuestiono mucho m¨¢s. Antes yo no cuestionaba el socialismo, por ejemplo. Cuando yo ten¨ªa 25 a?os pensaba que el futuro del mundo era socialista; despu¨¦s, uno tiene que cuestion¨¢rselo, porque dices: bueno, esto no result¨® de la manera en la que yo cre¨ªa que iba a resultar. Me he cuestionado muchas cosas del feminismo; he sido siempre feminista, pero me cuestiono las formas en que se hacen las cosas y los objetivos: ?queremos una supermujer que se echa todo a la espalda o queremos una mujer y un hombre que participan igual en la gerencia del mundo? Yo no pensaba as¨ª cuando ten¨ªa 20. Entonces, el hombre era el enemigo; hoy d¨ªa, es el aliado natural.

Claro. Te alcanza, si vives lo suficiente, para ver la relaci¨®n entre las cosas, c¨®mo todo es causa y efecto. Todo lo que uno hace trae consecuencias; si no de inmediato, a la larga. Todo. Y todo se paga, lo bueno y lo malo: yo he vivido 62 a?os, yo ya s¨¦ que eso es as¨ª. Y ando por el mundo con cuidado porque s¨¦ que si meto la pata, pago.

La gente que no cambia le da miedo a Isabel Allende. Y m¨¢s a¨²n la gente a la que "no le importan las consecuencias, porque creen que no las van a vivir, como hace Bush". "Y la gente que tiene poder y cree que no debe rendir cuentas a nadie. No hay nada peor que el poder con impunidad. La gente hace horrores cuando tiene poder y tiene impunidad. Eso le pasa a una muchacha de 20 a?os del Medio Oeste en la prisi¨®n de Abu Ghraib y a un loco desatado lleno de testosterona. Cuando me preguntan qu¨¦ es lo que m¨¢s temo, siempre digo: el poder con impunidad. Porque las cosas que somos capaces de hacer son brutales. Brutales".

Mucho. Aparte de que ambos d¨ªas fueron un martes 11 de septiembre, casi a la misma hora de la ma?ana, en las dos ocasiones se trat¨® de un atentado terrorista contra una democracia. Si hay karma hist¨®rico, ¨¦ste ser¨ªa el caso. En los dos sitios murieron muchos inocentes. Cuando vi en la televisi¨®n el 11 de septiembre en Nueva York, con los edificios que ca¨ªan, el humo, el p¨¢nico, las explosiones, las caras de la gente?, todo eso lo viv¨ª en Chile el 11 de septiembre, cuando bombardearon La Moneda y cuando se tomaron el pa¨ªs. No eran im¨¢genes tan diferentes. Tanto los chilenos como los americanos cambiaron despu¨¦s de ese d¨ªa, se dieron cuenta de que aquello -un golpe, un atentado- tambi¨¦n les pod¨ªa pasar a ellos. Los americanos se sintieron vulnerables por primera vez. Y en Chile hab¨ªa esta especie de soberbia de que un golpe ocurr¨ªa en las rep¨²blicas bananeras, jam¨¢s pasar¨ªa en Chile. Y pas¨®.

Me sent¨ª conectada con los americanos por primera vez. Yo llevaba mucho tiempo aqu¨ª, pero siempre ten¨ªa la sensaci¨®n de que era completamente extranjera, de que me era muy dif¨ªcil relacionarme con un pueblo que ten¨ªa una especie de inocencia perenne con respecto al mundo, con una sensaci¨®n como de que tienen derecho a la felicidad, y a la comodidad, y a la seguridad. Esa sensaci¨®n no la hubo por un tiempo despu¨¦s del atentado. Luego volvi¨® lentamente, pero en aquel periodo sent¨ª por primera vez que pertenec¨ªa a Estados Unidos. Y para m¨ª ha sido una muy buena experiencia para adaptarme y aprender todo lo que tengo que aprender de este pa¨ªs, que me ha dado much¨ªsimo. Soy muy cr¨ªtica con muchas cosas, pero como soy ciudadana, voto; tengo una voz, y al mismo tiempo tengo una obligaci¨®n de servir, de dar de vuelta lo mucho que recibo.

Yo tengo una vida bien privada. Todo lo que tiene que ver con las novelas pasa en un c¨ªrculo externo en el que estoy cuando salgo, cuando viajo para la promoci¨®n. Pero mi vida es simple. Y la familia me mantiene humilde: si se me van los humos a la cabeza, tengo varios nietos que me tiran para abajo. El otro d¨ªa, uno me preguntaba: ?en tu tiempo hab¨ªa electricidad? ?ste es mi tiempo, para empezar, le dije, y s¨ª, hab¨ªa electricidad.

Esos nietos son los que ahora, en el comedor de la casa de San Rafael, est¨¢n aprendiendo espa?ol, "porque lo entienden, pero casi no lo hablan, van al colegio y todo es en ingl¨¦s". "Son Alejandro, Andrea y Nicole, y los dos ni?os de mi asistente, Aquileas y Aristoteles, que son como si fueran mis nietos, y una sobrina, Isabelita".

Isabel Allende escribe "porque es lo ¨²nico que s¨¦ hacer, porque me gusta contar historias, y porque puedo ganarme la vida as¨ª. Si no pudiera, tendr¨ªa que hacer otra cosa, porque siempre voy a tener que mantener una familia". Prepara sus libros "como quien hace empanadas, de a poco y con cari?o", y se encierra todo el d¨ªa en su caba?a. "Paso desde las ocho de la ma?ana hasta las siete de la tarde. Willie cocina todas las noches cuando estoy escribiendo; si no, compartimos. Yo no tengo nada m¨¢s que hacer que escribir. Es fascinante poder hacerlo; no era as¨ª al principio, cuando escrib¨ªa de noche, porque de d¨ªa ten¨ªa un trabajo con sueldo fijo".

Total. Es la felicidad total poder hacerlo. Yo misma me envidio [risas], porque no tengo que hacer nada m¨¢s que eso. Qu¨¦ envidia me dar¨ªa una persona que tiene una casita al fondo del patio y puede encerrarse ah¨ª, y tiene un mont¨®n de gente a su alrededor que la ayuda. ?C¨®mo no va a ser fant¨¢stico!

El libro 'El Zorro: comienza la leyenda', de Isabel Allende, publicado en Espa?a por Plaza & Jan¨¦s, est¨¢ ya a la venta.