Una por el honor
El mejor Armstrong se exhibe en la ¨²ltima contrarreloj, donde Rasmussen pierde el podio y Mancebo sube al cuarto puesto
Cuando Armstrong lleg¨®, Mancebo ya se hab¨ªa ido. Cuando Armstrong se com¨ªa los repechos, avanzaba a ritmo de tricotosa, a¨¦reo como una flecha, fresco como una lechuga, concentrado como un hacker entrando en la red del Pent¨¢gono, Mancebo trepaba, se agarraba, torc¨ªa la cabeza, ense?aba los dientes.
Armstrong, en su ¨²ltima contrarreloj, en su ¨²ltimo Tour, luci¨® brillante, espectacular, m¨¢s estelar que nunca. Un campe¨®n sin crep¨²sculo, una anomal¨ªa en la historia, en la astronom¨ªa, en la f¨ªsica. Gan¨® porque as¨ª lo quer¨ªan sus hijos -?pueden los robots emocionarse con sus hijos? ?tienen hijos los robots?-, porque as¨ª lo exig¨ªa su orgullo. Mancebo, en la ¨²ltima contrarreloj de un Tour m¨¢s, sufri¨® como siempre, brill¨® como nunca. Y Rasmussen, por los suelos.
Como por una vez en todo el Tour la salida y la llegada de la etapa est¨¢n pegadas, huela a salida en la meta, es decir, huele a bacon ahumado requemado, a guiso de alubias y a cr¨ºpe suzzette, que son los productos estrella del village. Olor de feria. Olor de fiesta de pueblo. Olor que envuelve a media ma?ana a Paco, Paquito, Mancebo, cuando regresa de dar una vuelta de reconocimiento al recorrido de la contrarreloj. Llega contento, como si el olor festivo le alimentara el optimismo, como si lo que ha visto por los alrededores de Saint ?tienne, tremenda dureza y peligro en carreteras estrechas y tortuosas, ni 10 metros rectos, lisos, hubiera acabado de convencerle. Lleg¨® Paco, Paquito, Mancebo al Tour convencido de que su gran alarde, su gran salto adelante, se producir¨ªa el s¨¢bado 23 de julio a primera hora de la tarde. Y que se producir¨ªa en la especialidad que, precisamente, m¨¢s hab¨ªa castigado su cuerpo peque?o, torcido. Paco Mancebo cre¨ªa s¨®lo en sus fuerzas. Cre¨ªa s¨®lo en su capacidad, con ella le valdr¨ªa para terminar quinto, para ascender un pelda?o m¨¢s en la escalera interminable en que consiste, realmente, su relaci¨®n ¨ªntima con el Tour de Francia. Paco Mancebo: 29 a?os, siete Tours. Los siete de Armstrong. Media: primero. Los siete de Mancebo: 28? en el 99, noveno en 2000, 13? en 2001, s¨¦ptimo en 2002, d¨¦cimo en 2003, sexto en 2004. Una carrera oculta, sin brillo que habr¨ªa querido continuar Mancebo con un quinto en 2005. Con eso le habr¨ªa valido. Un paso m¨¢s. Una media de 11 en siete Tours tampoco est¨¢ tan mal. Pero a Rasmussen le entr¨® un ataque de p¨¢nico y la justicia po¨¦tica cumpli¨® su misi¨®n.
Rasmussen, el dan¨¦s escu¨¢lido, calculador y lun¨¢tico que alcanz¨® el maillot de lunares en la primera etapa de monta?a con una incre¨ªble fuga, sali¨® impresionado, tres minutos despu¨¦s de Ullrich, acogotado por la presencia intimidante del alem¨¢n, que como todos los a?os empieza su Tour cuando el de los dem¨¢s se acaba. A los tres minutos y 20 segundos de su rodar por Saint Etienne, Rasmussen se comi¨® una rotonda. Ra-ta-ta-ta, al suelo, estruendo de rueda lenticular, hermoso culotte rojo y blanco rasgado, sangre. Miseria. Hay novilladas en que se ve tan torpe al novillero, tan fuera de cacho, y al mismo tiempo tan aguerrido, tan valent¨®n, que cuando se produce la inevitable cogida, los inevitables revolcones, el p¨²blico no sabe si re¨ªr o llorar, tan pat¨¦tico le resulta el espect¨¢culo, tan c¨®mico a su pesar el torero. Pobre Rasmussen. Ullrich le dobl¨® cuando estaba parado cambiando por primera vez de bicicleta, pues hab¨ªa pinchado; el resto se resume en una ca¨ªda m¨¢s, dos cambios m¨¢s de bicicleta y una recomendaci¨®n final de Erik Breukink, su director: "Ante todo, no te mates, lo importante es llegar". En 3.400 kil¨®metros de Tour, desde Noirmoutier hasta su ca¨ªda en la rotonda de Saint ?tienne, Rasmussen hab¨ªa cedido solamente 3m 46s a Armstrong, a una media de seis cent¨¦simas de segundo por kil¨®metro; en los ¨²ltimos 50 kil¨®metros de la contrarreloj, perdi¨® 7m 47s, a una media de casi nueve segundos y medio por kil¨®metro. Perdi¨® todo ese tiempo Rasmussen y perdi¨® el podio. Termin¨® s¨¦ptimo, le adelantaron Mancebo, Leipheimer y Vinok¨²rov, y s¨®lo por los pelos logr¨® evitar que el resto del clan de los garrapatas -Landis, Evans- tambi¨¦n le dejara atr¨¢s.
As¨ª Mancebo termin¨® cuarto, Ullrich entr¨® en la foto del podio que tanto le gustar¨¢ a Armstrong hoy en Par¨ªs, Basso adelant¨® otro pasito en su marcha por el Tour y Armstrong cerr¨® un septenato de f¨¦rreo dominio sobre el Tour. Un astro ¨²nico: lleg¨® en 1999 sin que se le hubiera visto ascender lentamente por el cielo desde el Este; se oculta s¨²bitamente en 2005 sin lenta curva de descenso hacia el Oeste. Un campe¨®n ¨²nico.
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